(Versión en English)
Ante la prolongación de la crisis en Europa y el estancamiento en las economías avanzadas, en los próximos 6 a 18 meses América Latina se verá ante importantes desafíos. La agudización de la incertidumbre mundial puede resultar en vientos en contra para la región —mayor tensión en la economía y los mercados mundiales— o vientos a favor, si se abordan los problemas de los países avanzados y se revitalizan las economías, o ráfagas volátiles —bajo crecimiento e incertidumbre persistente— como estamos viendo hoy.
Pero no es fácil pronosticar el futuro de América Latina en estos tiempos inciertos, tal como analizamos en el informe Perspectivas económicas: Las Américas, que acabamos de publicar. (Mi atención se centra aquí en América Latina, pero nuestro informe abarca toda la región, incluyendo América del Norte, América Central y el Caribe.)
Si bien las incertidumbres mundiales de hoy no tienen precedente, es también cierto que gran parte de América Latina es menos vulnerable que en décadas pasadas. En la mayoría de los países, la inflación está controlada; las finanzas públicas se encuentran razonablemente sanas; los sistemas financieros están más sólidos; la exposición a las vicisitudes de las finanzas internacionales es menor, y los tipos de cambio pueden ajustarse para absorber los shocks externos.
Hemos visto los resultados de estas mejores políticas durante la crisis mundial de 2008–09. Si bien América Latina se vio golpeada por las repercusiones mundiales, se recuperó con vigor a medida que la crisis se fue aplacando, impulsada por dos vientos a favor: los altos precios de las materias primas y las favorables condiciones de financiamiento externo.
Hasta hace poco, incluso parecía que estos vientos favorables eran demasiado fuertes—y estaban empujando a algunos países hacia el sobrecalentamiento (creciente inflación, mayor déficit de cuenta corriente y fuerte crecimiento del crédito). Y aun con un crecimiento mundial más débil, América Latina podría lograr un sólido crecimiento este año y el próximo, suponiendo que persistan esos vientos a favor.
Pero ahora esos vientos a favor se están desvaneciendo. Los precios de las materias primas aún son altos, pero han retrocedido, y podrían bajar aún más si la demanda mundial se debilita. Los mercados financieros internacionales siguen siendo volátiles, y con una mayor aversión al riesgo. Sin embargo, de despejarse las incertidumbres más adelante, los vientos a favor podrían volver a soplar con fuerza.
¿Vientos en contra?
Como hemos comentado en otros foros, la economía mundial se encuentra en una nueva fase peligrosa. La confianza es frágil. Si no se resuelven los problemas en Europa, un desmoronamiento de la confianza podría provocar intensa volatilidad en los mercados financieros globales. Otra recesión en los países avanzados desaceleraría el crecimiento en los mercados emergentes, incluyendo en Asia, cuyo sólido crecimiento ha ayudado a sostener el precio de las materias primas.
El resultado: un duro golpe para la región. Los flujos de capitales podrían agotarse, comprimiendo a los mercados de crédito interno. El crecimiento podría desacelerarse de manera abrupta al debilitarse la demanda externa y caer los precios de las materias primas. Muchos países podrían verse ante presiones sobre sus monedas y sus condiciones financieras, particularmente los exportadores de materia prima de la región (véase el capítulo 3 de Perspectivas económicas: Las Américas). Además, si una economía emergente de otra región se viera perturbada, los inversionistas examinarán minuciosamente los fundamentos económicos de América Latina, para detectar falencias que podrían motivarlos a retirar sus inversiones.
¿Vientos a favor?
Por el contrario, una resolución de las incertidumbres mundiales podría revitalizar la confianza y dar lugar a una renovada afluencia de capitales hacia la región, particularmente en el contexto de la necesidad de políticas monetarias expansivas en economías avanzadas. En ese contexto, los precios de las materias primas podrían dispararse al revitalizarse la demanda mundial, sobre todo en las economías emergentes de Asia. Este doble viento a favor podría transformarse en un vendaval, y repentinamente los países podrían verse otra vez ante riesgos de sobrecalentamiento.
Navegando entre vientos cambiantes
Dada toda esta incertidumbre con respecto a posibles cambios de los vientos, ¿qué deberían hacer las autoridades de América Latina? Propondría tres cosas:
• Primero y principal, los países deberían mantener el rumbo de una consolidación fiscal gradual hasta que las perspectivas globales sean más claras. Debe resistirse la tentación de incrementar el gasto público ahora. Eso no solo agotaría recursos fiscales que pueden necesitarse más tarde para enfrentar una verdadera desaceleración mundial, sino que también comprometería la credibilidad de la política fiscal.
• Segundo, es necesario que la política monetaria sea ágil. Para que los países puedan contrarrestar un período contractivo, cuando sobrevenga, deberían comenzar con la política monetaria, donde sea posible flexibilizarla. Los bancos centrales con un sólido historial en el control de la inflación, y donde las expectativas de inflación estén bien ancladas, pueden permitirse hacer una pausa ahora, e incluso reducir las tasas si los riesgos se materializan. Pero si la incertidumbre se disipa y los vientos a favor se intensifican, puede que los bancos centrales tengan que reanudar la aplicación de una política más restrictiva.
• Tercero, todos los países deberían mantenerse atentos a las tensiones en sus instituciones financieras y empresas. Si bien los bancos de América Latina son mucho más sólidos que en décadas pasadas, no son inmunes a las tormentas globales. Las autoridades deben estar especialmente alertas a las tensiones de liquidez; como quedó demostrado en la crisis de 2008–09, estas tensiones pueden propagarse con virulencia a los países de mercados emergentes. Entretanto, si el financiamiento externo se mantiene barato, y el crédito interno está en ebullición, la aplicación de políticas prudenciales más restrictivas podría proteger al sector financiero (véase el capítulo 2 de nuestro informe Perspectivas económicas: Las Américas).
De modo que, en general, los países deberían estar preparados para hacer frente a los desafíos que planteen los vientos en contra—e inclusive a los desafíos de vientos a favor aún más fuertes. Elaborar pronósticos y delinear políticas en estos tiempos inciertos es arduo. Pero como dicen, la mejor forma de predecir el futuro es creándolo con las políticas adecuadas. América Latina puede crear su futuro, cualquiera sea la dirección desde la que soplen los vientos.