Discurso en las Reuniones Anuales: El camino por delante -- Una economía mundial en proceso de cambio, un FMI en proceso de cambio

12 de octubre de 2012

Christine Lagarde, Directora Gerente del
Fondo Monetario Internacional
Tokio, 12 de octubre de 2012

Introducción: El mundo viene a Japón

Ohayo gozaimasu ¡Buenos días!

Señor Presidente de las Reuniones Anuales, gobernadores, distinguidos invitados: en nombre del Fondo Monetario Internacional, permítanme darles la bienvenida a estas Reuniones Anuales. Tokyo e yokoso!

Permítanme saludar y expresar mi agradecimiento a su Alteza Imperial, el Príncipe Naruhito, por estar con nosotros. Es un enorme privilegio contar con su presencia. También quisiera agradecer a nuestros anfitriones japoneses por su maravillosa hospitalidad. Y permítanme dar una muy calurosa bienvenida a mi amigo Jim Yong Kim, en su primera participación en las Reuniones Anuales como Presidente del Banco Mundial. Sé cómo se siente: ¡yo estuve en sus zapatos el año pasado!

La última vez que las Reuniones Anuales se celebraron en Tokio, allá por el año 1964, el Primer Ministro japonés Hayato Ikeda afirmó que “el desafío vital que todos enfrentamos, ya sea a nivel nacional o internacional, es promover un crecimiento económico estable y reducir la disparidad entre ricos y pobres”. Como reza el viejo dicho, cuanto más cambian las cosas, más siguen igual (plus ça change, plus c'est la même chose).

Japón ha recorrido un camino muy largo desde 1964.

Acabo de regresar de Sendai, escenario del devastador terremoto y tsunami el año pasado. El escenario de tantas vidas perdidas, de tantos sueños destrozados. Y sin embargo lo que vi fue una ciudad que ha renacido. Vi de primera mano los increíbles esfuerzos del pueblo japonés para reconstruir su país y sus vidas. Vi coraje y confianza.

Es una inspiración para el mundo. Allí comprendieron lo que todos debemos comprender: solo actuando unidos podemos superar los problemas de hoy y mejorar nuestro futuro colectivo.

Esta mañana quisiera compartir con ustedes algunas ideas acerca de cómo sería ese futuro, para la economía mundial, el FMI y todos nosotros.

Me referiré entonces a tres temas:

A. El ritmo y la escala del cambio en la economía mundial.

B. La forma de recorrer el camino por delante.

C. Mi visión del FMI para el futuro.

A. Un mundo que fluye: Cambios de gran magnitud y vasto alcance

En momentos en que debemos lidiar con los grandes cambios que están ocurriendo a nuestro alrededor, quizá podamos aprender de las Reuniones Anuales celebradas en Tokio en 1964.

En aquella oportunidad, los países miembros aquí reunidos se encontraban en la cúspide de un nuevo mundo brillante, una edad dorada. Japón estaba en medio de un renacimiento económico y la economía mundial crecía con espectacular pujanza.

Observemos cuánto camino hemos recorrido. Miremos el notable aumento de los niveles de vida, medidos en función del PIB real per cápita: son casi 3½ veces más altos en el mundo, han crecido 4 veces en Japón y registran un impresionante aumento de 9½ veces en los países emergentes de Asia. Los volúmenes del comercio mundial son 16 veces más altos. Y, con China a la cabeza, unos 500.000 millones de personas tan solo en Asia han logrado salir de la pobreza en estas últimas décadas.

Si observamos el panorama que presenta el futuro, nuestro mundo está siendo transformado nuevamente por varias grandes megatendencias.

Se están registrando grandes cambios demográficos: vastos sectores de población joven en las regiones económicas que están creciendo; poblaciones cada vez mayores de cabellos canos en las economías avanzadas y las principales economías emergentes; y más y más mujeres que participan en la economía. De aquí a 2035, África tendrá la fuerza laboral más grande del mundo, de más de mil millones de personas, más que la de India o de China. Pero para entonces el mundo también tendrá más de mil millones de habitantes de más de 65 años de edad.

