América Latina en una economía globalizada: La respuesta chilena - Comentarios de Michel Camdessus

14 de marzo de 1999

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Original: Español
inglés

Comentarios de Michel Camdessus,
Director Gerente del Fondo Monetario Internacional,
en la mesa redonda organizada por el Gobierno de Chile
sobre "Instituciones y mercado en la era de la globalización"
París, 14 de marzo de 1999

Señor Presidente, excelentísimos señores, damas y caballeros:

Como el tema institucional es difícil, me voy a consagrar al tema económico. En los mercados financieros tan turbulentos de los últimos años, cada nueva crisis ha dado origen a una nueva oleada de efectos de contagio, a los que ningún país ha sido totalmente inmune, pero algunos han padecido situaciones muy graves, y otros han capeado el temporal mucho mejor. América Latina, en general, ha demostrado una capacidad notable de resistencia y recuperación. ¿Por qué ha salido mejor librada América Latina que otros países y regiones, y qué lecciones podemos sacar de ello para estas reflexiones sobre Instituciones y mercado en la era de la globalización? Para responder a esta pregunta les ofreceré algunas reflexiones sobre algunos de los factores que han sido la causa de las crisis de los mercados emergentes, quizá de manera más sorprendente e imprevista en Asia. Esto nos puede ayudar a entender mejor la situación y la perspectiva de América Latina y, en particular, la de Chile.

Durante el último decenio la globalización se ha manifestado en tres tendencias mundiales sumamente beneficiosas, cada una de ellas desgraciadamente con sus perversiones, que no se previeron o que fueron soslayadas por demasiado tiempo. Son justamente las complejas perversiones las que han dado lugar a las crisis. ¿De que se trata?

  • Primera tendencia: La nueva tecnología y los instrumentos financieros de vanguardia facilitaron el crecimiento de los mercados de capitales, lo cual provocó una cuantiosa y repentina afluencia de capital a los mercados emergentes, pero, muy a menudo —y esta es la perversión— los inversionistas basaron sus decisiones en evaluaciones inadecuadas y a veces muy apresuradas de los riesgos.

  • Segunda tendencia: Muchos mercados emergentes trataron de abrir la cuenta de capital para cosechar los beneficios derivados de la competencia y el incremento de las finanzas internacionales, pero, muy a menudo, la secuencia de la liberalización no fue la adecuada y las políticas en las que se sustentaba acabaron siendo demasiado débiles. La liberalización de los flujos más estables y de más largo plazo fue a la zaga de la rápida liberalización de facto de los flujos de corto plazo, a medida que los prestatarios nacionales competían por aprovechar las nuevas y abundantes oportunidades de financiamiento.

  • Tercera tendencia: En la mayoría de los países, la política económica se ha inclinado hacia mercados más libres, una reducción del papel del Estado y el uso de instrumentos indirectos de gestión macroeconómica. ¡Excelente! Pero, los países no han cumplido ciertas condiciones previas que son esenciales para el funcionamiento de una economía de mercado. Por un lado no fortalecieron la gestión de gobierno ni de las empresas, y más grave aún, en varios de ellos se manifestaban vicios que los estudiantes denunciaban a gritos en Indonesia, como la corrupción y el nepotismo, problemas que los programas del FMI atacaron frontalmente. Por cierto, por ellos se nos criticó muchas veces pero estoy lejos de estar arrepentido; al contrario, en el FMI estamos orgullosos de haber denunciado semejantes flagelos.

Si reflexionamos un poco sobre todas las crisis recientes, encontraremos elementos de cada uno de estos factores en distintas proporciones. En Asia, los factores dominantes fueron las fallas en materia de gestión de gobierno y la falta de solidez del sector financiero. En Rusia, unos pocos años de reforma dispareja tras 70 años de dominio soviético dejaron deficiencias demasiado generalizadas para que la economía pudiese soportar los fuertes embates externos y los desaciertos en materia de política económica. Y en Brasil, los problemas guardaban más relación con la viabilidad de la política fiscal. Menciono estos países porque son los más afectados por la crisis, pero no hay país en el mundo que no demuestre alguna vulnerabilidad de este tipo. La globalización impone a todos la obligación de cerciorarse de que aplican políticas bien fundamentadas y de que están preparados ante la eventualidad de que se produzcan cambios en el entorno externo que, a veces pueden ser muy abruptos.

Habiendo sido confrontados durante los años ochenta con la crisis de la deuda, durante más de 10 años, los países latinoamericanos han desplegado esfuerzos decididos para reformar sus economías, imponer una sólida gestión económica e integrarse en la economía mundial. Estos esfuerzos se redoblaron después de la crisis de México y se intensificaron aún más tras las crisis de Asia y de Rusia, a medida que se agotó el financiamiento externo y se desplomaron los precios de los productos básicos. La mayoría de las economías de América Latina no se atrincheró detrás de barreras proteccionistas ni dio marcha atrás en las medidas de liberalización que había adoptado antes, sino que se comprometió a actuar con firmeza y a adaptar rigurosamente la orientación de su política económica.

¿Cuáles fueron los elementos clave de esta adaptación? En primer lugar, un elemento fundamental para la capacidad de recuperación de que ha dado muestras América Latina fue el avance logrado por la mayoría de los países de la región en el fortalecimiento de sus sistemas financieros. Entre otras medidas, se reestructuraron los activos bancarios; se aplicaron normas más estrictas sobre capital mínimo; se privatizaron los bancos y se abrieron a la participación extranjera, y se adoptaron mejores procedimientos de evaluación del riesgo, sistemas de divulgación de información y normas de contabilidad. Chile, Argentina y Brasil han avanzado muchísimo en estos aspectos, y México ha adoptado recientemente medidas importantes en esa misma dirección.

