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Las recesiones económicas suelen describirse como cortos períodos de crecimiento económico negativo. Según la perspectiva tradicional del ciclo económico, el producto se mueve por encima o por debajo de su tendencia ascendente a largo plazo y, tras una recesión, recupera su tendencia anterior a la recesión. Nuestro nuevo estudio cuestiona esta perspectiva tradicional y muestra que todos los tipos de recesión, incluidas aquellas generadas por shocks externos y por pequeños errores en la política macroeconómica interna, provocan pérdidas permanentes en el producto y el bienestar.
Casi una década después de que la crisis financiera mundial se transformara en la Gran Recesión, la economía mundial por fin parece encontrarse a punto de crecer de forma sólida. Sin embargo, hasta hace poco, el crecimiento económico se situaba por debajo de la recuperación dinámica prevista por quienes apoyan la teoría tradicional del ciclo económico.
Algunos investigadores han apuntado a las tendencias demográficas y a otros factores específicos de Estados Unidos como causas del débil crecimiento observado desde la crisis. Pero estas explicaciones ignoran que la evolución del producto en el período posterior a la crisis ha seguido un patrón similar en otros países.
En un documento publicado en 2008, en el que utilizamos una muestra de 190 países, demostramos que las crisis financieras y políticas tienen costos económicos permanentes en el largo plazo en términos de producto sacrificado. De media, la magnitud de la pérdida permanente de producto es de en torno al 5% para las crisis de balanza de pagos, al 10% en el caso de las crisis bancarias y al 15% en las crisis gemelas.
En nuestras conclusiones anteriores, señalábamos que el daño irreparable en el producto no se limita a las crisis financieras y políticas. Utilizando datos actualizados de 1974 a 2012, confirmamos estas conclusiones. Todos los tipos de recesión, en promedio, provocan pérdidas permanentes en el producto. También, en contra de la creencia popular, demostramos que los países no suelen experimentar auges en el crecimiento antes de las crisis y las recesiones.
Un desafío a la perspectiva tradicional
En la perspectiva tradicional del ciclo económico, una recesión consiste en un descenso temporal del producto por debajo de su línea de tendencia, seguido de un rápido repunte del producto para volver a su línea de tendencia inicial ascendente durante la fase de recuperación (véase el gráfico, panel superior). Por el contrario, nuestros datos sugieren que durante una recuperación, el crecimiento solo vuelve a su tasa de expansión a largo plazo, sin que se produzca un retorno a los niveles elevados de crecimiento hasta la tendencia inicial (véase el gráfico, panel inferior). En otras palabras, las recesiones pueden causar cicatrices económicas permanentes.
Desarrollo económico
Estas cicatrices económicas provocadas por las recesiones y las crisis tienen también consecuencias dramáticas en el largo plazo. Según la teoría tradicional, los países pobres deberían alcanzar los niveles de renta de los países ricos (véanse las líneas de puntos en el siguiente gráfico) ya que cada dólar invertido tendría un mayor efecto. Sin embargo, los datos históricos contradicen esta teoría. Al contrario, la renta de los países pobres ha caído y se encuentra a una distancia cada vez mayor. Nuestro nuevo modelo explica una razón clave por la que esto sucede. Los países pobres sufren recesiones y crisis más profundas y con más frecuencia, y en cada una de ellas sufren pérdidas permanentes de producto y pierden terreno (líneas continuas en el siguiente gráfico).
Una revisión de la brecha del producto
¿Qué implicaciones tiene este nuevo modelo de ciclo económico para la política económica?
Para empezar, es necesario revisar tanto el concepto como la medida de la brecha del producto de forma que los responsables de la formulación de políticas cuenten con una lectura acertada de la economía.
El producto potencial es la tendencia a largo plazo del producto, mientras que la «brecha del producto» refleja la desviación entre el producto efectivo y el producto potencial o la posición en el «ciclo». Pero, teóricamente, si los shocks sobre el crecimiento producen cambios permanentes en la tendencia del producto, entonces no existe diferencia entre el producto efectivo y el producto potencial y, por tanto, no existen los «ciclos» económicos.
Suavizar la trayectoria del producto efectivo para estimar el producto potencial genera falsos ciclos y revisiones permanentes de las estimaciones del producto potencial. Por ejemplo, en Estados Unidos se ha revisado a la baja de forma permanente la trayectoria estimada del producto potencial y se ha cerrado así la brecha del producto de los últimos años. Pero han sido las estimaciones del PIB potencial las que se han revisado a la baja hasta llegar al PIB efectivo, y no al revés.
Estas revisiones y cierres de las brechas del producto se deben, en parte, solo a problemas de medición. Al incluir los años con un producto más bajo tras la crisis, el PIB potencial (la tendencia medida) se reduce de forma automática, con un consiguiente cambio drástico en nuestra perspectiva de la historia. Obtenemos ahora brechas del producto muy positivas (cuando el producto efectivo está por encima del potencial) en la mayoría de los países avanzados que se encontraban al borde de la crisis en 2007, incluso aunque en ese momento no existían indicios de sobrecalentamiento.
Prevención y respuesta a las crisis y recesiones
El nuevo modelo de ciclo económico sugiere que debemos ser más conservadores a la hora de realizar predicciones sobre el crecimiento después de las recesiones. También tenemos que evitar utilizar medidas de la brecha del producto que sean engañosas e irregulares con el paso del tiempo.
Es necesario orientar las políticas económicas a evitar crisis y recesiones graves y a responder a las mismas con los estímulos y las medidas de protección adecuadas. Las mejores opciones para empezar son las políticas económicas sostenibles y las regulaciones financieras que recogen la asunción de riesgos excesivos. Si estas políticas no son suficientes, los bancos centrales tendrán que incluir en sus análisis y decisiones los riesgos para la estabilidad financiera. Las reservas en moneda extranjera también pueden ayudar a protegerse frente a las pérdidas provocadas por shocks externos.