El poder económico se desplaza desde Occidente a Oriente, y la prosperidad ha empezado a trasladarse del Norte al Sur. Los mercados emergentes y las economías en desarrollo representan hoy la mitad del PIB mundial, en comparación con un cuarto del PIB en 1964.

Las comunicaciones e innovaciones tecnológicas están impulsando nuestras economías y nuestras sociedades a niveles cada vez más altos. Una infinidad de interconexiones nos vinculan, abriendo un portal de innumerables posibilidades para cada uno de nosotros. Actualmente, casi 3.000 millones de personas están conectadas a Internet, una red verdaderamente mundial.

En suma, las arenas de la economía mundial se están desplazando.

La fortaleza y el dinamismo de Asia son evidentes. Algo similar ocurre en otras regiones emergentes. Cuando visité Brasil este año, por ejemplo, pude ver a una presidenta, Dilma Rousseff, totalmente decidida a lograr un crecimiento inclusivo y a impulsar sus planes para reducir la desigualdad. Es mucho lo que podemos aprender de aquellas regiones que pasaron por períodos traumáticos.

Europa también atraviesa un proceso histórico de integración. Sí, es verdad que la zona del euro está siendo sometida a duras pruebas, y que debe seguir avanzando en la implementación de las iniciativas de política económica que se han anunciado. Pero también debemos reconocer que una integración bancaria y fiscal más profunda, sumada a reformas estructurales de esquemas hondamente arraigados, fortalecerá los cimientos de su economía y sentará las bases para una unión más sólida y resistente en el futuro.

También Oriente Medio se está transformando. Y sí, el camino por delante estará plagado de dificultades. Pero si hay compromiso, y apoyo externo, estoy segura de que las promesas de la transformación árabe iluminarán el rumbo como un faro de esperanza. Cuando me reuní con el Presidente Morsi de Egipto, él me habló de su determinación de emprender ambiciosas reformas económicas sustentadas en instituciones sólidas y democráticas, y el Presidente Morsi está cumpliendo su palabra.

África subsahariana también se está abriendo camino, creciendo con fuerza y a un ritmo constante después de décadas de estancamiento. Naturalmente, todavía queda mucho camino por recorrer para ganar la larga guerra contra la pobreza. Pero los viejos estereotipos están desapareciendo rápidamente, y el surgimiento de “mercados fronterizos” de fuerte crecimiento concita gran interés externo. Miremos el caso de Nigeria, un país que visité a comienzos de este año. Es un país que durante muchos años despilfarró su herencia de riqueza petrolera, pero ahora crece de manera impactante, gracias a un dinámico proceso de reformas y al fuerte liderazgo de sus dirigentes.

Estos cambios están marcando el rumbo de nuestro futuro.

Pero también hay grandes desafíos. No debemos dejarnos llevar por el entusiasmo. Como ustedes habrán observado en nuestras previsiones, la recuperación mundial es todavía demasiado débil. Las perspectivas de empleo para un número incalculable de millones de personas son aún demasiado exiguas. La brecha entre ricos y pobres es aún demasiado amplia.

Hay un difícil camino por recorrer para que nuestro optimismo se haga realidad.

B. La forma de recorrer el camino por delante

Esto me lleva al segundo punto: ¿cómo podemos recorrer con éxito ese camino? ¿Cómo debemos manejar el cambio?

Veo tres hitos:

  • Dejar atrás la crisis.
  • Completar la reforma del sector financiero.
  • Atacar la desigualdad y construir un crecimiento inclusivo.

Dejar atrás la crisis

La primera prioridad es, sin duda, superar la crisis y restablecer el crecimiento, especialmente para poner fin al flagelo del desempleo.

Conocemos el paquete de políticas que puede ayudarnos a lograr ese objetivo: una política monetaria acomodaticia; un ritmo adecuado de ajuste fiscal, que no perjudique el crecimiento pero que se base en planes realistas para reducir la deuda a mediano plazo; concluir el saneamiento del sector bancario; y reformas estructurales que impulsen la productividad y el crecimiento. Todo ello debe complementarse con medidas que reequilibren la demanda mundial orientándola hacia los mercados emergentes dinámicos.

No nos engañemos: sin crecimiento, el futuro de la economía mundial está en peligro.

