Integración de los países en una economía crecientemente mundializada -- Eduardo Aninat

5 de julio de 2000

Eduardo Aninat
Subdirector Gerente del Fondo Monetario Internacional
Discurso pronunciado en la reunión de alto nivel del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas
Nueva York, 5 de julio de 2000

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Señor Presidente, damas y caballeros: Es para mí un honor participar en la reunión de alto nivel del ECOSOC este año, pero al mismo tiempo deseo transmitirles los sentimientos de nuestro nuevo Director Gerente, Horst Köhler, quien lamenta no poder asistir. Como saben, el Sr. Köhler está realizando una serie de viajes por diversos países miembros del FMI para conocer su opinión sobre la función de la institución, y esta semana inició sus viajes por África.

El tema de esta reunión del ECOSOC —el papel de la tecnología de la información en una economía basada en el conocimiento, o, expresado en otros términos, la manera de cerrar la "brecha informática"— plantea la cuestión clave de lo que denominaría "conectividad". No me refiero al hecho de que sólo algunas personas o sectores sociales estén conectados a Internet y tengan acceso a las más avanzadas comunicaciones de alta tecnología sino más bien al hecho de que algunas personas o segmentos de la comunidad mundial están conectados a la economía mundial mientras que otros no lo están. Algunos disfrutan de las enormes oportunidades que brinda la globalización —aumento de la inversión, creación de empleo y crecimiento económico— en tanto que otros se ven privados de esos beneficios.

Un hecho que no resulta sorprendente es que, además, los "desconectados" son los pobres del mundo, aquellos que no se benefician del crecimiento económico mundial porque no tienen acceso a los servicios sociales básicos, a la infraestructura esencial ni a oportunidades de obtención de ingreso y empleo, y mucho menos acceso a Internet. En estos días, estar desconectado supone un costo aún mayor: el costo del aislamiento y la marginación, en tiempos en que ya existe una brecha creciente entre ricos y pobres dentro de cada país y entre los distintos países.

¿Qué puede hacer la familia de las Naciones Unidas —y en especial el FMI— para facilitar la integración de todos los países en una economía crecientemente mundializada? Quisiera examinar esta cuestión, pero comenzaré por referirme sucintamente a las perspectivas de la economía mundial, que en gran medida determinan el margen de maniobra con que contamos.

Perspectivas más alentadoras para la economía mundial

La novedad auspiciosa es que la economía mundial, afectada por las crisis financieras de 1997-98, ha experimentado una notable recuperación. Al cabo de dos años de desaceleración, la tasa de crecimiento económico mundial debería situarse alrededor del 4,5% este año —el nivel más alto desde 1988—, y el año próximo las cifras no serían muy diferentes. Ahora vemos que la desaceleración económica mundial suscitada por esas crisis fue relativamente breve. La mayoría de los países de mercados emergentes que experimentaron crisis disfrutan de un notable crecimiento, que en parte obedece a la enérgica determinación de las autoridades económicas de perseverar en la aplicación de programas de ajuste y reforma, aunque todavía queda mucho por hacer. Otros países en desarrollo, así como varias economías en transición, también están contribuyendo a la recuperación.

Sin embargo, no podemos darnos por satisfechos. Tres motivos básicos de preocupación vienen a la mente: 1) ¿Estamos haciendo lo suficiente para restablecer paulatinamente el equilibrio del crecimiento económico mundial y, por lo tanto, eliminar los desequilibrios de balanza de pagos entre las principales zonas monetarias: Estados Unidos, cuyo crecimiento económico sigue siendo vigoroso; Japón, donde se asiste a una frágil recuperación tras la recesión, y Europa, cuya economía está dejando atrás un período de deterioro? 2) ¿Los valores de las monedas clave son compatibles con los parámetros fundamentales a mediano plazo de las economías respectivas, en especial en lo que respecta al tipo de cambio del euro frente al dólar? 3) ¿Estamos haciendo lo suficiente para lograr que los reajustes de los mercados financieros se produzcan del modo más ordenado posible?

En consecuencia, es más urgente que nunca que logremos una transición ordenada hacia una estructura de crecimiento económico mundial más equilibrada. En Estados Unidos, esto significa poner coto a una excesiva presión de la demanda, evitando una orientación fiscal demasiado expansiva. En Japón y Europa se deben corregir las rigideces estructurales, entre otras formas mediante una desregulación acertada de los sectores fundamentales. En América Latina es necesario seguir reduciendo los déficit fiscales para crear confianza en los inversionistas y contener los riesgos que crea la necesidad de un gran volumen de financiamiento externo. En Asia se debe perseverar en la reestructuración de los bancos y las empresas. En África habrá que dar nuevos bríos a las reformas económicas e institucionales, de modo de ampliar la base económica y crear un entorno propicio para el sector privado, futuro motor del crecimiento económico.

Un contexto económico mundial más seguro

Todo esto se traduce en una economía mundial que es básicamente sólida, lo cual nos ofrece una oportunidad, muy necesaria, de intensificar nuestros esfuerzos por hacer extensivos los beneficios de la globalización a los sectores que han quedado marginados. La globalización, claro está, no constituye un fenómeno nuevo. Pero la situación actual es diferente debido al enorme efecto de las nuevas tecnologías de la información en la integración de los mercados, la eficiencia y la organización industrial, además de su importancia para el desarrollo del capital humano.

