Estudios temáticos
2005 2004 2003 2002 2001 2000


Más información sobre el FMI en español



00/05(S)
Recuperación tras la crisis asiática y papel del FMI
Preparado por el personal técnico del FMI

Junio de 2000
Also available:
English
Deutsch
Français
Russian
 
I Introducción
II Nueva estirpe de crisis económicas
III Los programas respaldados por el FMI
IV Importancia capital de las reformas estructurales para el éxito de los programas
V Resultados iniciales y evaluación de los programas respaldados por el FMI
VI Señales de recuperación y contenido de la misma
VII ¿Qué más se requiere para mantener un crecimiento económico acompañado
de equidad?


I. Introducción

Las crisis financieras que estallaron en Asia a mediados de 1997 ya han quedado atrás, y las economías afectadas experimentan una vigorosa recuperación, que no ha sido espontánea, sino que es el resultado de la tesonera aplicación de medidas de política económica por parte de los países afectados y del respaldo financiero en gran escala otorgado por la comunidad internacional, especialmente en el marco de programas respaldados por el FMI para Corea, Indonesia y Tailandia. También Filipinas y Malasia experimentan una viva recuperación económica. Si bien, en visión retrospectiva, el asesoramiento de política económica brindado por el FMI a esos países en el período de emergencia no fue impecable, se introdujeron sin dilación correctivos y mecanismos de adaptación a las circunstancias, y las estrategias adoptadas permitieron restablecer la confianza y la estabilidad en el mercado financiero e hicieron posible la reanudación del crecimiento económico; en la mayor parte de los casos antes de que finalizara 1998. La persistencia de la recuperación y el mantenimiento a largo plazo del proceso de reducción de la pobreza dependen en forma decisiva de una continua estabilidad macroeconómica y de la firme aplicación de reformas estructurales clave.

En el presente documento se actualiza en forma sintética el estudio titulado "The IMF's Response to the Asian Crisis", publicado en enero de 1999. El estudio contiene cuatro recuadros de países (tres se refieren, respectivamente, a Corea, Indonesia y Tailandia, y el cuarto a Filipinas y Malasia), así como siete páginas de gráficos, los primeros cinco referentes a casos de países individualmente considerados, en otro se presenta la perspectiva regional y en el restante se compara la situación macroeconómica imperante durante la crisis asiática con la registrada durante la crisis tequila.

II. Nueva estirpe de crisis económicas

Las crisis que se iniciaron en Tailandia con una serie de ataques especulativos contra el baht estallaron tras varias décadas de excelentes resultados económicos en Asia. Aunque las circunstancias no fueron idénticas en todos los países de que se trata, las dificultades se debieron principalmente a la combinación de desequilibrios macroeconómicos (aunque en general se mantuvo el equilibrio del presupuesto público y las tasas de inflación fueron moderadas), al deterioro de la balanza de pagos y a la fragilidad del sistema financiero y del sector empresarial. Los desequilibrios de balanza de pagos obedecieron a una vigorosa afluencia de capital privado y altas tasas de inversión privada, y se vieron exacerbados, antes de la crisis, por el aumento de valor del dólar de EE.UU., con el que las monedas de los países en cuestión estaban vinculadas oficial o extraoficialmente1.

Varios factores explican la fragilidad de los sectores financiero y empresarial: fallas preexistentes en las carteras de las instituciones financieras; un endeudamiento en divisas desprovisto de cobertura, que expuso a las entidades nacionales al riesgo de sufrir pérdidas considerables en caso de depreciación de la moneda; excesiva utilización de crédito externo a corto plazo, e inversiones riesgosas con un trasfondo de burbujas de precios de acciones e inmuebles. Esos factores se venían acumulando en un entorno de gran afluencia de capital privado y acelerada expansión del crédito interno en sistemas financieros liberalizados, en que la generalizada presencia de garantías públicas implícitas (además de las que representan los sistemas de vínculo monetario) y el régimen de supervisión y regulación no permitían hacer frente a los desafíos de un mercado financiero mundializado.

En ese contexto, la variación en las actitudes de los agentes del mercado podía suscitar, y en efecto suscitó, un círculo vicioso de depreciación de la moneda, insolvencia y salida de capital, que fue difícil detener. El contagio se propagó rápidamente en la región tras la devaluación del baht, pues los inversionistas tuvieron la sensación de que otros países experimentaban dificultades similares, que comprometían su solvencia. Al culminar las crisis, gran parte de las instituciones financieras y las empresas de los países afectados se encontraban en quiebra.

III. Los programas respaldados por el FMI

Se solicitó al FMI que otorgara respaldo financiero a tres de los países más gravemente afectados por la crisis: Corea, Indonesia y Tailandia. La estrategia utilizada frente a la crisis tenía tres componentes principales:

  • Financiamiento. El FMI otorgó financiamiento por unos US$35.000 millones para respaldar programas de ajuste y reforma en Corea, Indonesia y Tailandia; la asistencia concedida a Indonesia se incrementó aún más en 1998-99. Otras entidades multilaterales y bilaterales se comprometieron a aportar financiamiento por unos US$85.000 millones, aunque no se entregó la totalidad de esa suma. Por otra parte se adoptaron medidas concertadas (en diferentes etapas, tras la iniciación de esos programas, en diferentes países) para poner coto a la salida de capital privado.

  • Política macroeconómica. Se adoptó una política económica más restrictiva (en diferentes etapas según el país) para detener el colapso de los tipos de cambio de los países —proceso mucho más avanzado de lo que podrían justificar los parámetros fundamentales de la economía—e impedir que la depreciación de la moneda condujera a una espiral inflacionaria y una depreciación aún mayor. La restricción de la política monetaria fue, como correspondía, temporal: una vez que comenzó a recuperarse la confianza y se estabilizaron las condiciones del mercado se redujeron las tasas de interés. En esencia, correspondía aplicar una política fiscal firme en Corea e Indonesia, en tanto que en Tailandia se preveía la adopción de medidas de restricción fiscal para dar marcha atrás al proceso de incremento del déficit que había tenido lugar el año anterior a la crisis.

  • Reformas estructurales. Se adoptaron medidas encaminadas a corregir las fallas existentes en el sector financiero y el sector empresarial. A través de otras reformas se procuró mitigar las consecuencias sociales de la crisis y sentar las bases para la reanudación del crecimiento económico.