Quizás el mayor obstáculo será el enorme legado de deuda pública, que actualmente representa en promedio casi el 110% del PIB en las economías avanzadas, el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Esto deja a los gobiernos muy expuestos a cambios sutiles de la confianza. También les ata las manos, especialmente cuando intenten construir la infraestructura del siglo XXI y cumplir al mismo tiempo las promesas sociales. Las necesidades de una población en rápido proceso de envejecimiento acrecentarán estas presiones.

La historia nos enseña una lección clara: reducir la deuda pública es una tarea increíblemente difícil si no hay crecimiento. Un alto endeudamiento, a su vez, hace más difícil lograr tal crecimiento.

El camino que tenemos ante nosotros es angosto y largo.

La clave ahora es pasar de la deliberación a la acción para aplicar las políticas que sabemos son necesarias, y avanzar juntos en todos los frentes. Somos múltiples jugadores, pero el juego es uno solo, y es un juego que se vuelve cada vez más complejo, pero que puede arrojar resultados positivos.

Un mejor sistema financiero

El segundo hito que planteo es un mejor sistema financiero. Sabemos que es crucial para la moderna economía mundial.

Pero necesitamos superar el sistema que nos llevó a la crisis, un sector financiero donde algunos, como dirían los antiguos griegos, jugaron con el hubris, o exceso de soberbia, y desataron el castigo de los dioses, la némesis.

En este momento, a pesar de registrar algún grado de progreso, el sistema no es mucho más seguro que cuando estalló la crisis de Lehman. Es todavía demasiado complejo, las actividades siguen estando demasiado concentradas en las grandes instituciones, y el fantasma de las entidades demasiado importantes como para dejarlas caer todavía acecha al sector. El hecho de que sigan registrándose excesos y escándalos muestra que en realidad la cultura no se ha modificado.

Por eso, como tema prioritario y urgente, debemos completar la agenda de reformas del sector financiero: mejor regulación, mejor supervisión, mejor resolución de las entidades transfronterizas, incentivos prudentes en las instituciones financieras e igualdad de condiciones para el sector.

Estamos logrando avances, especialmente en lo concerniente a la agenda de Basilea III para mejorar las reservas de capital y de liquidez. Pero temo que estemos perdiendo impulso, tanto en cuanto a la implementación de las reformas acordadas como en los avances en temas tales como los instrumentos derivados, la banca paralela y las instituciones que son “demasiado importantes para quebrar”.

A muchos participantes de la industria les preocupan los costos de las nuevas regulaciones. ¿Se justifica esa preocupación? En un reciente estudio del FMI se muestra que una mejor regulación hará aumentar las tasas pasivas, pero relativamente poco. Observamos asimismo que un aumento de las reservas de capital a los niveles apropiados no perjudica el crecimiento sino que lo favorece. La reforma de los impuestos que gravan el sector financiero también puede contribuir a reducir un exceso de asunción de riesgos y de apalancamiento.

La conclusión es que los costos de una reforma son asequibles. Los costos de la complacencia no lo son. Ya hemos pasado por esto.

Otra consideración a tener en cuenta: el sistema financiero puede contribuir a facilitar la transición hacia un crecimiento mundial más equilibrado. En este momento, las economías emergentes de Asia concentran alrededor de un tercio del ahorro mundial. Al desarrollar los mercados financieros locales, estas economías podrían canalizar una mayor cantidad de esos ahorros hacia el propio patio trasero de las economías emergentes de Asia, es decir, hacia las personas que más los necesitan para acceder a la prosperidad.

Desigualdad y crecimiento inclusivo

Esto me lleva al tercer hito: la desigualdad y la calidad del crecimiento en nuestro mundo futuro. En realidad, esto tiene que ver con la dimensión humana de la formulación de las políticas.

El crecimiento es esencial para la futura economía mundial, pero debe ser una clase diferente de crecimiento. Un crecimiento que no sea simplemente la consecuencia indirecta de una globalización sin límites. Un crecimiento que sea inclusivo.

Estudios recientes del FMI nos indican que una menor desigualdad se asocia con una mayor estabilidad macroeconómica y un crecimiento más sostenible. Esto tiene profundas repercusiones para las políticas públicas.

