Cómo reforzar el vínculo entre lo económico y lo social en el marco de una economía globalizada

26 de octubre de 1999

99/22 (S) Intervención de Michel Camdessus,
Director Gerente del Fondo Monetario Internacional,
ante la Junta Confederativa de la Confederación Mundial del Trabajo
Washington, 26 de octubre de 1999

inglés   francés

Es un gran placer para mí compartir con ustedes mis reflexiones sobre los vínculos entre lo económico y lo social en el contexto de la globalización de la economía mundial, tema que suscita claramente un renovado interés dentro de la comunidad internacional. Vengo modestamente a levantar el telón para iniciar el debate, en cierto modo, puesto que el punto culminante de este encuentro será sin duda la llegada de mi amigo Juan Somavía, cuya participación fue valiosísima para ayudar al mundo a definir estos objetivos de lucha contra la pobreza en la Declaración de Copenhague, hace cuatro años, y quien ahora está al timón de la OIT. Y todos contamos con él para ayudarnos a impulsar la causa de los trabajadores y de los más pobres, en pro de un mejor equilibrio del mundo en que vivimos. Pero además tenía gran interés en estar aquí hoy porque deseaba unirme a ustedes en el homenaje a Willy Peirens1 y asociar en este homenaje al FMI. Al reflexionar sobre su periplo, sus peripecias, sus contribuciones valientes y humanistas a la vida sindical y su visión de futuro, Peirens constata que decididamente el mundo de hoy no es el mundo con el que soñaba, pero puede estar seguro de que ha ayudado a los trabajadores a hacerse cargo de su propio destino y ha contribuido así a crear un mundo más fraternal.

No me cabe duda de que el problema más acuciante que confrontamos al acercarnos al fin del siglo es la pobreza. Realmente, el siglo XX que termina no tiene buena cara: al concluir este siglo, que habrá sido el del consumo masivo y la globalización de la economía—dos fenómenos que decididamente han beneficiado a miles de millones de personas—,otros cuatro mil millones viven en condiciones inaceptables que apenas han cambiado en 100 años. Celebro la atención que la Confederación Mundial del Trabajo presta a este aspecto de la situación, como se refleja en las resoluciones del 24o Congreso celebrado en Bangkok en 1997 o, más recientemente, en la declaración previa a las Reuniones Anuales del FMI y del Banco Mundial, que tuvieron lugar hace unas semanas, en la que se destaca la importancia que ustedes asignan a los "fundamentos sociales". Espero tener hoy la oportunidad de volver sobre este tema y responder a las preguntas al respecto.

No obstante, desde hace varios años, el debate sobre la política económica internacional se ha centrado en la serie de graves crisis que tuvieron lugar en economías de mercados emergentes: México, el sudeste asiático, Rusia y Brasil. Sus dimensiones rebasaron las fronteras nacionales: estas crisis nos han llevado a la crisis mundial más grave desde la segunda guerra mundial. Pero no se produjo el "peor de los escenarios", gracias a la clarividencia y la colaboración de los responsables de la política económica en diversos países del mundo. Hoy, en un esfuerzo por reducir el riesgo y el costo de esas crisis en el futuro, se están formulando nuevas soluciones que, en muchos casos, ya comenzaron a implementarse. Sólo recordaré brevemente, si les parece bien, las cuestiones relativas a la nueva arquitectura del sistema financiero internacional, es decir, la manera en que el mundo debe adaptarse a la globalización. En efecto, me parece más útil centrar mi intervención, dado que se ha abatido la crisis de los mercados emergentes, en la oportunidad que se nos presenta ahora de hacer extensivos los beneficios de la globalización, dirigiendo nuestra atención a una crisis mucho más profunda y persistente—la pobreza—y a las implicaciones que tiene para la política económica y social.

