Repercusiones regionales de la globalización: Una perspectiva latinoamericana - Presentación de Michel Camdessus

15 de marzo de 1999

99/6(S)

ORIGINAL: ESPAÑOL
inglés

Presentación de Michel Camdessus
Director Gerente del Fondo Monetario Internacional
a la 40a. Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo
París, 15 de marzo de 1999

Señor Presidente, señores gobernadores, damas y caballeros:

Permítanme, en primer lugar, agradecer a Enrique Iglesias el honor que me ha brindado al invitarme a hacer uso de la palabra en esta tribuna después de él, esta mañana. Conociéndolo, me pregunté por un momento qué razones podía tener para invitarme. ¿Se trataba de una prueba para alguien que podría querer ser profeta en su tierra? ... Creo que quería más bien hacerlos sentir de cerca las estrechas y cálidas relaciones que existen entre nuestras dos instituciones, una realidad de todos los días, una realidad sobre todo en momentos difíciles como los que acabamos de vivir. Pero todo honor conlleva obligaciones, para mí esta mañana la de usar el idioma de trabajo del BID. Ruego a los francoparlantes que me excusen, así como a los hispanoparlantes, cuyos oídos tal vez sufran (1).

Sobra decirles, señores gobernadores, mi total acuerdo con el análisis visionario y sagaz del Presidente del Banco. Déjenme solamente añadir a sus palabras el testimonio del FMI, una institución a la que ustedes han pedido ponerse a la vanguardia del combate contra la crisis, y a partir de esta experiencia tratar de darles unos elementos de respuesta a algunas de las preguntas que el Presidente Iglesias ha tan oportunamente sometido a su atención.

* * * * *

Sí, señores gobernadores, estos últimos años nos han enseñado mucho respecto a lo que la globalización significa, con sus oportunidades y sus riesgos. La experiencia de sus países en ese campo me permite resaltar tres aspectos importantes:

  1. Sus países han sabido aprovechar sus oportunidades, y atraer desde los primeros años de esta década altos flujos de capitales, los que han desempeñado un papel clave en la tan deseable aceleración de su desarrollo;


  2. Sus países, sobre todo gracias a sus sostenidos esfuerzos por superar la crisis de la deuda, y por asentar su desarrollo en la estabilidad macroeconómica, la reducción de los déficit públicos y las reformas estructurales, se han fortalecido de manera tal que lograron colectivamente contener cada uno de los asaltos de la crisis de manera impresionante--aún si, desde luego, su impacto ya se hizo sentir en 1998, y seguirá, con más dureza en 1999. Pero déjenme insistir en este logro suyo: la fuerte capacidad de resistencia demostrada por la región, la cual se debe en buena parte a la pronta y responsable reacción de las autoridades para encarar decisivamente la situación, y por otra parte a sus esfuerzos por ejecutar, a lo largo de los últimos diez años, amplias reformas que dotaron a la región de sistemas financieros sólidos y de un marco de políticas más flexibles. Resulta entonces alentador ver como los inversionistas empiezan ahora a discriminar más claramente entre los países, sobre la base de su propia fortaleza económica y de la coherencia en el enfoque de su política económica.


  3. Tercera observación: Los países que han sido golpeados de manera mas traumática--México en 1994-1995, y Brasil en estos momentos--han demostrado su capacidad de reaccionar con programas vigorosos, capaces de atraer un apoyo internacional decisivo, y de crear bases nuevas para un desarrollo más fuerte y más sostenible. Esto es lo que logró México con el éxito que todos hemos podido aplaudir. Esto es lo que Brasil ha de lograr porque todos sabemos de la solidez del programa hoy en vigor, porque todos sabemos de la determinación de las autoridades de llevarlo a cabo sin demora ni relajamiento, y porque no podemos dudar de que todos los que son sus socios en la tarea tan prometedora del desarrollo de este gran país--sean ellos bancos, acreedores privados o gobiernos amigos--todos ellos mantendrán su apoyo y entenderán la especial importancia de respaldar los valientes esfuerzos del Brazil en estos momentos difíciles. Y es confiando en el decidido complemento que todos ellos juntos añadirán a nuestra propia contribución de US$18,000 millones que he decidido someter este programa a la aprobación del Directorio del Fondo a fines de este mes o a principios de abril. El éxito de este programa será de Brasil, pero también del Mercosur y de todos sus países.


¿Qué les queda pues por hacer hoy día a todos sus países, cuando sabemos que para todos este año 1999 será excepcionalmente difícil? Cuando les toca reparar las secuelas de desastres naturales tan horrendos, ajustarse al bajo crecimiento de la economía mundial, a la caída de precios de sus productos de exportación, a las presiones cambiarias, a la menor disponibilidad de financiamiento externo y al aumento de las tasas de interés y spreads. ¿Qué hacer cuando como consecuencia de todo aquello, las perspectivas de crecimiento en el corto plazo se han desvanecido y se espera para este año una caída en el producto per cápita, con el consiguiente aumento de la pobreza?