En segundo lugar, la mejora a pasos agigantados en la gestión de gobierno. No sólo se ha extendido a toda la región el régimen de democracia participativa, sino que también se está haciendo más hincapié en la necesidad de una mayor transparencia y rendición de cuentas en la gestión pública y empresarial, simplificando los regímenes tributarios y mejorando la administración tributaria, reduciendo el gasto público improductivo y reorientando el gasto hacia la atención básica de la salud, la educación y la infraestructura esencial. A diferencia de Asia, rara vez se han detectado vínculos opacos entre las empresas y las administraciones. La participación del Estado, cuando se ha producido, ha sido abierta y en forma de propiedad estatal directa. Por eso, cuando se tomó la difícil decisión política de privatizar, fue más fácil lograr una clara separación entre empresa y Estado. Por otra parte, las empresas van acatando en sus operaciones normas cada vez más estrictas; Argentina, por ejemplo, se ha esforzado mucho para ajustar el mercado de valores, las compañías de seguros y los procedimientos de contabilidad y auditoría a normas internacionalmente aceptadas.

Se notan tales progresos en muchos de sus países pero —me permito decir esto desde la posición ventajosa del FMI—, me es especialmente grato observar que, en la mayoría de los avances que se han producido en la región, Chile ha tenido una posición particularmente innovadora y de liderazgo.

La notable expansión económica que ha registrado el país durante la década de los noventa, acompañada de un descenso constante de la inflación, ha demostrado la sólida orientación de su política económica. Para consolidar estos logros, Chile ha perseverado en la reforma estructural en ámbitos tales como la privatización, la liberalización del comercio y la reforma del sistema de pensiones, ampliando el proceso a una segunda generación de reformas de los sectores de educación y salud y del sistema jurídico. No obstante, el historial de reformas de Chile presenta algunas características específicas dignas de destacar, considerando que han contribuido claramente en alguna medida a su éxito. Voy a mencionar seis:

  • Chile ha mantenido un grado adecuado de regulación y una supervisión escrupulosa del sector financiero, con el resultado de que este sector registra actualmente un nivel de activos improductivos muy bajo y niveles de capitalización que exceden de los mínimos que establecen las normas de Basilea en esta materia.

  • En materia de buen gobierno —ámbito en el que las deficiencias fueron tan evidentes en Asia— Chile ha realizado un gran esfuerzo para aumentar la transparencia y la eficiencia y mejorar la rendición de cuentas en la prestación de los servicios públicos.

  • Chile ha gestionado su deuda externa en forma prudente, especialmente la deuda a corto plazo.

  • Aunque Chile suprimió, hace ya mucho tiempo, los controles directos a las salidas de capital, ha aplicado con flexibilidad, y con criterios de mercado, una reglamentación de las entradas de corto plazo. Al respecto, nos ha brindado a todos material de reflexión para considerar qué medidas deben adoptarse en relación con la gestión de la deuda externa, dada la situación actual de los flujos financieros internacionales.

  • Al igual que muchos otros países de la región, Chile reaccionó sin demora frente al deterioro del entorno externo ajustando la orientación de su política macroeconómica.

  • Por último, en las políticas de todo gobierno existe otro elemento que debe considerarse prioritario y con respecto al cual creo que podemos extraer algunas enseñanzas de la experiencia de Chile: la política social. Millones de seres humanos en un gran número de países se han visto afectados gravemente por la turbulencia de los últimos años. Chile demuestra que la mejor solución para la pobreza es el crecimiento y que las modalidades más viables de protección social son los programas focalizados en beneficiarios específicos.

He querido centrar hoy la atención en el desempeño de Chile y no cabe duda de que, a partir de la experiencia de este país, se pueden extraer enseñanzas para otros países, tanto de América Latina como de otras regiones. De este desempeño en muchos terrenos ejemplar de Chile, pero también de lo que ha sido la resistencia a la crisis de varios otros países, me parece que, sin excesiva audacia, se podría concluir que, aunque la región atraviesa circunstancias muy difíciles en estos momentos, saldrá fortalecida de este período de dificultades para lograr un crecimiento económico más robusto.

Señor Presidente: lo que a mi juicio saldrá de esta "prueba de fuego" es una región más fuerte, mejor adaptada a la globalización y con rasgos que ya podemos esbozar: una región que habrá entendido que en un mundo globalizado la reforma es sin fin y no un episodio necesario y doloroso entre dos períodos de facilidad; una región que mantendrá su apertura y su nivel de competitividad, rechazando las tentaciones proteccionistas; una región que mantendrá su historial de políticas macroeconómicas acertadas y sus altas tasas de ahorro interno e inversión eficiente. Será una región que fomentará la solidez de los sistemas financieros, que promoverá un sector privado independiente que competirá por la excelencia en la gestión empresarial, que mantendrá altos niveles de transparencia, buen gobierno y eficacia en las instituciones, que aplicará una estrategia ordenada para la apertura de los mercados de capital.

Una región que, gracias a todo ello, estará en posición de combatir eficientemente la desigualdad de ingresos y promover el bienestar social y la protección del medio ambiente; una región que, gracias a sus progresos, estará más y más en posición de ayudar a países más pobres, como ya Chile ha empezado a hacerlo con generosidad, y de desempeñar su papel en la nueva arquitectura del mundo que nace.



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