Adaptación a la globalización: Reforma financiera y monetaria internacional

Quisiera repasar brevemente la reforma financiera y monetaria internacional. ¿Cuáles son los objetivos? ¿Qué tipo de sistema queremos crear? Es evidente que la estabilidad financiera internacional debe apoyarse en sistemas financieros nacionales sólidos y mercados internacionales de capital eficientes y estables. Un sistema de esa índole exige transparencia—en la formulación de políticas y en la conducción de la actividad económica—mediante normas y códigos de buenas prácticas internacionalmente reconocidos. Con base en esta regla de oro de la transparencia, el nuevo sistema procurará desarrollar la relación sana entre el sector público y el privado que requiere una economía madura, una relación en la cual se compartan los riesgos y los beneficios equitativamente, en forma voluntaria y a través de los mecanismos de mercado y la función reguladora del Estado. Y deberá tener también el objetivo de desarrollar mercados de capital abiertos e integrados, en un contexto en el cual los países avancen hacia la liberalización de los movimientos de capital de manera progresiva, ordenada y racional.

¿Qué esfuerzos se están haciendo? La comunidad internacional recibió un informe de situación hace un mes, en forma de un comunicado del Comité Provisional. Fue éste el último informe emitido por el Comité, antes de su reconstitución como Comité Monetario y Financiero Internacional. Este comunicado señala importantes avances en varias esferas cruciales: amplio acuerdo sobre el carácter prioritario de la prevención, la importancia de la transparencia y la responsabilidad, la definición de normas internacionalmente reconocidas y la necesidad de estabilizar los sistemas financieros. En estas esferas, el énfasis ha pasado de la definición de principios amplios a los temas específicos de la reforma y su implementación.

Permítanme insistir por un momento en el carácter prioritario de la prevención y la transparencia. Por supuesto, aun en este terreno queda mucho por hacer, incluida la definición de códigos o grandes principios de buena conducta, por ejemplo en la esfera social. Son las Naciones Unidas y el Banco Mundial los que deben encargarse, en colaboración con los demás organismos, de formular principios y prácticas óptimas, y las consultas al respecto están en marcha.

Debo señalar, sin embargo, dos esferas amplias en las que aún no se ha logrado consenso, pero en las que cabe esperar un progreso en los meses venideros: la primera es la participación del sector privado en la prevención y resolución de crisis, y la segunda, la consideración de propuestas a fin de establecer un enfoque gradual y "a medida" para liberalizar movimientos de capital, que reconozca explícitamente la coyuntura de cada país. Existe una tercera esfera, la elección de regímenes cambiarios, que continuará siendo objeto de debates, aunque es evidente, por ahora, que seguirá existiendo una diversidad de regímenes.

Las soluciones que están surgiendo para hacer frente a las dificultades fundamentales de la comunidad mundial apuntan todas hacia la misma dirección: la necesidad de intensificar las consultas y la colaboración internacionales. Todos los integrantes de la comunidad internacional—países industriales, mercados emergentes, instituciones financieras internacionales—deberán aportar su contribución, a saber:

  • Los países industriales deben dar el ejemplo en el cumplimiento de nuevas normas y buscar la manera de fortalecer la reglamentación y la supervisión de las instituciones que realizan transacciones financieras internacionales. Y pueden ofrecer cooperación técnica y financiera a los mercados emergentes y los países en desarrollo en la difícil tarea de reforzar sus sistemas financieros y de introducir nuevas normas, tarea que sin duda llevará varios años.

  • Los países de mercados emergentes y los países en desarrollo tienen ante sí una triple tarea: llevar a cabo las reformas que muchos de ellos ya han emprendido, realizar una gestión económica a la vez prudente, y más audaz desde el punto de vista social, e integrarse en la economía mundial. Es indispensable que—conjuntamente con todos los países del mundo—den muestras de su determinación para conducir su economía conforme a las normas más estrictas de transparencia y buen gobierno, combatir la corrupción y amoldar su derecho interno y sus políticas a normas universalmente aceptadas. Para el FMI, esto significa insistir en introducir cambios en la supervisión que ejercemos: el diálogo abierto y sin complacencia que mantenemos con los Estados miembros.

