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La debilidad de la economía mundial, la alta inflación y la creciente fragmentación exigen medidas contundentes por parte del Grupo de los Veinte

El trabajo mancomunado para abordar retos en común y tender puentes económicos será crucial para mejorar las vidas de las personas.

El mundo espera que, en la reunión de los ministros de Hacienda y gobernadores de bancos centrales del Grupo de los Veinte (G20) que se celebrará en Gandhinagar la próxima semana, se adopten medidas conjuntas contra la creciente fragmentación económica, la desaceleración del crecimiento y la elevada inflación. La agilidad del apoyo multilateral es vital para hacer frente a los desafíos comunes que plantean las vulnerabilidades de la deuda, el cambio climático y el escaso financiamiento concesionario, especialmente en los países afectados por shocks ajenos.

Perspectivas: Resiliencia frente a los retos

En abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó un crecimiento mundial del 2,8% en 2023 con respecto al 3,4% de 2022. Se prevé que el grueso de ese crecimiento (más del 70%) provenga de la región de Asia y el Pacífico.

Sin embargo, los recientes indicadores de alta frecuencia pintan un panorama dispar: la debilidad de la industria manufacturera contrasta con la resiliencia del sector servicios en todos los países del G20 y la solidez del mercado laboral en las economías avanzadas. Al mismo tiempo, las fragilidades financieras que ha dejado al descubierto la austeridad monetaria exigen una cuidadosa gestión, sobre todo porque recuperar la estabilidad de precios sigue siendo una prioridad.

La inflación general mundial parece haber tocado techo, mientras que la inflación subyacente ha cedido en cierta medida, sobre todo en India. Pero en la mayoría de los países del G20, en especial en las economías avanzadas, la inflación permanece muy por encima de los niveles fijados como meta por los bancos centrales.

Combatir la inflación y estimular el crecimiento

En cuanto a la lucha contra la inflación, se observan los primeros indicios de que el efecto de la política monetaria se está transmitiendo a la actividad económica, en razón del endurecimiento de las normas de concesión de préstamos bancarios en la zona del euro y Estados Unidos. No obstante, las autoridades económicas no deben cantar victoria demasiado pronto: las enseñanzas de anteriores episodios inflacionarios muestran que aplicar muy prematuramente una política más expansiva puede revertir los avances para contener la inflación.

De ahí la necesidad de que la política monetaria mantenga su curso hasta que la inflación descienda de forma duradera hasta los niveles fijados como meta, sin dejar de vigilar con atención los riesgos para el sector financiero. En ese sentido, las comunicaciones de los bancos centrales y la supervisión del sector financiero son necesarias para reducir el riesgo de cambios bruscos en las condiciones financieras.

La política fiscal también debe desempeñar su papel. La contención del gasto tras un período de apoyo excepcional a raíz de la pandemia puede contribuir a la desinflación, recomponer las reservas y apuntalar la sostenibilidad de la deuda, si bien podrían ser necesarias medidas temporales y focalizadas para ayudar a las personas vulnerables a sobrellevar la crisis inmediata provocada por el aumento del costo de la vida.

Al mismo tiempo, los esfuerzos de consolidación deben proteger las inversiones que promuevan el crecimiento cuando haya margen. ¿Por qué? Porque aunque las previsiones son ambiguas a corto plazo, las perspectivas de la economía mundial a mediano plazo siguen siendo sombrías.

El FMI ha pronosticado un crecimiento mundial a mediano plazo de alrededor del 3%, muy por debajo del promedio histórico del 3,8% alcanzado durante el período 2000–19. Además, la fragmentación económica socavará el crecimiento y dificultará que se afronten los retos mundiales acuciantes, que abarcan desde las crecientes crisis de la deuda soberana hasta la amenaza existencial del cambio climático.   

 

La importancia de la acción colectiva

La buena noticia es que hemos visto cómo la comunidad internacional puede obtener buenos resultados cuando se dejan a un lado las diferencias.

En junio constatamos los avances en la reestructuración de la deuda de Zambia. Esto ha supuesto un hito importante para el Marco Común del G20 para el tratamiento de la deuda, fruto de los esfuerzos realizados por las autoridades nacionales y por los miembros del Club de París y otros países, como Arabia Saudita, China e India. El acuerdo ha permitido desbloquear fondos adicionales dentro del programa del FMI dotado con USD 1.300 millones que se acordó en agosto de 2022.

Se ha avanzado además en la reestructuración de la deuda de Chad, y eso ha permitido apuntalar la confianza y el entendimiento entre acreedores y deudores que surgieron de la Mesa Redonda sobre la Deuda Soberana Mundial.

Pero aún queda trabajo por hacer. Se requieren mayores esfuerzos para acelerar el proceso de reestructuración de la deuda estableciendo cronogramas claros, suspendiendo el servicio de la deuda durante los procesos de negociación y mejorando la coordinación de los acreedores para el tratamiento de la deuda de los países que no forman parte del Marco Común.    