Para las proyecciones macroeconómicas en que se basaban los programas iniciales se adoptó el supuesto de que sería posible restablecer rápidamente la confianza a través de un marco de medidas convincentes, aunado con planes de financiamiento por montos elevados. En virtud de ese supuesto se previó la desaceleración del crecimiento económico, que de todos modos seguiría siendo positivo. Ni el FMI ni otros observadores previeron la profunda recesión que iba a producirse: el PIB de Corea se redujo un 7% en 1998, el de Tailandia un 6% y el de Indonesia un 14%.

Además de otorgar asistencia financiera para programas de reforma de la política económica en esos tres países, el FMI colaboró con otros países de la región que estaban enfrentando la crisis:

  • Amplió y aumentó, en 1997, el monto del programa que estaba respaldando para Filipinas y celebró con ese país un nuevo acuerdo de derecho de giro en 1998.

  • Intensificó sus consultas con otros países afectados por la crisis y les proporcionó asesoramiento de política económica con respecto a las medidas que podían ayudarlos a evitar el contagio. Entre otras cosas, el FMI coincidió con las autoridades chinas en que debía mantenerse el tipo de cambio de la moneda de China frente al dólar de EE.UU.

IV. Importancia capital de las reformas estructurales para el éxito de los programas

Se dio a las reformas estructurales más importancia que en los programas habituales del FMI. Los detalles de esas reformas se formularon en colaboración con las autoridades de cada país y con el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo.

La necesidad de reforma del sector financiero era especialmente apremiante, dadas las causas de la crisis. En los tres países, los programas tuvieron los siguientes componentes comunes:

  • Cierre de instituciones financieras insolventes, para impedir pérdidas adicionales.

  • Recapitalización de instituciones financieras potencialmente viables, en muchos casos con asistencia gubernamental.

  • Estrecha supervisión, por parte del banco central, de instituciones financieras en dificultades.

  • Más estricta supervisión y regulación financieras para impedir la repetición de las dificultades que habían conducido a la crisis. Los objetivos consistieron en restablecer la solidez de las instituciones financieras y aplicar normas de supervisión y regulación de nivel internacional. No obstante, en todos los casos ese proceso se realizó en forma paulatina, dada la necesidad de una solución de compromiso entre un avance convincente y la preocupación de que la adopción demasiado presurosa de un régimen más severo pudiera perturbar el funcionamiento de un sistema que estaba tratando de superar la crisis.

La reestructuración de la deuda de las empresas —incluido el establecimiento de mecanismos de reestructuración viables— se consideró también una contrapartida esencial para restablecer la solidez del sistema financiero. A este respecto el avance fue lento en los tres países, con la consiguiente desaceleración del crecimiento económico.

Las siguientes fueron otras de las reformas ejecutadas:

  • Programas de protección de segmentos pobres y vulnerables de la sociedad frente a los aspectos más nocivos de la crisis, profundizando y ampliando las redes de seguridad y (especialmente en Indonesia) dedicando considerables recursos presupuestarios al aumento de los subsidios de productos básicos, como el arroz.

  • Medidas tendientes a una mayor transparencia en los sectores financiero, empresarial y público.

  • Medidas encaminadas a dar mayor eficiencia a los mercados y aumentar la competencia.

V. Resultados iniciales y evaluación de los programas respaldados por el FMI

Inicialmente, los programas respaldados por el FMI no lograron restablecer la confianza en la medida prevista en los tres países, pues persistió la salida de capital y la moneda siguió depreciándose. Esos fenómenos obedecieron a diversos factores, incluidos los siguientes:

  • Vacilaciones iniciales y cambios de orientación de la política económica en el marco de la aplicación de los programas, por ejemplo, eliminación prematura de medidas de política monetaria restrictivas, junto con incertidumbres políticas y electorales que arrojaron dudas sobre la política económica que iba a aplicarse.

  • Desequilibrios de enormes proporciones entre las reservas y la deuda a corto plazo que iba haciéndose exigible. En Corea y Tailandia, los inversionistas percibieron en forma especialmente clara esta situación, ya que en relación con los programas respaldados por el Fondo se dio a conocer información referente al nivel de las reservas utilizables.

  • Incertidumbre con respecto a los planes de financiamiento oficial; en especial, en Corea e Indonesia no se desembolsaron los recursos de las "segundas líneas de defensa", anunciadas al comienzo de los programas de esos países.

La continua salida de capital y el proceso de desvalorización monetaria hicieron que la recesión, en los países en cuestión, fuera mucho más profunda de lo previsto. Ello obedeció principalmente al colapso del gasto interno, especialmente del gasto de inversión privada. La balanza en cuenta corriente de los países fue objeto de enormes reajustes, vinculados principalmente con una pronunciada disminución de la importación.

Los mercados financieros se estabilizaron en los primeros meses de 1998 en Corea y Tailandia, y bastante después en Indonesia. La moneda comenzó a recuperarse y a mediados de 1998 las tasas de interés se redujeron a niveles inferiores a los anteriores a la crisis. Luego la actividad económica comenzó a recuperarse: a mediados de 1998 en Corea y más tarde en los otros países. Una vez iniciado, el proceso de recuperación resultó inesperadamente sólido, en especial en Corea, cuyo crecimiento económico fue del 10,75% en el total de 1999. La recuperación obedeció al resurgimiento de la demanda privada interna, cuyo colapso había suscitado la recesión.

La experiencia de la crisis asiática y los resultados de la estrategia de política económica aplicada suscitaron nuevas ideas con respecto al sistema financiero internacional y a la reacción de política económica apropiada frente a las crisis financieras. Se sigue estudiando la manera de aplicar las enseñanzas de la crisis asiática a las actividades del FMI. Como medida inicial, en enero de 1999 el FMI dio a conocer un análisis interno provisional sobre el diseño de los programas respaldados por el Fondo ejecutados en Corea, Indonesia y Tailandia, y sobre la experiencia inicial referente a los mismos2. A través de ese estudio se procuró identificar los aspectos de la estrategia del FMI que habían dado los resultados previstos y los que era necesario reconsiderar. En septiembre de 1999, el FMI publicó un estudio en que se pasa revista al asesoramiento de política económica que la institución brindó en Asia en materia de reestructuración financiera3. Una de las enseñanzas clave, según la mayor parte de los observadores, es que deben aplicarse medidas más enérgicas de prevención de crisis. La evolución de la crisis puso claramente de manifiesto la dificultad de poner freno a ese proceso una vez iniciado. Las siguientes son algunas de las enseñanzas recogidas en esa esfera:

  • El hecho de que el Fondo y la mayoría de los restantes observadores no hayan logrado prever la crisis, salvo en el caso de Tailandia, pone de manifiesto la importancia de una vigilancia reforzada, especialmente en relación con la vulnerabilidad del sistema cambiario y financiero, para tratar de corregir las vulnerabilidades antes de que lleguen al extremo.