  • Y nosotros, en las instituciones internacionales, debemos seguir adaptando nuestras prácticas a un entorno mundial en evolución y cada vez más complejo, si queremos cumplir plenamente la misión que se nos ha confiado. Debemos también intensificar nuestra colaboración a fin de imprimir la máxima eficacia a este diálogo. Para el FMI, esto significa fomentar una relación de trabajo aún más profunda con el Banco Mundial. Volveré sobre este tema. Pero también es menester que vayamos más allá de la relación con nuestros interlocutores tradicionales y desarrollemos nuestro diálogo con los representantes de los sectores económicos, las organizaciones sindicales—lo cual, como ustedes saben, no es nuevo—, las ONG y toda la sociedad civil. Y, a este respecto, esperamos mantener y profundizar el diálogo con organizaciones como la CMT y con los países que la componen.

Cómo lograr que los beneficios de la globalización lleguen a todos los países y especialmente a los más pobres: Vínculos entre las políticas macroeconómicas y sociales

Señor Presidente, desde hace mucho tiempo ustedes han reconocido, en la CMT, que la globalización no es necesariamente maléfica y encierra el potencial de mejorar las condiciones de vida en todo el mundo. Este potencial se está haciendo realidad pero, lamentablemente, no con la velocidad o la amplitud suficientes. Los pobres no se han beneficiado hasta el momento, y la respuesta de la comunidad internacional no está aún a la altura del desafío fundamental que representa armonizar la globalización. En una conferencia tras otra, nosotros—economías avanzadas y países en desarrollo o en transición—hemos asumido compromisos para fomentar el desarrollo y lograr que los beneficios lleguen a los pobres. Las tarjetas grises que se han distribuido nos recuerdan estos siete compromisos. El compromiso más importante de estos siete—tomado de la Declaración de Copenhague—es reducir a la mitad, de aquí al año 2015, la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema. Ésta, y todas las demás metas, no podrán lograrse con medidas aisladas sino mediante la acción concertada de todos.

La colaboración es particularmente importante en lo que respecta a la coordinación de las políticas macroeconómicas y sociales. Cabe plantearse varias preguntas. ¿Por qué es necesario coordinar estas políticas? ¿Qué está haciendo la comunidad internacional para lograr esta coordinación? Dado que la tarea primordial del FMI es el asesoramiento en materia de política macroeconómica, ¿qué cuestiones, en el terreno social, son las que pueden y deben formar legítimamente parte del diálogo que el FMI mantiene con los países miembros, no sólo con los más pobres sino también con todos los demás—los países de mercados emergentes, las naciones en desarrollo, las economías en transición y las economías avanzadas? ¿Podemos plasmar la preocupación mundial por la justicia social en un conjunto de principios y códigos de buenas prácticas paralelos de cierto modo a las normas y los códigos que se están elaborando en la esfera económica y financiera? No voy a negar que muchos de estos temas suscitan un animado debate entre los países miembros del FMI y la comunidad internacional en su conjunto. Es ciertamente un debate estimulante pero, al mismo tiempo, un debate de excepcional gravedad dado que está en juego la vida de tantos hombres y mujeres. Razón de más para tratar de lograr con toda urgencia un consenso sobre esta cuestión.

Volvamos a nuestra primera pregunta, ¿por qué es necesario coordinar las políticas sociales y macroeconómicas? Como he dicho, para muchos, entre los que me incluyo, la pobreza es actualmente la crisis más profunda y más importante en el mundo. La persistencia de una pobreza endémica conlleva un gran riesgo, sobre el que no me explayaré, y exige una reacción urgente y enérgica. El renovado énfasis que ha puesto el FMI en estas cuestiones es—contrariamente a lo que algunos han comentado—una iniciativa estrechamente relacionada con nuestra misión básica y nuestra experiencia fundamental. Después de todo, sólo tenemos que recordar uno de los seis fines del FMI estipulados en el Artículo I de su Convenio Constitutivo:

    "Facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional, contribuyendo así a alcanzar y mantener altos niveles de ocupación y de ingresos reales y a desarrollar los recursos productivos de todos los países miembros como objetivos primordiales de política económica." (Bastardillas agregadas.)

