Por
Robert Rennhack y
Fabián Valencia
(Versiones en
English,
Português)
El colapso de los precios internacionales del petróleo —de US$105 a alrededor de US$50 el barril desde mediados de 2014— ha sido una bonanza para los países que lo importan y ha planteados retos para los países que lo exportan.
En general, los importadores de petróleo gozarán de un crecimiento más rápido, menor inflación y posiciones externas más sólidas, y la mayoría escapará a presiones fiscales significativas. Los países exportadores de petróleo tenderán a experimentar una desaceleración del crecimiento y un debilitamiento del saldo de la cuenta corriente externa, y algunos se verán sometidos a presiones fiscales, dado que muchos dependen de ingresos directos vinculados al petróleo. Un caso destacado es el de Venezuela, que ya sufría graves desequilibrios económicos antes de que los precios del petróleo comenzaran a caer, y ahora se encuentra en una situación aún más precaria.
Una nueva realidad
Para adaptarse a este nuevo entorno mundial, muchos países están permitiendo que la caída de los precios internacionales del petróleo se traduzca en un abaratamiento de los costos energéticos internos. Esto aumenta el ingreso disponible de los consumidores y las empresas, ya que bajan los precios del transporte y la electricidad. Esta política respalda el crecimiento y alivia las presiones inflacionarias. También contribuye a estabilizar el saldo de la cuenta corriente externa al estimular la demanda de importaciones no petroleras, lo cual puede compensar en parte la disminución de las importaciones petroleras. En América Latina y el Caribe, según nuestras estimaciones, 60% de estos países —tal como en el caso de Barbados, Costa Rica y Guatemala— permitirán que la caída de los precios internacionales de los combustibles se trasladen completamente a los precios internos para fines de 2015, en tanto que menos del 30% impedirán hasta el más mínimo traslado.
Arma de doble filo: El impacto en los saldos fiscales
Para los
importadores netos, los precios internacionales del petróleo pueden influir en los saldos fiscales de distintas maneras que podrían terminar compensándose. La recaudación por impuestos sobre las importaciones petroleras (tanto los impuestos sobre el valor agregado como los derechos de importación ad valorem) probablemente disminuya, pero los subsidios a los combustibles también podrían abaratarse, especialmente si el gobierno no permite un traslado total de la baja de los precios internacionales del petróleo. Nuestro análisis nos lleva a concluir que la situación fiscal de la mayoría de los países que son importadores netos de petróleo mejoraría moderadamente gracias a la caída de los precios internacionales del petróleo. La situación fiscal de algunos de estos países se está fortaleciendo porque los gobiernos no están permitiendo que el retroceso de los precios internacionales se vea reflejado en los precios internos.
Pero el efecto de los precios internacionales del petróleo en la situación fiscal de los
exportadores netos de petróleo (Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Trinidad y Tobago y Venezuela) es negativo. En la mayoría de estos países, el sector está dominado por una empresa petrolera estatal, que genera ingresos fiscales a través de impuestos sobre la renta, dividendos y regalías pagadas al gobierno. Estas empresas pueden tener el monopolio de las ventas nacionales de derivados del petróleo y pueden cargar con los costos de los subsidios internos a los combustibles.
Ecuador, México y Trinidad y Tobago ya han comenzado a recortar el gasto para compensar la disminución del ingreso vinculado a los hidrocarburos. El gobierno mexicano está incrementando el precio interno de la gasolina un 1,9% en 2015, lo cual reforzará el ingreso generado por las ventas nacionales, y contrató un seguro en el mercado que contribuyó a limitar la contracción del ingreso relacionado con el petróleo en 2015. El gobierno tendrá que emprender un ajuste fiscal adicional en 2016 porque la protección del seguro no se extiende más allá de 2015.
Colombia mantiene una regla fiscal que distribuye el ajuste según la fluctuación de los precios internacionales del petróleo. Esto significa que el déficit fiscal se profundizará en 2015, con la caída del ingreso fiscal vinculado al petróleo. Sin embargo, en los años venideros, el gobierno tendrá que recaudar ingreso no petrolero para alcanzar las metas del balance fiscal estructural impuestas por ley y proteger al mismo tiempo programas de gasto críticos.
Bolivia sufrirá una pérdida significativa de ingresos, dado que el precio de sus exportaciones de gas natural está atado a los precios internacionales del petróleo, pero el gobierno cuenta con una protección considerable en forma de depósitos y reservas internacionales netas que le dará margen de maniobra a corto plazo.
La situación fiscal de
Venezuela será la que más se deteriorará como consecuencia del abaratamiento internacional del petróleo, dado que gran parte del ingreso del sector público se deriva de las exportaciones de petróleo. Además, se prevé que el precio interno de la gasolina se mantenga cerca de cero, lo que prácticamente elimina todo ingreso potencialmente generado por las ventas nacionales.
Las dificultades fiscales de Venezuela podrían someter a presión a los países que importan su petróleo a través de Petrocaribe, un programa venezolano de asistencia energética para algunos países de América Central y el Caribe. En muchos de estos países, la disminución del valor de las importaciones petroleras excede el financiamiento proyectado recibido de Petrocaribe. Sin embargo, muchos países utilizan el componente de subsidios del financiamiento de Petrocaribe para sustentar el gasto a largo plazo, y podrían verse enfrentados a un ajuste fiscal espinoso si esta fuente de financiamiento desapareciera.
Implicaciones para la formulación de políticas
El nuevo panorama de los precios internacionales del petróleo beneficiará a algunos países y planteará retos a otros. En general, este nuevo panorama no hace peligrar la estabilidad macroeconómica de la región porque la mayoría de los países continuarán manteniendo marcos de política sólidos. Venezuela es la excepción, ya que la pérdida significativa de ingresos de exportación de petróleo agravará una situación de por sí frágil.
Para los países que aún no lo han hecho, la baja de los precios del petróleo representa una buena oportunidad para eliminar subsidios mal focalizados y establecer mecanismos de fijación de precios que hagan posible un ajuste automático de los precios internos ante variaciones de los precios internacionales de los combustibles. El nuevo entorno mundial también pone de relieve la importancia de diversificar las fuentes de ingreso fiscal para evitar una dependencia excesiva de las exportaciones o las importaciones de petróleo.