  • Es esencial una mayor transparencia económica y financiera, a través de la publicación de estadísticas económicas, incluidos indicadores financieros y empresariales y datos generales sobre activos y pasivos de las reservas oficiales, para reforzar la disciplina en el mercado y lograr que los precios de los activos y las corrientes financieras se adapten en forma menos abrupta a la información desfavorable que sobrevenga. Esto ayudará asimismo a evitar la divulgación de información desfavorable durante una crisis.

  • La crisis planteó nuevas preguntas referentes al ritmo y a la secuencia de las medidas de liberalización de la cuenta de capital. En especial, puso de manifiesto los riesgos que entraña liberalizar la cuenta de capital sin antes verificar la solidez del sistema financiero interno. Otro problema, referente a la secuencia de las medidas, consiste en que algunos países liberalizaron las corrientes de capital a corto plazo antes de hacer lo propio con las de largo plazo; en especial, la continua regulación de la inversión extranjera directa dio lugar a una estructura de corrientes de capital que agravó la vulnerabilidad.

  • No se ha comprobado que la crisis haya sido provocada por el riesgo moral. En la práctica, el programa de México de 1995, respaldado por el FMI, que según algunos críticos representó para los mercados una señal de que los países con mercados emergentes podían contar con que el Fondo pusiera en marcha una operación de rescate, no influyó en forma perceptible sobre los mercados financieros asiáticos, pues en ese momento los inversionistas aparentemente creían que lo que sucediera en México no iba a influir sobre los tigres asiáticos.

¿Qué juicio merece la política económica adoptada frente a la crisis?

  • Es indudable que la firme aplicación de una política monetaria restrictiva contribuyó a aliviar las presiones cambiarias y a prevenir espirales inflacionarias. En Corea y Tailandia la evolución fue la siguiente: tras el período de tasas de interés real negativas, depreciación de la moneda y creciente inflación al comienzo de los programas respaldados por el Fondo, las tasas de interés real aumentaron hasta alcanzar un alto nivel durante unos meses. Las condiciones del mercado se estabilizaron, las monedas se recuperaron y las tasas de interés bajaron a niveles inferiores a los registrados antes de la crisis; se evitó así un ciclo de inflación y depreciación. En Indonesia, por el contrario, las tasas de interés real siguieron siendo negativas hasta mediados de 1998, produciéndose una fuerte expansión monetaria vinculada con el colapso bancario y conmociones políticas y sociales. El colapso de la moneda fue mucho más grave y prolongado que en los otros países. Estas experiencias arrojan serias dudas sobre la afirmación de algunos críticos de que la aplicación de una política monetaria restrictiva fue contraproducente e inclusive aceleró el proceso de depreciación monetaria.

  • En visión retrospectiva, los objetivos fiscales iniciales de los programas, que se basaban en parte en el supuesto (adoptado por la mayoría de los observadores en ese entonces) de una moderada desaceleración económica, resultaron demasiado restrictivos. Al hacerse evidente el comienzo de una grave contracción en las economías nacionales y el hecho de que el colapso de la demanda privada generaba grandes superávit en cuenta corriente, se modificaron los objetivos. En los tres países, la flexibilización se inició a principios de 1998, es decir, apenas dos meses después que comenzaron a ejecutarse los programas en Corea e Indonesia. A la luz de lo sucedido, quizás esa flexibilización debió haberse realizado antes, en especial porque cuando esos países entraron en crisis su situación fiscal era sólida y su deuda pública era de escasas proporciones. Si bien la política fiscal no fue una de las causas principales de la recesión, pudo hacerse más en la esfera fiscal para contrarrestar la reducción de la demanda privada, que a su vez parece haber sido provocada, en gran medida, por los efectos de la propia crisis sobre el balance.

  • Como se señaló, es evidente que debían adoptarse reformas estructurales para restablecer firmemente la confianza combatiendo algunas de las causas fundamentales de la crisis. Inicialmente, sin embargo, en los programas no se hizo suficiente hincapié en las cuestiones referentes al sector financiero y al sector empresarial, como ocurrió más tarde, cuando se comprendieron mejor los nexos existentes. En forma más general, la experiencia recogida plantea preguntas referentes al enfoque y al ritmo y secuencia de aplicación de las reformas estructurales. Algunas de esas cuestiones se fueron resolviendo a medida que se ejecutaban los programas: algunas reformas fueron postergadas, y otras, consideradas menos esenciales, fueron desechadas.

  • La experiencia recogida en cuanto a la reestructuración del sector financiero puso de manifiesto asimismo la necesidad de garantías estatales para los depósitos bancarios, claramente definidas, para el caso de crisis. Esta necesidad se manifestó en especial en noviembre de 1997, cuando se clausuraron 16 bancos en Indonesia. Esos bancos estaban sumidos en una grave insolvencia y pocas dudas caben de que era necesario clausurarlos sin dilación para no tener que respaldarlos al precio de una hemorragia de dineros públicos. No obstante, en ese momento no se dio a conocer el tratamiento que se daría a los depositantes en posibles futuras clausuras de otros bancos, hipótesis considerada entonces como muy probable. Ello obedeció en parte a la preocupación por el posible riesgo moral de una garantía plena y dada a conocer en forma amplia. En visión retrospectiva, esas preocupaciones debieron haber ocupado un segundo plano frente al peligro de un inminente colapso del sistema bancario. Al parecer la incertidumbre con respecto al alcance de las potenciales garantías públicas fue uno de los principales factores que aceleraron las corridas bancarias, hasta enero de 1998, en que se anunció una garantía general de todos los pasivos de los bancos.