De su experiencia como institución monetaria, el FMI ha aprendido mucho sobre las relaciones que existen entre las políticas monetarias y económicas acertadas, un crecimiento de alta calidad y la reducción de la pobreza. Esta experiencia puede resumirse en unas pocas proposiciones:

  • Primero, hoy en día está plenamente demostrado que la conjunción de la estabilidad de precios, la disciplina fiscal y la reforma estructural fomenta el crecimiento económico.

  • Segundo, el crecimiento económico es una condición sine qua non y el factor más importante en la lucha contra la pobreza.

  • Tercero, hay cada vez más indicios de que la reducción de la inflación favorece también una mayor igualdad de ingresos.

En otras palabras, el ajuste macroeconómico beneficia en última instancia a los más pobres. Y las reformas estructurales también: la supresión de las rigideces en los mercados de productos y de factores contribuye a reducir la pobreza al ampliar no sólo la oferta de bienes esenciales sino también el acceso de los más necesitados a estos bienes.

Todo esto está respaldado por numerosos estudios2. Hay ahora un mayor reconocimiento de la interconexión de los diversos elementos. Las políticas macroeconómicas acertadas pueden acelerar la reducción de la pobreza. Además, ahora se comprende mucho mejor que también se produce un efecto en sentido contrario. No se trata de una relación linear, sino circular. Para mantener la disciplina de una firme política económica y financiera durante un período suficientemente prolongado a fin de erradicar la inflación y fomentar un crecimiento sostenido, es necesario que esta política se inscriba en una estrategia global en la que se conjuguen la lucha contra la pobreza, la creación de adecuadas redes de protección social y un claro esfuerzo por reducir paulatinamente las graves desigualdades en la distribución del ingreso. Este es, a mi juicio, un elemento esencial que debería llegar a ser reconocido a escala universal. Al dar legitimidad a la reforma y fomentar un amplio respaldo a su aplicación sostenida, estas políticas sociales contribuyen a crear el entorno propicio para que las políticas económicas sólidas surtan efecto.

En resumen, está claro que no se logrará reducir la pobreza de manera sostenida sin una política macroeconómica acertada. Pero, del mismo modo, no se podrán mantener políticas económicas acertadas si no se pone fin a la "flagrante desigualdad".

Esto nos lleva al segundo interrogante: ¿Qué marco debe establecer la comunidad internacional para respaldar la coordinación de las políticas económicas y sociales? Tras un análisis profundo de la experiencia adquirida, en las Reuniones Anuales del mes pasado hemos obtenido el respaldo necesario para que los programas del FMI en favor de los países más pobres se centren decididamente en la lucha contra la pobreza. A nuestro entender, esta lucha es un componente esencial de la reforma de la arquitectura monetaria y financiera internacional: estas dos tareas se refuerzan mutuamente. Reforzar cualquiera de ellas significa acrecentar la eficacia de la otra. Lo social respalda lo económico y viceversa. Esta relación circular ha quedado plasmada en una nueva estrategia a favor de los países más pobres (78 en total), entre ellos los 41 países más endeudados, cuyos principales elementos son los siguientes:

  • Aprovechar la disposición de los principales países acreedores a ampliar la reducción de la deuda de los países pobres muy endeudados (PPME) a fin de crear los incentivos adecuados para asignar los recursos liberados a la lucha contra la pobreza y al desarrollo humano.

