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El empleo en el sector industrial está menguando. En muchas economías de mercados emergentes y en desarrollo, los trabajadores están abandonando la agricultura para pasarse a los servicios, saltándose el sector manufacturero. En las economías avanzadas, el aumento del empleo en los servicios suele ser consecuencia de la destrucción de puestos de trabajo en el sector industrial.
La disminución del empleo en este sector suele generar inquietud. Preocupa que la reducción del sector manufacturero provoque una desaceleración del crecimiento económico y escasez de puestos de trabajo bien pagados para trabajadores de baja y mediana calificación, lo cual contribuiría a empeorar la desigualdad. En el capítulo 3 del informe WEO de abril de 2018, revisamos los datos que respaldan estas creencias y observamos que la decreciente proporción de puestos de trabajo en el sector industrial no tiene por qué perjudicar el crecimiento o hacer aumentar la desigualdad, siempre y cuando se estén aplicando las políticas correctas.
Cambios en la actividad económica y productividad
Los cambios en la actividad económica forman parte del proceso natural de «transformación estructural». La gente, cuando se vuelve más rica, consume más servicios; por ejemplo, servicios de salud y financieros. Los avances tecnológicos también se traducen en un ahorro considerable de mano de obra, sobre todo en el sector industrial.
Nuestro estudio ofrece nuevos datos sobre el modo en que una mayor expansión del empleo en el sector servicios, en detrimento del sector industrial, en las economías de mercados emergentes y en desarrollo podría afectar a su capacidad de ponerse a la altura de los niveles de ingreso de las economías avanzadas. A partir de los datos sobre un gran número de países en las últimas cinco décadas, documentamos que algunos de los sectores de servicios son muy parecidos a los manufactureros en cuanto a niveles, tasas de crecimiento y convergencia de la productividad (producto por trabajador).
Algunos sectores de servicios de mercado —como el transporte, las telecomunicaciones y los servicios financieros y empresariales— presentan niveles y tasas de crecimiento del producto por trabajador superiores a los del sector manufacturero. Además, como ocurre en el sector industrial, la productividad de la mano de obra en algunos sectores de servicios tiende a converger hacia la frontera mundial; es decir, crece más allí donde es relativamente baja, lo cual permite a países con un nivel de productividad inicial relativamente reducido acercarse a los países con un nivel más elevado.
Como los sectores de servicios más productivos —por ejemplo, las comunicaciones, las finanzas y las actividades empresariales— vienen atrayendo trabajadores más rápidamente que otros sectores, el desplazamiento del empleo de la agricultura a los servicios desde los años 2000 ha sido beneficioso para la productividad laboral agregada en países de mercados emergentes y en desarrollo en todas las regiones, y en especial en África subsahariana.
Evidentemente, estas conclusiones no deberían conducir a la complacencia de las autoridades económicas. Deben reducirse las barreras al comercio internacional de servicios —muy superiores a las de los bienes— para que la expansión de sectores de servicios altamente productivos no se vea limitada por el crecimiento de la demanda interna. Asimismo, las políticas deben garantizar que la capacitación de los trabajadores sea acorde con las competencias necesarias en los subsectores más comerciables de los servicios, como los financieros y los empresariales. Por último, en muchos países de mercados emergentes y en desarrollo donde la productividad sigue anémica en todos los sectores, se requiere un planteamiento integral que desbloquee el crecimiento de la productividad de forma generalizada; por ejemplo, fortaleciendo el capital humano y la infraestructura física, así como mejorando el clima empresarial y de inversión.
Cambios en la actividad económica y desigualdad del ingreso
Otro de los temores expresados con frecuencia se refiere a la destrucción de puestos de trabajo de alta calidad en el sector industrial de muchas economías avanzadas, y que simplemente no están disponibles en el sector de servicios. Cuando cierra una fábrica, muchos trabajadores de mediana calificación se ven obligados a aceptar trabajos mal remunerados en el sector de servicios, lo cual contribuye al «vaciamiento» de la distribución del ingreso y a un incremento de la desigualdad.
Nuestro análisis demuestra que el nivel de desigualdad del ingreso laboral intrasectorial (que en un 70% corresponde a las manufacturas) es efectivamente ligeramente inferior al del sector de servicios en una muestra de 20 economías avanzadas. De todos modos, las características de cada país influyen más que el tamaño del sector industrial a la hora de explicar la desigualdad agregada. Por ejemplo, en Dinamarca, la desigualdad equivale más o menos a una tercera parte de la de Estados Unidos, tanto en el sector industrial como en el de servicios. Además, el principal factor impulsor de los cambios en la desigualdad agregada en las economías avanzadas desde los años ochenta ha sido el incremento de las diferencias salariales en todos los sectores, no el descenso del empleo en el sector industrial.
Aun así, las consecuencias negativas de la destrucción de empleo en las manufacturas para los trabajadores y las comunidades a las que pertenecen pueden ser considerables, sobre todo en regiones que se desarrollaron como centros industriales. A fin de asegurar que los cambios estructurales generan beneficios inclusivos, las políticas deberían facilitar la nueva capacitación de los trabajadores desplazados y reducir sus costos de reasignación. Sin embargo, las autoridades económicas deberían tener muy presente que la reasignación sectorial puede resultar extremadamente costosa o incluso impracticable a algunos trabajadores (como los que se acercan a la edad de jubilación), y reforzar en consecuencia las redes de seguridad y las políticas de redistribución selectiva.
En resumen, el papel menguante de la industria manufacturera como fuente de empleo no tiene por qué perjudicar el crecimiento ni incrementar la desigualdad. No obstante, es fundamental acertar con las políticas.