  • En un comienzo, los programas se basaron principalmente en el establecimiento de condiciones monetarias más restrictivas y otras medidas encaminadas a restablecer la confianza de modo de interrumpir la salida de capital privado. No se aplicaron métodos más radicales, que podían llegar al control de los movimientos de capital, en parte porque ello pudo haber exacerbado el contagio. Pero como la confianza no se restableció rápidamente, en los tres países se hizo necesaria la participación del sector privado, en forma concertada, para poner coto a la salida de capital. En Tailandia, las autoridades llegaron tempranamente a un entendimiento con los bancos extranjeros para que éstos mantuvieran líneas de crédito para sus filiales tailandesas; en diciembre de 1997, pocas semanas después del comienzo del programa, los principales acreedores de los bancos de Corea fueron presionados para que no ejecutaran sus créditos, y en Indonesia se produjo una moratoria de facto del servicio de la deuda externa de las empresas, y más tarde se estableció un marco para la reestructuración de esa deuda. Esta experiencia lleva a preguntarse si la participación del sector privado debió haber sido organizada antes, especialmente en Corea, en que se vislumbraba una crisis de financiamiento pocas semanas después de que se introdujera el programa inicial. Esa experiencia dio impulso asimismo a la labor encaminada a establecer modalidades de participación del sector privado que pudieran ser activadas en caso de crisis, pero también a reforzar la confianza y ayudar a prevenir crisis.

VI. Señales de recuperación y contenido de la misma

La recuperación económica en la mayoría de los países en crisis fue más rápida de lo que preveían muchos observadores. Se evitó la realización de los escenarios pesimistas elaborados en el período en que los problemas eran más severos. Una gestión macroeconómica bien concebida fue esencial para reforzar la balanza de pagos, estabilizar los mercados financieros y facilitar la pronta reanudación del crecimiento económico. Aunque en todos los países asiáticos en crisis se está lejos de haber cumplido todos los objetivos de la reforma estructural, los esfuerzos realizados por sus gobiernos para hacer frente a esos arduos problemas han contribuido a la vigorosa recuperación lograda.

  • En la mayoría de los países en crisis se registra un vigoroso crecimiento del producto real, provocado por el aumento del consumo privado y la exportación, y algunas nuevas inversiones privadas. Se prevé que en Corea la recuperación económica que comenzó en el último trimestre de 1998, menos de un año después del período más penoso de la crisis, suscitará un crecimiento económico del 8% en 2000, y es posible que los resultados superen esas proyecciones. En Tailandia, el crecimiento económico sería del 5% en el presente año. En Indonesia, cuya recuperación se vio afectada por conmociones políticas y una insatisfactoria ejecución de la política económica, el crecimiento económico se reanudó a fines de 1999 y se prevé un crecimiento del PIB real del 4% en el presente año.

  • Para respaldar el crecimiento económico, los países de la región siguen aplicando, en general, una política económica predominantemente acomodaticia. En muchos casos, las tasas de interés real y nominal del mercado de dinero se sitúan por debajo de las anteriores a la crisis. Las tasas de interés comenzaron a disminuir en Corea y Tailandia a principios de 1998 y en Indonesia a mediados de 1999, al reducirse las presiones que sufría la moneda. No obstante, la tasa de aumento del crédito para el sector privado en la región sigue siendo relativamente moderada, en parte porque las instituciones financieras se han dotado de mayor capacidad de evaluación de riesgos y han adoptado un enfoque más prudente en cuanto al otorgamiento de nuevos préstamos.

  • A medida que se afianza la recuperación se realiza un programa de consolidación fiscal; los déficit presupuestarios están siendo eliminados, pese al costo de las reformas del sector financiero, y los programas vuelven a inspirarse en los principios de mínimo financiamiento interno y moderación del endeudamiento público. Si bien se procura incrementar el gasto social, se ha logrado reducir el gasto en proyectos de infraestructura ineficientes y otro tipo de gasto improductivo, incluidas las afectaciones presupuestarias militares. Se están adoptando medidas de reforma del sistema tributario, especialmente a través de la eliminación de exenciones impositivas, para ampliar la base del ingreso fiscal y remozar la administración tributaria, en procura de una recaudación más eficiente y una menor corrupción.

  • La balanza en cuenta corriente sigue siendo superavitaria, en parte debido al aumento de la competitividad y la fuerte demanda mundial de productos electrónicos, que contrarresta el aumento de la demanda de importación vinculada con la aceleración del crecimiento económico. El alza del petróleo tiende a reducir el superávit comercial en los países importadores de petróleo de la región y promueve los superávit comerciales de Indonesia y Malasia. Los tipos de cambio han superado los mínimos registrados durante la crisis, pero en cifras efectivas reales siguen siendo francamente inferiores a los anteriores a la crisis, lo que promueve la competitividad.

  • Se han restablecido las reservas internacionales oficiales, con la consiguiente reducción de la vulnerabilidad de los países frente a las perturbaciones externas. Al final de abril de 2000 las reservas de Corea, que en diciembre de 1997 se habían reducido peligrosamente, llegaron a US$85.000 millones, y el país ha vuelto a obtener acceso a los mercados internacionales de capital. En Tailandia, el monto de las reservas internacionales supera en más del 100% la deuda externa a corto plazo pendiente, lo que se contrapone en forma pronunciada con la situación imperante en 1997.

  • Los precios aumentaron en la mayoría de los mercados regionales de acciones en relación con los valores registrados en el período de mayor intensidad de la crisis, pero expresados en dólares siguen siendo francamente inferiores a los niveles anteriores a la crisis.

  • Los países en crisis han comenzado a aplicar importantes reformas estructurales: se han cerrado, fusionado o recapitalizado bancos y otras instituciones financieras en dificultades y se ha reforzado la supervisión; se han desmantelado monopolios; se han reducido las restricciones a la propiedad extranjera; las empresas están siendo sometidas a un régimen más severo de gestión y declaración de datos, y se han sancionado o modificado leyes encaminadas a reforzar la autonomía del banco central, la política de competencia, los procedimientos de quiebra y los mecanismos de lucha contra la corrupción.

VII. ¿Qué más se requiere para mantener un crecimiento económico acompañado
de equidad?

Pese a los logros recientes, aún se duda de que la recuperación económica dé lugar a un crecimiento económico sostenido, y se temen nuevas vulnerabilidades. Si bien lo ya logrado puede ser mejor de lo que algunos críticos preveían, las reformas estructurales no han avanzado tan rápidamente como se deseaba. Es esencial alcanzar los numerosos objetivos de reforma estructural pendientes, tarea importante y ardua, para la que quizá no siempre se disponga de apoyo político. Es importante prevenir la "fatiga de la reforma" y no contentarse con lo logrado pese a los satisfactorios resultados económicos recientes. Sigue siendo necesario:

  • Acelerar el proceso de reestructuración del sector financiero. A esos efectos tendrá que culminar el proceso de recapitalización de los bancos comerciales y deberán lograrse mejores resultados en cuanto a recuperación de préstamos y venta de acciones. El ingreso fiscal así obtenido ayudará a cubrir el alto costo presupuestario de la reestructuración.