  • Establecer una cooperación mucho más estrecha entre las dos instituciones de Bretton Woods para que nuestras tareas en favor de los PPME sean más eficaces. Como ustedes saben, de las dos instituciones es el Banco y no el FMI el que tiene la misión de ayudar a los países en materia de política social. Las estrategias de lucha contra la pobreza que serán el eje de nuestro nuevo mecanismo darán a las instituciones internacionales—entre ellas el Banco Mundial y las Naciones Unidas—y a la sociedad civil de los países interesados la posibilidad de actuar de manera concertada para ayudar a los gobiernos a alcanzar los grandes objetivos que se fijen en el plano social, permitiendo al mismo tiempo que el FMI concentre su atención en el marco macroeconómico y su articulación con las prioridades sociales. A tal efecto, como tercer elemento, es necesario:

  • Establecer un nuevo "instrumento" de préstamo sin interés cuyo nombre es explícito en cuanto al objetivo: servicio para el crecimiento y la lucha contra la pobreza.

¿Qué consecuencias concretas tiene todo esto para el FMI? Desde hace muchos años los programas que respaldamos incluyen explícitamente un aspecto social, pero ahora deberá definirse con mayor precisión la interdependencia del crecimiento y el desarrollo social. Puedo asegurar que estas tarjetas grises van a ser muy importantes en este sentido. Parto del principio de que, en efecto, si logramos convencer a los gobiernos de que deben tratar seriamente de alcanzar estos siete objetivos, el resultado será un mayor crecimiento y un refuerzo de ese círculo virtuoso al que me referí hace un momento.

No podremos seguir avanzando en la consecución de esas metas sin mantener y profundizar el diálogo con la OIT, con lo cual quiero destacar la importancia que asigno a las iniciativas que, descuento, Juan Somavía emprenderá.

* * * * * *

Señor Presidente, en su carta de invitación me sugería usted que me concentrara en los problemas que supone conciliar lo económico con lo social en los países más pobres.

Aunque estoy muy lejos de haber agotado este tema, creo estar cerca de agotar al auditorio, o al menos el tiempo que se me ha asignado. Hay, sin embargo, muchos otros temas que merecerían considerarse, entre ellos el papel del FMI en el diálogo con los países miembros fuera del contexto de los programas o de la reflexión general sobre la arquitectura. Se trata de ámbitos en los que el mundo aún está dividido. Cuento con que las preguntas me dén la oportunidad de aclarar algunos conceptos.

Pero, para concluir, y pensando en ese gran sindicalista, ese gran humanista que fue Willy Peirens, quisiera recordar los valores que sustentan este esfuerzo, los valores que permitirán humanizar un mundo que está en busca de su unidad y que permitirán a la vez el reencuentro de todos los hombres. De estos valores mencionaré tres, muy relacionados entre sí: responsabilidad, solidaridad y espíritu cívico.

Responsabilidad porque ahora más que nunca cada país, independientemente de su tamaño, es responsable del destino de los demás tanto como de su propio destino. Solidaridad porque indudablemente el avance en la lucha contra la pobreza exige un esfuerzo internacional de gran envergadura, emprendido con espíritu solidario. Y espirítu cívico porque es urgente darle todo su sentido a este valor teniendo en cuenta la nueva dimensión mundial que han adquirido los problemas.


1 Presidente de la Confederación de Sindicatos Cristianos de Bélgica y Vicepresidente de la Confederación Mundial del Trabajo.

2 En estudios recientes del personal técnico del FMI se desarrolla este análisis, basándose en gran cantidad de fuentes y estudios de analistas del FMI, el Banco Mundial y los círculos académicos. Los estudios pueden consultarse en el sitio del FMI en Internet. Véase "Overview: Transforming the Enhanced Structural Adjustment Facility (ESAF) and the Debt Initiative for the Heavily Indebted Poor Countries (HIPCs)". Dirección en Internet: www.imf.org/external/np/esafhipc/1999/index.htm. Próximamente se publicará también un folleto sobre este tema.



IMF EXTERNAL RELATIONS DEPARTMENT

Public Affairs    Media Relations
E-mail: publicaffairs@imf.org E-mail: media@imf.org
Fax: 202-623-6278 Phone: 202-623-7100