En la reunión del G20 celebrada el mes pasado, se comunicó asimismo la obtención de USD 100.000 millones en compromisos de derechos especiales de giro (DEG), que se canalizarán de los países más ricos a los más pobres. El logro de esta meta, establecida por el G20 después de que el FMI realizara una asignación sin precedentes de DEG en 2021 equivalente a USD 650.000 millones, es una señal firme de la amplia solidaridad internacional. Deberíamos inspirarnos asimismo en los países miembros que han expandido sus compromisos de canalización de DEG: el 40% de sus asignaciones en el caso de Francia y Japón, y el 34% en el de China.

Esta generosidad extraordinaria ha permitido al FMI ayudar aún más a sus países miembros. Desde 2020, el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza (FFCLP) ha recibido compromisos de DEG equivalentes a alrededor de USD 29.000 millones, que están ayudándonos a elevar y ampliar el apoyo financiero sin intereses que brindamos a los países de ingreso bajo.  

Asimismo, ya se ha aportado un monto de DEG equivalente a USD 42.000 millones al Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad (FFRS) del FMI, creado el año pasado. Nueve países miembros han recibido la aprobación de su solicitud de fondos en el marco del FFRS y otros cuantos han solicitado financiamiento. 

Los programas en el marco del FFRS contribuirán a las reformas sobre el clima, que incluyen la integración de consideraciones climáticas en los planes fiscales de Costa Rica y el fortalecimiento de la gestión de riesgos relacionados con el clima para las instituciones financieras en Seychelles. Y, en Rwanda y Barbados, los recursos del FFRS están sirviendo para complementar el apoyo de los bancos multilaterales de desarrollo, lo que se espera que, conjuntamente, catalice financiamiento adicional del sector privado, en particular la inversión privada en proyectos climáticos.

 

Apoyo a los países vulnerables

Sin embargo, a pesar de su importancia, estos logros no son suficientes.

Muchas economías vulnerables de mercados emergentes y de ingreso bajo están muy expuestas a múltiples shocks y profundas transiciones.

Tomemos como ejemplo el cambio climático, un problema al que apenas han contribuido, pero a cuyos efectos son más vulnerables. O la crisis provocada por el aumento del costo de la vida y los altos intereses, que pasan una factura desproporcionada, que empuja a más países a situaciones críticas de sobreendeudamiento y supone una amenaza para las perspectivas de desarrollo. A ello hay que añadir la creciente fragmentación económica, que podría privarlos de las ventajas de una economía mundialmente integrada que ha generado un alto crecimiento y ha elevado el nivel de vida de miles de millones de personas.

Todos estos retos implican que los países necesitarán más apoyo en los meses y años venideros para mantener su estabilidad económica y recuperar la senda de convergencia de ingresos con las economías avanzadas. Las instituciones multilaterales sólidas desempeñan un papel fundamental para la prestación de dicho apoyo, especialmente la Asociación Internacional de Fomento (AIF) —el fondo del Banco Mundial para los países de ingreso bajo— y el FMI.

 

Las reformas y los recursos del FMI 

Muchos países han atravesado situaciones de cambio difíciles, y en cada una de ellas el FMI ha formado parte de la respuesta que se ha dado a escala mundial, adaptándose para ayudar a los países miembros y a sus habitantes a enfrentar nuevos desafíos. Ahora que afrontamos un nuevo escenario de cambios, seguiremos adaptándonos y respondiendo con agilidad, modificando las políticas de forma oportuna e incrementando los recursos.

La prioridad absoluta consiste en concluir pronta y satisfactoriamente la Decimosexta Revisión de Cuotas, mediante el aumento de los recursos totales del FMI procedentes de las cuotas —esenciales para la solidez de la red mundial de seguridad financiera—, teniendo muy en cuenta la evolución de la economía mundial.

Esto debe complementarse con decisiones que permitan reponer los recursos concesionarios del FMI para los países vulnerables, a saber: el pleno financiamiento del FFCLP y el reaprovisionamiento del Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes, que proporciona alivio del servicio de la deuda cuando los países se ven golpeados por shocks importantes.

Paralelamente, estamos estudiando reformas de nuestra batería de herramientas de préstamo, como ajustes en los instrumentos precautorios a fin de adaptarlos mejor a las necesidades de nuestros países miembros. También estamos procurando explicar mejor cómo el cambio climático repercute en la sostenibilidad de la deuda y redoblar nuestro apoyo a los países afectados por shocks climáticos.  

En conjunto, estas medidas garantizarán que el FMI siga siendo una institución inclusiva, capaz de atender las necesidades de todos sus miembros, especialmente las economías emergentes y en desarrollo que sean vulnerables.