  • Intensificar la reestructuración de las empresas, centrando la atención en el restablecimiento de balances viables por parte de las empresas a través de programas de reestructuración de deudas y operaciones con acreedores, para restablecer la competitividad y la rentabilidad. De todos modos ese proceso puede ser más lento que el de reconstrucción del sector financiero, en parte porque el sector público cumplirá un papel menos destacado; aun en el mejor de los casos, el proceso será de larga duración.

  • Establecer un marco de legislación comercial propio de una economía moderna. Entre otras, deberán sancionarse nuevas leyes sobre quiebra y política de competencia y deberán crearse instituciones aptas para hacerlas cumplir; además habrá que conferir real autonomía al banco central.

  • Continuar el proceso de apertura y desregulación de los mercados, inclusive a través de una liberalización aún mayor del comercio exterior y la simplificación de los requisitos para el otorgamiento de licencias a las empresas. Se creará así un entorno más propicio para la inversión privada, especialmente para atraer nuevas inversiones extranjeras directas y dar mayor impulso al aumento de la productividad.

  • Ampliar las redes de seguridad social e incrementar la inversión en capital humano, ayudando a preservar la estabilidad social a través de subsidios orientados hacia objetivos, programas de educación y salud, y creación de empleo.

Los planes regionales también pueden ser útiles para respaldar un crecimiento económico sostenido y el mantenimiento de relaciones financieras estables entre los países participantes. En este orden de ideas, la reciente "Iniciativa Chiang Mai", mutuamente adoptada por los países miembros de la ASEAN y China, Corea y Japón, constituye un importante ejemplo de colaboración regional reforzada, a través de la cual los países que experimenten dificultades financieras temporales podrán obtener divisas de sus vecinos a través de operaciones de swap y recompra. Aunque todavía no se han establecido los detalles de esos servicios financieros, los mismos deberán complementar la labor del FMI y ser plenamente compatibles con una estrategia encaminada a hacer frente a los problemas económicos de la región.

Es probable que, mediante la aplicación de las medidas que anteceden y la preservación de la estabilidad financiera a través de una política macroeconómica apropiada, los países asiáticos en crisis resurjan con mayor vigor que antes y en mejores condiciones de hacer frente al entorno mundial competitivo del siglo XXI: sus economías estarán orientadas más francamente hacia el mercado y serán más transparentes; sus instituciones financieras serán más vigorosas y estarán mejor reguladas; sus empresas serán más competitivas y sus redes de seguridad social serán objeto de considerables mejoras.

Recuadro 1. Corea

En las últimas décadas, Corea se transformó en una economía industrial avanzada. No obstante, el sistema financiero se vio debilitado por la interferencia del Estado en la economía y por la existencia de estrechos vínculos entre bancos y conglomerados. La pérdida de confianza en el mercado que se produjo en medio de la crisis financiera asiática llevó al país a una situación peligrosamente próxima al agotamiento de sus reservas de divisas. El 4 de diciembre de 1997 el Directorio Ejecutivo del FMI aprobó el otorgamiento de financiamiento para Corea por un máximo de DEG 15.500 millones, suma equivalente a unos US$21.000 millones, a lo largo de tres años.

El primero y más importante de los objetivos de la estrategia de resolución de la crisis coreana consistió en restablecer la confianza y estabilizar los mercados financieros; en segundo lugar se procuró sentar las bases de la reanudación de una recuperación sostenida de la economía real. En consecuencia, se incluyó en el programa una combinación de medidas macroeconómicas y reformas estructurales de gran envergadura. Por otra parte, a principios de 1998 Corea llegó a un acuerdo con bancos extranjeros para ampliar el plazo de vencimiento de los créditos contra sus bancos y evitar el incumplimiento de las obligaciones respectivas.

Al comienzo del programa, Corea adoptó como objetivo de política macroeconómica un aumento temporal de las tasas de interés encaminado a estabilizar el won y evitar una espiral de depreciación e inflación. Esa medida contribuyó al restablecimiento de la estabilidad financiera a principios de 1998, y una vez estabilizado el won se aplicó rápidamente una política macroeconómica más flexible para estimular la economía. Además, las autoridades adoptaron una orientación fiscal expansiva en una etapa temprana del programa, para mitigar el impacto de la inevitable recesión. Admitiendo el hecho de que la aplicación ordenada de medidas de ajuste requiere un amplio consenso social, el gobierno diseñó un acuerdo tripartito en que tomaron parte los sindicatos, las empresas y el Estado. Las autoridades también reforzaron la red de protección social ampliando el sistema de seguro de desempleo y proporcionando respaldo directo a través de programas de obras públicas, protección temporal del nivel de vida y otros programas sociales.

Los objetivos de la reforma estructural consistieron en liberalizar la cuenta de capital, reestructurar los sectores financiero y empresarial, flexibilizar aún más el mercado de trabajo y mejorar el sistema de declaración de datos. A través de la reestructuración, Corea procuró restablecer rápidamente la estabilidad del sistema financiero mediante respaldo de liquidez, una garantia general enmarcada en el tiempo, y el cierre de las instituciones no viables. Otros de los objetivos del programa de reestructuración consistieron en dar solución al problema de los préstamos no redituables, recapitalizar los bancos y reforzar el marco institucional mediante la adopción de mecanismos de regulación y supervisión de prudencia compatibles con prácticas internacionales óptimas.

Inicialmente, la labor encaminada a reestructurar las empresas se centró en el mejoramiento de la política de gestión pública y de la política de competencia. Ulteriormente se dirigió la atención a la reestructuración financiera y operativa, a los efectos de reducir el nivel de la deuda y reforzar la estructura del capital. Se está avanzando en la elaboración de acuerdos extrajudiciales de reprogramación de deudas de varias compañías y procedimientos de insolvencia supervisados por los tribunales en el marco de planes de mejoramiento de la estructura del capital analizados por los bancos. También se está avanzando en el cumplimiento de los compromisos asumidos en el marco de esos planes, principalmente a través de emisión de acciones, cesión de activos, venta de activos y alianzas estratégicas con inversionistas extranjeros.