En primer lugar, a nivel de los países individuales, es cierto que no existe ninguna panacea, y que no hay alternativas a una gestión prudente, consistente, que logre inspirar la confianza de los mercados. ¿Pero cuáles son sus ingredientes?

  • La defensa incansable de la estabilidad macroeconómica, con todo lo que ello implica en el campo de la política fiscal, y con la debida flexibilidad en el manejo monetario.


  • La profundización de las reformas estructurales, pues todavía queda amplio espacio para continuar con las privatizaciones, la flexibilización de los mercados laborales, y la modernización de la legislación y la supervisión bancarias.


  • Y finalmente, proseguir con esas reformas de segunda generación en las que sus países, con el apoyo del BID y del Banco Mundial, han sido pioneros mucho antes de que ellas se incorporaran al debate mundial sobre la definición de una nueva arquitectura financiera. Es claro ahora, para todos, que para lograr realmente la confianza de los inversionistas son imprescindibles el buen gobierno, la transparencia y el fortalecimiento de las instituciones de mercados.


Pero, ya lo sabemos, este mundo globalizado requiere de una dimensión adicional. Aquí me toca aportar mis elementos de respuesta a esta cuarta pregunta que nos hizo el Presidente Iglesias: "En este contexto, ¿tienen futuro las esfuerzos de integración regional?" Mi respuesta será rotunda: sí, y más que nunca. Pero no les voy a hablar de teoría. Más bien, puesto que nos acoje hoy uno de los once países que en estos momentos están creando esta nueva moneda, el euro, que inmediatamente se ha establecido como el segundo activo de reserva del mundo, con un impresionante efecto estabilizador y protector para sus economías, permítanme incitarles a meditar unos instantes sobre esta experiencia.

Antes que todo quiero destacar que lo que admiramos hoy aquí no es el fruto de una ingeniosa maniobra de acercamiento monetario entre economías de características muy cercanas. Por el contrario, es fundamentalmente el fruto de un perseverante esfuerzo de convergencia macroeconómica que, desde el principio de los años 80 y a partir de situaciones y orientaciones iniciales muy diferentes, ha pacientemente establecido las bases de una moneda común. Este esfuerzo de acercamiento económico culmina hoy con la creación de esta moneda única. Pero de particular relevancia es el beneficio que cada una de estas economías han sacado, durante este largo recorrido, de estos esfuerzos de convergencia: el haberse animado mutuamente a arrancar pacientemente las cizañas de los desequilibrios inflacionarios y de las demandas proteccionistas. Este es un camino que se ofrece a todos sus países para realzar los logros de los esfuerzos y reformas nacionales. Cualquiera que sea la opción final que consideren deseable en el ámbito monetario, la convergencia y la integración regional de sus economías es el sine qua non para su fortalecimiento y su capacidad de adaptarse al nuevo ámbito financiero mundial--lo repito, cualquiera que sea la opción final de integración monetaria. Los frutos de estos esfuerzos de convergencia, cuyas dificultades no quiero ignorar, pueden ser valiosos:

  • Proporcionarían otra prueba de la determinación de la región para enfrentar los desafíos de la economía globalizada y para mantener un manejo económico coherente y estable;


  • Mediante el intercambio de información y de opiniones, ayudarían a las autoridades a evaluar mejor los riesgos que se están perfilando en cada uno de los países, y a diseñar mejor las políticas adecuadas para enfrentarlos;


  • Más allá del fomento de la convergencia entre políticas nacionales, ayudarían a los gobiernos a consolidar el apoyo político interno para la implementación de sus políticas, frenando las demandas proteccionistas o de reversión de las reformas;


  • Finalmente, ofrecerían una instancia para evaluar el impacto que tienen los cambios de políticas en un país sobre sus vecinos, limitando así la ocurrencia de decisiones unilaterales desestabilizadoras.


Hay varias maneras de implementar este enfoque regional, y de hecho ya existen varios foros que pueden ser usados con este fin. Déjenme subrayar su importancia en tres áreas: la política macroeconómica, el área financiera y el área comercial.

De macroeconomía ya he hablado lo suficiente. Bástame añadir que como lo hace con el G-7 u otros grupos y regiones, el Fondo Monetario Internacional está a su disposición para asistirles en estos esfuerzos para facilitar una discusión franca y abierta a nivel regional de las políticas económicas que se están aplicando. Ya tuvimos una primera experiencia de ello en septiembre pasado, cuando los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales de las economías latinoamericanas que tienen un acceso regular a los mercados financieros, se reunieron en la sede del Fondo Monetario en Washington para discutir su situación y sus opciones de políticas luego de la crisis en Rusia. Se podría ampliar dicha experiencia a través de reuniones periódicas, con una representación más extensa, y tal vez agrupando a los países según subregiones, de manera de asegurar la participación activa de cada uno. Así se crearía un terreno fértil para la discusión de nuevas ideas y para la gradual convergencia de políticas.