Significa centrar la atención en la eficiencia, pero sin dejar de lado el tema de la equidad, al formular la política fiscal. Significa una distribución equitativa de la carga del ajuste, y proteger a los débiles y vulnerables. Significa una mejor inclusión financiera, de modo que todos tengan acceso a los mercados crediticios y financieros. Significa una mejor transparencia y una mejor gestión de gobierno, de modo que las puertas de la oportunidad estén abiertas para todos, y que si se cierran, se sepa por qué.

Reitero entonces los tres temas en torno a los cuales girará nuestra futura economía mundial: superar la crisis, mejorar el sistema financiero, construir un nuevo tipo de crecimiento.

C. El futuro FMI: Servir a nuestros países miembros en el nuevo mundo

¿Qué implica todo esto para el futuro del FMI?

Algo que trasciende todo lo que he dicho hasta ahora es la necesidad de una mayor cooperación. Un mundo que esté unido por lazos comunes debe ser un mundo que trabaje en forma conjunta: un mundo que, como diría el gran poeta indio Tagore, “no esté desmenuzado en fragmentos a causa de los estrechos muros nacionales”.

Por eso, si bien los organismos multilaterales fueron importantes en el pasado, son aún más importantes para nuestro futuro.

Y el FMI es un foro de primer orden para este tipo de cooperación mundial.

Esta crisis nos ha cambiado: nuevos enfoques, nuevas herramientas, nueva relevancia. Las características fundamentales del futuro FMI ya están perfilándose, pero se construyen a partir de nuestro pasado y del mandato que nos dieron nuestros fundadores.

¿Cómo debería ser entonces el FMI en el futuro?

Ante todo, el FMI debe ser siempre un asesor de confianza.

El asesoramiento es a veces difícil, ¡tanto darlo como recibirlo! En este último año, tomamos una serie de importantes decisiones, algunas de ellas controversiales. La recomendación de recapitalizar los bancos europeos, de establecer un mayor cortafuegos financiero en Europa; de adoptar un enfoque más equilibrado para el ajuste fiscal, de prestar urgente atención al problema del precipicio fiscal. Fueron recomendaciones duras, pero nuestro trabajo es precisamente formularlas, ser un árbitro objetivo e independiente en cuestiones económicas, especialmente en tiempos difíciles.

Ahora el FMI debe seguir avanzando y adaptarse aún más a las cambiantes realidades y prioridades de la moderna economía mundial, el mundo de vastas interconexiones. De modo que nos estamos concentrando más que nunca en los efectos de contagio que generan las economías y las políticas, en cómo lo que ocurre en un país afecta a los demás.

Nuestra nueva Decisión de Supervisión Integrada, por ejemplo, permitirá que la supervisión a nivel de los países se beneficie de la supervisión a nivel mundial, echando luz sobre los efectos transfronterizos. Nuestro nuevo Informe sobre el Sector Externo enfoca mejor nuestra evaluación de las políticas, incluidos los tipos de cambio, desde una perspectiva multilateral. Y nuestra nueva Estrategia de Supervisión Financiera refuerza sustancialmente nuestra focalización en un sector que es el centro de las preocupaciones acerca de la estabilidad nacional y mundial.

Segundo: el FMI debe tener los recursos necesarios para respaldar a sus países miembros en este mundo interconectado.

En lo que va de la crisis hemos comprometido US$540.000 millones y desembolsado US$157.000 millones en 126 programas de préstamos: 57 no concesionarios, 69 concesionarios. Estamos ayudando a todo tipo de países a resolver todo tipo de problemas: financiamiento para hacer frente a los procesos de ajuste y de transición, reaseguro para prevenir el contagio y certificar la aplicación de buenas políticas. Y lo estamos haciendo con más flexibilidad y sensibilidad a las condiciones sociales, por ejemplo, recomendando que en algunos países el ajuste fiscal se lleve a cabo en un período más prolongado.

La decisión que ustedes han tomado este año para sumar US$456.000 millones a nuestros recursos es un enorme voto de confianza en la institución, que eleva nuestra capacidad crediticia total a más de US$1 billón. Y recientemente, al usar las ganancias extraordinarias provenientes de las ventas de oro, ustedes también han dado respuesta a los países de bajo ingreso, garantizando que tengamos recursos suficientes en el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza para otorgar préstamos concesionarios en los años venideros.