La recuperación de Corea es ahora vigorosa, y como fruto de las medidas adoptadas en el marco del programa respaldado por el FMI la balanza de pagos ha vuelto a ser estable, se han restablecido las reservas y se ha puesto en marcha la reforma de los sectores financiero y empresarial. Corea ha dejado de girar contra recursos del FMI; además rembolsó con nueve meses de anticipación parte de los fondos recibidos en el marco del acuerdo de giro celebrado con el Fondo. El reto consiste ahora en no contentarse con lo logrado y evitar que las reformas estructurales pierdan impulso.

 

Indicadores económicos seleccionados

  1996 1997 1998 1999 2000**

(Variación porcentual)
Crecimiento del PIB real 7,1 5,5 -6,7 10,7 8,0
Precios al consumidor (final de período) 4,9 6,6 4,0 1,4 1,8
  (Porcentaje del PIB [el signo de menos indica un déficit])
Saldo del gobierno central 0,0 -1,7 -4,4 -3,5 -3,01
Saldo en cuenta corriente -4,4 -1,7 12,7 6,1 2,0
(Miles de millones de dólares de EE.UU.)
Deuda externa 164,4 158,1 148,7 136,0 129,6
(Porcentaje del PIB)
Deuda externa 31,6 33,2 46,9 33,4 26,8

Fuentes: Autoridades indonesias y estimaciones del personal técnico del FMI.
* Estimación.
** Proyección.
1Para 2000 se tiene en cuenta el fondo de pensiones de los funcionarios públicos.

 

Recuadro 2. Indonesia

El sistema de flotación del baht tailandés adoptado en julio de 1997 no tardó en intensificar la presión que soportaba la rupia indonesia. Las fallas estructurales del sector financiero de Indonesia y el cuantioso saldo de la deuda externa privada a corto plazo del país hicieron dudar de la capacidad del gobierno de defender el sistema de tipo de cambio fijo frente a otra moneda. Tras un breve período de ampliación de la banda de intervención se dispuso la flotación de la rupia, y a principios de octubre había sufrido una devaluación del 30%. El 5 de noviembre de 1997, las autoridades celebraron un acuerdo de derecho de giro trienal con el FMI por US$10.000 millones, suma que se incrementó en unos US$1.400 millones en julio de 1998. También se comprometieron a aportar grandes sumas otras instituciones multilaterales (US$8.000 millones) y donantes bilaterales (US$18.000 millones, en lo que ha dado en llamarse "segunda línea de defensa"). Aunque inicialmente la rupia aumentó de valor, en el período comprendido entre diciembre de 1997 y enero de 1998 —tras la decisión adoptada en noviembre por el Banco de Indonesia de clausurar 16 bancos insolventes— los agentes del mercado volvieron a tornarse suspicaces. También se produjeron desviaciones con respecto a la aplicación del programa, aunados a una grave agitación social y política que culminó con la caída del Presidente Suharto en mayo de 1998. El valor de la rupia se redujo aproximadamente 65% entre el 31 de diciembre de 1997 y el 31 de julio de 1998. El deterioro de la confianza provocó inestabilidad financiera y el colapso del producto, con graves repercusiones para los pobres.

En agosto de 1998, en un nuevo acuerdo ampliado con el Fondo se estipuló un nuevo y más ambicioso programa de reforma. Para poner fin a la inflación se estableció como ancla del programa un firme control del dinero primario. Se restableció paulatinamente la seguridad alimentaria —especialmente en lo referente al arroz— a través de importaciones de emergencia, un más eficaz sistema de distribución y subsidios temporales a los alimentos. Otros de los aspectos medulares del programa consistieron en la reforma del sector bancario acompañada por reestructuración de empresas, un eficaz sistema de quiebras, medidas de desregulación y privatización, y una mejor gestión pública. Este marco de política económica dio importantes resultados, incluida la eliminación casi total de la inflación, la estabilización de la rupia y la recuperación de las reservas de divisas. Se redujeron extraordinariamente las tasas de interés y se estabilizó el precio del arroz. El mejoramiento de la actitud de los agentes del mercado se reflejó en la recuperación del mercado de valores y la continua disminución de las primas de riesgo. No obstante, el progreso global logrado no alcanzó un estadio decisivo en el marco del programa. Se produjeron desfases en cuanto a la aplicación de medidas de reestructuración de bancos y empresas. El escándalo del Banco de Bali puso de manifiesto continuas fallas de gestión en instituciones clave, lo que aunado a otros factores dio lugar, en septiembre de 1999, a la suspensión del programa del FMI.

En ese contexto de logros precarios e incompletos, el gobierno recientemente electo negoció con el FMI un nuevo acuerdo ampliado trienal, por unos US$5.000 millones, que fue aprobado por el Directorio Ejecutivo del Fondo en febrero de 2000. A través del marco macroeconómico se procura restablecer una tasa anual de crecimiento económico próxima al 5% ó 6% a más tardar en 2002, con un objetivo de inflación anual inferior al 5%. Se estableció el denominado Comité de política del sector financiero, al que se encomendó dirigir y orientar la reestructuración de los bancos y las empresas. El objetivo clave de las medidas de reestructuración de los bancos consiste en capitalizar a todos los bancos, inclusive a través del suministro de fondos públicos, hasta llegar a un coeficiente de suficiencia del capital del 8% a más tardar al 31 de diciembre de 2001, como condición previa para la sustitución del sistema general de garantías por un seguro de depósitos autofinanciado. Los siguientes son otros de los objetivos establecidos: reforzar la labor encaminada a reestructurar los bancos del Estado, mejorar la gestión y la supervisión del sistema bancario y de la Agencia de Reestructuración de Bancos de Indonesia, dinamizar los mercados de bonos y acciones, y reforzar los programas de recuperación de activos. El gobierno ha elaborado una nueva estrategia encaminada a dar nuevo impulso a la reestructuración de las empresas y a las medidas de lucha contra la corrupción en el ámbito judicial.

La recuperación económica está cobrando bríos y la inflación sigue estando contenida. El PIB aumentó 5,8% en el último trimestre de 1999 comparado con igual período del año anterior, lo que hizo posible un crecimiento positivo de reducidas proporciones en el año civil de 1999. Como sucede en otros países asiáticos que están superando la crisis, el consumo y la reducción de las existencias siguen siendo los principales motores de la incipiente recuperación. La tasa de inflación prácticamente no ha variado desde junio de 1999 y se ha logrado reducir las tasas de interés a los niveles anteriores a la crisis.