Segundo, podría ser oportuno considerar un enfoque regional, coordinado, en el campo de la supervisión financiera. Si hemos aprendido algo de las crisis recientes, ha sido la necesidad de consolidar decisivamente los sistemas financieros. Los principios de Basilea para una efectiva supervisión bancaria han representado un avance importante hacia la definición de normas aplicables en todo el mundo. Insto a todos los países de América Latina y el Caribe a implementar estos principios lo más rápidamente posible. Pero, ¿no sería posible ir un paso más allá? Para aumentar aún más la confianza en la región, ¿por qué no considerar medidas complementarias en el campo de la regulación que estén más acordes con las circunstancias específicas de la región? Déjenme darles un ejemplo: los principios de Basiles recomiendan un nivel mínimo de capital respecto de los activos, debidamente ponderado por riesgo. Pero en vista del mayor perfil de riesgo que pueden presentar los bancos de la región, comparados con bancos internacionales más diversificados, podrían precisar una capitalización bancaria más alta, y de hecho algunos países ya así lo han decidido. Otros aspectos de la regulación, como las normas de contabilidad y valoración de cartera, o los criterios para evaluar los sistemas internos de manejo de riesgo, también podrían ser fortalecidos con una definición regional basada en los principios vigentes a nivel internacional, ajustándolos a las circunstancias regionales. Todo ello podría a su vez reforzarse con una cooperación más intensa entre supervisores nacionales, y un fortalecimiento de la tarea de la agrupación regional de supervisores, con continuo apoyo del BID y del FMI.

La tercer área es la comercial. Recibimos cada vez mayores evidencias de los estrechos lazos existentes entre el desempeño exportador de las economías, su grado de apertura comercial y su desarrollo. Hace tiempo que esta región se enteró de ello, y esto explica que la mayoría de los países ha mostrado una determinación férrea en mantener la apertura de sus economías. Hemos visto continuos avances hacia la reducción de los aranceles aduaneros, y se han iniciado negociaciones para crear un Área de Libre Comercio de las Américas. Pero en tiempos de crisis aumentan los riesgos de tensiones en el área comercial. La política comercial no puede, ni debe ser usada como sustituto de una política de ajuste macroeconómico, y es crucial mantener activo, en las agendas de los gobiernos, el tema de la liberalización comercial. No dudo de que continuarán con sus esfuerzos para rechazar el proteccionismo, y que utilizarán los mecanismos regionales, como Mercosur, para mantener y acelerar la apertura de sus economías. Las iniciativas regionales de liberalización comercial pueden brindar beneficios importantes. Pero debemos evitar la multiplicación desordenada de acuerdos comerciales que se superponen y a veces se contradicen entre sí. Por eso es clave fomentar el diálogo y asegurar que las iniciativas regionales avancen en forma decidida y no discriminatoria hacia la liberalización del comercio.

Señores gobernadores, no me cabe duda de que se mostrarán ustedes mucho más imaginativos que yo en sus respuestas a esta pregunta tan importante. Pero autorícenme ahora para responder a otra pregunta, la que seguramente está en muchos labios: ¿qué se propone hacer el FMI en estos momentos difíciles para acompañar al BID en su apoyo a sus países? En primer lugar, por cierto, continuar con el máximo empeño con sus tareas tradicionales, y en particular intensificar nuestro apoyo a estos once países que tienen o están negociando programas con nosotros, por un monto total de compromisos que podrían alcanzar DEG 21,000, es decir más de US$28,000 millones de dólares. Esto en este momento significa finalizar exitosamente las conversaciones emprendidas, en particular con Ecuador y Venezuela, y desempeñar el papel más activo posible en el apoyo a las víctimas del Huracán Mitch, para sólo mencionar algunos programas. Pero más allá de ello, nuestra tarea es contribuir a los esfuerzos de la comunidad internacional para encontrar una respuesta más eficaz al agudo problema de la deuda de los más pobres, y establecer un nuevo mecanismo que nos permita otorgar líneas de crédito contingentes en favor de países que, a pesar de su manejo macroeconómico prudente, se encuentran vulnerables frente a la volatilidad de los flujos de financiamiento. Con ello deseamos ejercer un efecto catalítico, facilitando la creación de esas líneas bancarias de defensa a las cuales aludió el Presidente Iglesias. De hecho, este nuevo enfoque podría ser uno de los primeros elementos de esta nueva arquitectura del sistema financiero internacional, la cual debatiremos en Washington en el marco del comité interno a fines del mes próximo y que debe tener como objetivo el brindar a sus países el marco sólido, el marco equitativo que necesitan para un crecimiento duradero y de alta calidad.

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La época actual conlleva grandes desafíos para América Latina y el Caribe. Pero cuando pienso en la valentía de los pueblos y de los gobiernos de esta gran región--sean los esfuerzos de los países golpeados por las turbulencias financieras para resistir al contagio, el indomable espíritu de los pueblos centroamericanos frente a las destrucciones del huracán Mitch, o la tenacidad de las islas caribeñas en el adverso contexto externo--estoy seguro de que la región alcanzará logros aún más importantes y saldrá fortalecida de esta crisis. Y estén seguros, señores gobernadores, de que nosotros en el FMI haremos todo lo posible, en estrecha colaboración con el BID, para que así sea.

1. El primer párrafo del discurso fue pronunciado en francés.



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