Tengan la seguridad de que se dará buen uso a sus inversiones: contribuir a poner fin a las crisis, prevenirlas y reducir los costos humanos que ellas acarrean.

Un último punto, de importancia crucial acerca FMI en el futuro: la institución debe ser un fiel reflejo del mundo.

Necesitamos un FMI que represente al mundo, que se asemeje al mundo, y en el cual el mundo encuentre un hogar seguro y confortable.

En este contexto, las reformas acordadas en 2010 representan el cambio más importante de nuestra historia en lo que concierne a nuestra estructura de gobierno. Como resultado, un 6% de las cuotas se trasladará hacia los países dinámicos de mercados emergentes y en desarrollo, lo que equivale a un total de 9% desde el inicio de la anterior reforma de 2006. Por primera vez, Brasil, China, India y Rusia estarán entre nuestros diez mayores accionistas. Por primera vez entre los organismos financieros internacionales tendremos un Directorio Ejecutivo en el que todos los miembros sean electos.

La buena nueva es que hemos logrado un gran avance hacia esta reforma. Hemos alcanzado la mayor parte de los hitos principales: más del 75% de las aprobaciones necesarias para el aumento de las cuotas, más de 120 países a favor de la reforma del Directorio. Ahora debemos seguir trabajando hasta alcanzar el 85% del total de votos que se requiere para completar la reforma del Directorio y el programa de reformas de 2010.

Podemos ver la línea de llegada. Está cerca, y hoy —aquí en Tokio — nuevamente insto a nuestros países miembros a alcanzarla.

Señor Presidente, Gobernadores: este es el FMI que estamos construyendo, y seguiremos construyendo, con el apoyo de todos ustedes. La institución les pertenece. Un FMI para todos los tiempos y todos los pueblos. Un servidor de todos los países miembros de la institución, y de su gente.

Conclusión: El espíritu de Tokio. Cooperación

Para finalizar, permítanme agradecer y rendir homenaje una vez más a nuestros anfitriones japoneses. Japón es verdaderamente el campeón del multilateralismo y la cooperación mundial. Es un amigo del FMI, y hoy celebramos 60 años de nuestra asociación.

Quisiera expresar mi profundo reconocimiento al personal técnico del FMI por su magnífico desempeño. Pocas veces me he sentido tan gratamente impresionada como ante la labor de este grupo de dedicados profesionales que trabajan día y noche para dar apoyo a nuestros países miembros.

También deseo agradecer a los directores ejecutivos de la institución la invalorable orientación brindada y su espíritu de colegialidad. Quiero además agradecerles a ustedes, los países miembros, por su constante apoyo, por creer en nosotros.

Una reflexión final: como parte de estas Reuniones Anuales, organizamos un concurso de ensayos para que los estudiantes japoneses compartieran sus ideas sobre el FMI y la economía mundial. Recibimos numerosos trabajos maravillosos, que constituyen una gran fuente de inspiración. Los finalistas están hoy con nosotros. Los invito a ponerse de pie.

Un ensayo en particular quedó grabado en mi mente. Su autora es una joven llamada Nao Yonemoto.

Nao se refirió a un famoso incidente en la historia de Japón, cuando dos caudillos —Shingen Takeda y Kenshin Uesugi— luchaban por la supremacía. Cuando uno de ellos se enteró de que al otro le faltaba sal —un producto especialmente valioso en esos días— le envió cierta cantidad de sus propias provisiones.

De ahí el gran proverbio japonés, “dadle sal a vuestro adversario”. Dicho de otro modo, sean generosos con los necesitados, aun cuando sean muy diferentes de nosotros, o no pertenezcan a nuestro equipo. ¿El mensaje? Ayudarnos unos a otros en momentos difíciles es la única manera de avanzar.

Señor Presidente, Gobernadores: el espíritu de cooperación es la única manera de avanzar. Pude ver ese espíritu en Sendai el otro día. Lo he visto en mis viajes a nuestros países miembros durante este último año. Lo veo nuevamente en sus rostros esta mañana.

Es el espíritu de nuestras Reuniones. Espero que se lo lleven con ustedes cuando regresen a sus países.

Muchas gracias.

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