Indicadores económicos seleccionados*

  1996 1997 1998 1999 2000**

(Variación porcentual)
Crecimiento del PIB real 8,2 1,9 -14,2 1,5 a 2,5 3 a 4
Precios al consumidor (promedio del período) 5,7 12,9 64,7 -0,6 5,4
  (Porcentaje del PIB [el signo de menos indica un déficit])
Saldo del gobierno central 1,2 -1,1 -2,2 -3,3 -4,8
Saldo en cuenta corriente -3,4 -0,9 4,4 3,1 1,9
(Miles de millones de dólares de EE.UU.)
Deuda externa 127,4 135,0 149,9 147,6 149,1
(Porcentaje del PIB)
Deuda externa 54,5 163,1 129,0 91,0 86,9

Fuentes: Autoridades indonesias y estimaciones del personal técnico del FMI.
* Ejercicio, que se abre el 1 de abril y se cierra el 31 de marzo.
** Programa, presupuesto del período 1 de abril al 31 de diciembre.

 

Recuadro 3. Tailandia

En Tailandia, la crisis se inició en 1997, cuando el baht se vio sometido a una serie de ataques especulativos de creciente gravedad y se deterioró la confianza de los mercados en la economía tailandesa. El 20 de agosto de 1997, el Directorio Ejecutivo del FMI aprobó el otorgamiento de respaldo financiero para ese país por un máximo de DEG 2.900 millones, equivalente a unos US$4.000 millones, a lo largo de un período de 34 meses. El monto agregado de la asistencia bilateral y multilateral dispuesta para Tailandia llegó a US$17.200 millones. Tailandia efectuó giros contra esa suma por US$14.100 millones, y en septiembre de 1999 dio a conocer su decisión de no girar contra el saldo restante, pues su situación económica había mejorado.

En las primeras etapas del programa, las autoridades tailandesas adaptaron la política monetaria a un sistema de flotación administrada del baht; promovieron la reestructuración de las instituciones financieras en dificultades, en cuyo contexto cerraron 56 compañías financieras en quiebra; dispusieron recortes presupuestarios para liberar recursos que pudieran destinarse a financiar la reestructuración de la balanza en cuenta corriente y respaldar el mejoramiento de la misma; confirieron al sector privado un papel más destacado en la economía tailandesa, y procuraron atraer capital externo a través de otras medidas de reforma.

La rápida propagación de la crisis asiática a fines de 1997 —que dio lugar a una depreciación del baht mayor de la prevista, un pronunciado deterioro económico y una evolución económica regional desfavorable— justificó la revisión del programa de Tailandia. La revisión se realizó a través de una serie de análisis del programa realizados en estrecha consulta con las autoridades tailandesas. En el contexto de una recesión, cuya gravedad no se había previsto, las autoridades procuraron restablecer el crecimiento económico, hacer posible la continua reestructuración de la economía tailandesa y proteger a los sectores sociales más vulnerables frente al deterioro de la economía.

Los objetivos de la política monetaria consistieron en respaldar la estabilidad cambiaria y promover la recuperación económica. Cuando el baht comenzó a estabilizarse, las autoridades redujeron las tasas de interés. A mediados de 1998, las tasas de interés del mercado de dinero empezaron a aproximarse a los niveles anteriores a la crisis, y primero las tasas de interés pasivas, y luego las activas, comenzaron también a disminuir. En septiembre de 1999, las tasas del mercado de dinero habían llegado a su nivel más bajo en más de una década.

La desaceleración de la economía dio lugar a la modificación de la política fiscal. Si bien en la primera carta de intención se preveía un superávit del presupuesto público equivalente al 1% del PIB en 1997/98, a partir de febrero de 1998 el programa comenzó a adoptar objetivos para el déficit fiscal. El déficit tomado como objetivo (excluidos los costos por concepto de intereses de la reforma del sector financiero) había aumentado del 2% al 6% en abril de 1999, aunque se estima que el déficit real correspondiente a 1998/99 fue inferior al 5% (si se incluyen los costos por concepto de intereses de la reforma del sector financiero, que ascendieron a casi el 2% del PIB, el déficit fue de alrededor del 6,5%). En gran medida, el aumento del gasto estuvo destinado a financiar programas de redes de protección social para los sectores de la población afectados por la crisis. Si bien el estímulo fiscal sigue siendo importante por ahora, a mediano plazo será preciso llevar a cabo una consolidación fiscal para dar marcha atrás al proceso de aumento de la deuda pública.

La reestructuración del sector financiero ha sido un ámbito de política económica clave en todo el período de ejecución del programa de Tailandia. En las primeras etapas, las actividades del programa consistieron en liquidación de compañías financieras, intervención gubernamental en los bancos en situación más débil y recapitalización del sistema bancario. En 1998 se aceleró el programa de reforma, centrándose la atención en la privatización de bancos intervenidos, la enajenación de activos de las compañías financieras y la reestructuración de deudas de las empresas. Las autoridades lograron grandes avances reforzando el marco institucional, inclusive a través de la reforma de la ley de quiebras, los procedimientos de ejecución hipotecaria y las restricciones a las inversiones extranjeras. No obstante, el monto de los préstamos no redituables sigue siendo alto, lo que hace necesario acelerar el proceso de reestructuración de bancos y de deudas de las empresas.

A fines de 1998 la tasa de crecimiento de la economía de Tailandia volvió a ser positiva, y el crecimiento del PIB superó el 4% en 1999 y previsiblemente se incrementará entre un 4,5% y un 5,0% en 2000. Se prevé que la balanza de pagos siga siendo adecuada en el corto plazo, al mismo tiempo que el superávit en cuenta corriente se reduce a medida que avanza la recuperación. El monto de las reservas de divisas sigue estando comprendido entre US$32.000 millones y US$34.000 millones, tal como se preveía en el programa. La recuperación del producto y el restablecimiento de un nivel cómodo de reservas llevaron a las autoridades a dar carácter precautorio al préstamo del FMI y a no efectuar giros después de septiembre de 1999. El acuerdo de derecho de giro expiró el 19 de junio de 2000.

Indicadores económicos seleccionados*

  1996 1997 1998 1999 2000**

(Variación porcentual)
Crecimiento del PIB real 5,9 -1,7 -10,2 4,2 4,5 a 5,0
Precios al consumidor (promedio de
período)
5,9 5,6 8,1 0,3 3,0
  (Porcentaje del PIB [el signo de menos indica un déficit])
Saldo del gobierno central*** 1,9 -0,9 -2,4 -2,9 -3,0
Saldo en cuenta corriente -6,0 -7,9 2,0 12,7 9,1
(Miles de millones de dólares de EE.UU.)
Deuda externa 90,5 93,4 86,2 76,0 67,8

Fuentes: Autoridades tailandesas y estimaciones del personal técnico del FMI.
* Estimación.
** Proyección.
*** Ejercicio, que se abre el 1 de octubre y se cierra el 30 de septiembre.

