(Versión en English)
Las medidas de política adoptadas recientemente en Europa, Estados Unidos, los mercados emergentes y aquí, en Japón, donde me encuentro en este momento para participar en las Reuniones Anuales del FMI y del Banco Mundial, han mejorado el sentir de los inversionistas y ayudado a que los mercados repunten en los últimos meses.
Pero según nuestra última evaluación, la confianza aún es muy frágil y los riesgos se han agudizado desde abril, cuando el FMI publicó el informe anterior. Las autoridades tienen que hacer más para lograr una estabilidad duradera.
El riesgo principal continúa siendo la zona del euro. Las fuerzas de la fragmentación financiera y económica han separado aún más los países que forman el núcleo de la zona del euro de los que se encuentran en la “periferia”. Como la confianza flaquea y la política económica está teñida de incertidumbre, el capital privado transfronterizo que fluía hacia la periferia se ha replegado, un fenómeno verdaderamente extraordinario dentro de una unión monetaria.
En consecuencia, han aumentado los costos de financiamiento para los gobiernos, los bancos, las empresas y los hogares, y eso plantea el riesgo de que se forme una violenta espiral económica descendente.
¿Se puede revertir este proceso de fragmentación? Estoy plenamente convencido de que sí.
Como lo reconoce nuestro informe sobre la estabilidad financiera mundial (Global Financial Stability Report, informe GFSR), las medidas adoptadas por el Banco Central Europeo han contribuido a disipar los temores más grandes de los inversionistas. Ahora les toca actuar a las autoridades, tanto a nivel nacional como a nivel de la zona del euro.
Es mucho lo que está en juego. Por ejemplo, si persisten las presiones, el total de activos de grandes bancos europeos podría llegar a reducirse US$2,8 billones, y eso podría producir una contracción de la oferta de crédito en la periferia de 9% para fines de 2013.
En una posibilidad más negativa, que ilustra nuestro escenario basado en la aplicación de políticas deficientes, los activos bancarios de la Unión Europea podrían llegar a disminuir US$4,5 billones, y la oferta de crédito en la periferia podría llegar a contraerse un 18%. Pero si se actúa rápidamente para aplicar cabalmente las políticas, se podría evitar este daño económico.
¿Qué se necesita entonces?
- Bancos más seguros: Las autoridades han hecho avances —cabe citar por ejemplo el ejercicio sobre refuerzos de capital de la Autoridad Bancaria Europea—, pero aún existe la necesidad de proceder a la reestructuración o la resolución de los bancos débiles.
- Entidades soberanas más seguras: Mediante una consolidación fiscal oportuna; y economías más seguras, mediante reformas estructurales.
- Cortafuegos sólidos: El Mecanismo Europeo de Estabilidad y el programa de compra de bonos anunciado por el Banco Central Europeo deben establecer condiciones creíbles para que los mercados financieros los consideren reales, no “virtuales”.
- Una unión más sólida: El establecimiento del mecanismo único de supervisión constituye un paso importante que las autoridades deben dar sin demora. Se necesita una hoja de ruta clara hacia la unión bancaria para guiar las expectativas de los mercados y quebrar el vínculo pernicioso entre los balances de las entidades soberanas y los bancos.
Una de las lecciones más importantes que pueden extraer Estados Unidos y Japón de la crisis de la zona del euro es que demorar el ajuste de la política económica hasta que se ponen en evidencia tensiones en los mercados conduce a trastornos financieros y peores resultados económicos. Los desequilibrios fiscales de Estados Unidos y Japón pueden resolverse mediante ajustes a mediano plazo, pero la elaboración de los planes de acción correspondientes debe llevarse a cabo ahora mismo.
No podemos permitir que las actuales condiciones de los mercados creen una falsa sensación de seguridad. Los capitales que han buscado refugio en Estados Unidos y Japón, sumados a la distensión de las políticas monetarias, han empujado las tasas de interés a mínimos históricos y han eliminado las primas de riesgo en los mercados de bonos públicos y empresariales.
Además, la posibilidad de un impasse político en Estados Unidos podría recrear las tensiones del verano de 2011 en torno al tope de la deuda y llevar a que la situación se desbarranque por el precipicio fiscal. Las autoridades de política económica y los políticos deben evitar ambos riesgos y poner fin a esta incertidumbre.
La elevada deuda soberana de Japón y la creciente concentración de tenencias de bonos públicos en el sistema bancario constituyen importantes riesgos para la estabilidad. De acuerdo con nuestras proyecciones, dentro de cinco años dichas tenencias podrían representar un tercio del total de activos del sistema bancario. Eso podría estrechar aún más los vínculos entre los bancos y las entidades soberanas y hacer tambalear la estabilidad financiera si las tasas de interés subieran.
Para mitigar estos efectos, debe haber una vigilancia macroprudencial y un mayor fortalecimiento de los balances y los modelos de negocio de los bancos, acompañados de la consolidación fiscal tan necesaria.
¿Gozan de seguridad los mercados emergentes? Tomados en su conjunto, han superado bien los riesgos mundiales, pero deben mantenerse alertas.
Varios países de Europa central y oriental son los más vulnerables porque se encuentran expuestos directamente a las presiones creadas por el desapalancamiento de los bancos europeos, y porque a su vez en algunos casos los balances privados son débiles.
En Asia y América Latina, los mercados emergentes no se ven tan afectados por el impacto de los shocks originados en Europa, pero no son inmunes a los efectos perjudiciales de contagio externo. Tras un período de rápida expansión del crédito, algunas de las principales economías de ambas regiones han llegado a las últimas fases del ciclo crediticio, que suelen ir acompañadas de niveles máximos de precios de los activos y de los primeros indicios de deterioro de la calidad de los préstamos.
Frente a la desaceleración mundial, los mercados emergentes deben aprovechar juiciosamente el margen de acción que ofrece la política económica y afrontar las vulnerabilidades internas.
Los bancos, las autoridades y los reguladores han logrado mucho, pero la confianza aún es frágil.
Este es el momento en que los gobiernos deben concluir lo que comenzaron para potenciar las medidas que ya adoptaron los bancos centrales.
Hoy, la alternativa es tomar decisiones económicas y políticas que son necesarias pero difíciles, o postergarlas —nuevamente— con la esperanza falsa de que el tiempo está de nuestro lado. No lo está.