 

Recuadro 4. Filipinas y Malasia

El contagio financiero que comenzó a afectar a los países de Asia en el segundo semestre de 1997 también se propagó a Filipinas y Malasia, cuyas experiencias, sin embargo, difieren un tanto de las de otros países.

La situación macroeconómica de Malasia era bastante más sólida que la de los restantes países en crisis, especialmente en cuanto a deuda externa, inflación y ahorro; además se registraba un considerable superávit fiscal. El sistema bancario y el sector empresarial eran más sólidos que en los restantes países afectados por la crisis. A fines de la década de los ochenta y a comienzos del decenio siguiente Filipinas había puesto en marcha, con el respaldo del FMI, un exitoso programa de ajuste macroeconómico y reformas estructurales, que al parecer le permitió capear la crisis a un costo relativamente bajo en cuanto a disminución del producto, desempleo y desmembramiento social. En el segundo semestre de 1997 comenzó a realizarse una adecuada gestión de la crisis, y las autoridades de Filipinas modificaron su política económica, en cuyo contexto establecieron un sistema de flotación del peso, aplicaron una política monetaria más restrictiva y reforzaron el sistema bancario. A mediados de 1998, al tomar cuerpo la estabilización, se flexibilizó la política fiscal y la política monetaria.

No obstante, en ambos países la crisis presentó inicialmente características similares a las registradas en Corea, Indonesia y Tailandia, inclusive el deterioro de la confianza de los inversionistas que provocó una salida de capital en gran escala, la disminución de las reservas, el colapso del mercado de valores y una pronunciada devaluación de la moneda. También fueron similares, en un comienzo, las medidas de reacción adoptadas en la esfera de la política monetaria. Malasia, en especial, adoptó una política monetaria y fiscal más restrictiva e hizo hincapié en la ejecución de medidas estructurales, especialmente en cuanto a regulación y supervisión del sector financiero y establecimiento de un sistema de intermediación más eficaz.

En septiembre de 1998 se impusieron en Malasia controles al capital, orientados en gran medida al mercado extraterritorial del ringgit en Singapur y a las corrientes de inversiones de cartera a corto plazo. Las autoridades creían que la existencia del mercado extraterritorial afectaba a su capacidad de reducir rápidamente las tasas de interés. Los controles consistieron en la obligación de repatriar las inversiones en ringgit a más tardar el 30 de septiembre y el establecimiento de un período de mantenimiento de un año a los efectos de la repatriación de las inversiones de capital de cartera. Estos últimos controles fueron reemplazados más tarde —en febrero de 1999— por un sistema de gravámenes de salida graduados, y en septiembre de 1999 se liberalizó aún más el sistema.

La aplicación de controles al capital por parte de Malasia no parece haber alterado mucho —ni positiva ni negativamente— la evolución económica registrada hasta ahora. El establecimiento de controles fue facilitado por la estabilización de las monedas de la región y la relativa subvaloración del ringgit, que dio lugar a un cuantioso superávit de la balanza de pagos. Quizá los efectos negativos de los controles fueron menos pronunciados porque esos mecanismos fueron aplicados cuando ya había disminuido la mayor parte de la fuga de capitales, y porque la aceleración de la recuperación regional, aunada al avance del proceso de reestructuración financiera y de las empresas y la gestión macroeconómica generalmente adecuada realizada en Malasia, apuntaló la confianza en la economía.

En Filipinas, la evolución económica reciente también fue favorable. La recuperación registra un franco avance; el crecimiento del PIB real registrado en 1999 (3,25%) obedeció ante todo a la recuperación de la producción del agro tras la grave sequía de 1998. La política monetaria respalda una continua recuperación, y las tasas de interés son ahora inferiores a las anteriores a la crisis; las reservas cambiarias, por su parte, han aumentado al nivel de la deuda a corto plazo (en cifras basadas en el período que resta para el vencimiento); al mismo tiempo, el superávit en cuenta corriente aumentó hasta llegar casi al 9% del PNB en 1999. También se reforzaron los balances de los bancos. Como respaldo de la recuperación se ha tolerado el incremento del déficit presupuestario, pero en 2000 la política fiscal se ha orientado hacia la consolidación, dada la necesidad de reducir la deuda pública, que es relativamente cuantiosa.

Actualmente, las autoridades de Filipinas y Malasia centran la atención en la aplicación de reformas estructurales encaminadas a hacer frente a las vulnerabilidades y sentar las bases de un crecimiento económico sostenido a mediano plazo. Es mucho lo que queda por hacer para que ambos países puedan enfrentar a una evolución externa desfavorable y mantener la actual recuperación económica y financiera; por otra parte, alcanzar los múltiples objetivos de reforma estructural estipulados sigue representando un desafío para las autoridades de uno y otro país.

 

Cuadro 1. Compromisos y desembolsos de la comunidad internacional
frente a la crisis asiática

(Miles de millones de dólares de EE.UU.)

 
Compromisos


Desembolsos
(al 30/V/00)
 


FMI


Multilaterales1


Bilaterales


Total


FMI


Otros4


Total

Indonesia2
15,0 10,0 24,7 49,7 11,6 10,3 21,9
Corea3
21,1 14,2 23,1 58,4 19,8 10,6 30,4
Tailandia
4,0 2,7 10,5 17,2 3,4

10,9

14,3

Total

40,1

26,9

58,3

125,3

34,8

31,8

66,6

1Banco Mundial y BAsD.
2Incluye los aumentos desde julio de 1998.
3Corea ha rembolsado al FMI US$13.000 millones del financiamiento suministrado por la institución al 31 de mayo de 2000.
4Monto agregado de los desembolsos multilaterales y bilaterales.


1 En la publicación del FMI World Economic Outlook: Interim Assessment de diciembre de 1997 se analizan en forma más exhaustiva los orígenes de la crisis.

2 Véase Timothy Lane y otros, IMF-Supported Programs in Indonesia, Korea, and Thailand: A Preliminary Assessment, Occasional Paper 178 (Fondo Monetario Internacional, 1999).

3 Véase Carl-Johan Lindgren y otros, Financial Sector Crisis and Restructuring: Lessons from Asia, Occasional Paper 188 (Fondo Monetario Internacional, 1999).