¿De qué manera nos ayudan estas tecnologías? Promoviendo la eficiencia y el crecimiento al reducir los costos de la información y de las transacciones. La reducción de estos costos tiende a disminuir las barreras de acceso a los mercados y a intensificar la competencia, contribuyendo además al aumento de la inversión. La mayor eficiencia de los mercados y los cambios estructurales en la gestión de las empresas representan un brusco cambio positivo de la oferta que podría dar lugar a un enorme aumento de la productividad global.

Los avances en el procesamiento de la información, así como la innovación y la liberalización financieras, han desencadenado también un extraordinario aumento de los flujos financieros nacionales e internacionales, incluso pese a las recientes crisis. En general, los flujos de capital han adquirido mayor importancia que los flujos comerciales como factor determinante de la evolución de los tipos de cambio a corto plazo (a nivel mundial, menos del 10% de las transacciones en divisas están relacionadas con el comercio).

Sin embargo, la principal desventaja es que muchos de estos flujos han sido sumamente inestables. Hasta hace unos pocos años, las crisis se producían principalmente como resultado de desequilibrios macroeconómicos y estaban vinculadas a los desequilibrios en cuenta corriente. Actualmente, sin embargo, cada vez más las crisis tienen su origen en la cuenta de capital y están vinculadas a deficiencias del sector financiero interno. En realidad, en todas las crisis financieras recientes se hicieron patentes las deficiencias de la supervisión bancaria. En algunos casos, las crisis se vieron exacerbadas al liberalizarse los flujos a corto plazo más que los flujos a largo plazo. La falta de información completa y oportuna sobre el nivel del endeudamiento en divisas —especialmente el endeudamiento a corto plazo— hizo difícil detectar los puntos vulnerables y formular medidas adecuadas.

En estas circunstancias, ¿qué puede hacer el sistema de las Naciones Unidas, y en particular el FMI, para crear un contexto económico mundial más seguro? Los responsables de la política económica en los países desarrollados y en desarrollo deben encargarse de realizar los ajustes estructurales fundamentales, que en demasiados casos se han pospuesto en espera de mejores condiciones. Para respaldar esta labor, el FMI debe centrar la atención en sus actividades básicas —estabilidad macroeconómica, políticas monetarias, fiscales y cambiarias, y problemas del sector financiero— e intensificar su colaboración con las instituciones de desarrollo en otros terrenos, principalmente en el área social.

Durante el último año, el FMI, en estrecha colaboración con la comunidad internacional, siguió estudiando la forma de prevenir mejor las crisis y controlar más eficazmente aquellas que no sea posible evitar; suele hacerse referencia a esta labor como el fortalecimiento de la arquitectura financiera internacional. Además, hemos seguido examinando la forma de orientar mejor la labor de la institución y lograr que sea más eficaz, para lo cual hemos sopesado rigurosamente las numerosas recomendaciones en materia de reforma formuladas por los gobiernos y los grupos de estudio. Estamos abiertos a las sugerencias y estamos evaluando cuidadosamente las posibilidades de reforma.

Se han logrado importantes avances en muchos terrenos, si bien gran parte de esta labor aún tiene carácter experimental o se encuentra en sus etapas de prueba. Esta labor incluye los siguientes aspectos:

· Promover la transparencia y la rendición de cuentas.

· Establecer normas y códigos universalmente reconocidos.

· Fortalecer los sistemas financieros nacionales.

· Aumentar la capacidad para evaluar la vulnerabilidad externa de los países.

· Continuar el debate sobre la elección de los regímenes cambiarios.

Permítanme examinar con más detalle algunos de estos componentes. Primero, el FMI ha venido fortaleciendo la supervisión de la evolución económica y las políticas nacionales, especialmente en lo relativo a la estabilidad del sistema financiero. Esta tarea tiene como objetivo contribuir a crear y mantener sistemas financieros sólidos y adecuadamente regulados. El año pasado, en colaboración con el Banco Mundial, se puso en marcha, como proyecto piloto, el programa de evaluación del sector financiero, que tiene un carácter especialmente innovador. Su objetivo es identificar los puntos fuertes y los puntos vulnerables, evaluar la observancia de las normas del sector financiero, y ayudar a los países a identificar y aplicar, por etapas, las reformas necesarias en el sector financiero. Para realizar esta labor se ha contado con la cooperación de un importante y creciente número de instituciones, entre las que se incluyen bancos centrales, organismos de supervisión y organismos encargados de formular normas. Esto ha promovido considerablemente la aceptación universal del concepto de examen por parte de entidades del mismo nivel, inherente a esta labor. La respuesta que hemos recibido hasta el momento ha sido sumamente favorable, lo cual nos ha inspirado a ampliar el programa a 36 países, frente a los 12 incluidos originalmente.

En segundo lugar, los países y los participantes en el mercado necesitan indicadores para evaluar la solidez de los sistemas financieros y de las economías en general, y por esa razón la comunidad internacional ha procurado establecer mejores normas y códigos internacionales de buenas prácticas. El FMI cuenta ahora con normas para la divulgación de datos y con códigos de buenas prácticas de transparencia en las políticas fiscales, monetarias y financieras. Al respecto, recientemente se fortalecieron las normas en materia de datos con el objeto de identificar mejor las reservas internacionales así como la deuda externa pública y privada. Otros organismos han formulado o están formulando normas sobre supervisión y regulación bancarias, regulación de valores y seguros, sistemas de pagos y liquidación, regímenes contables y de auditoría, gestión empresarial y procedimientos de insolvencia. El FMI está también participando en estos esfuerzos.

En tercer lugar, el FMI ha difundido más información que nunca como parte de su compromiso en favor de una mayor transparencia y rendición de cuentas, tanto en su propia gestión como en los países miembros. Un vistazo a nuestro sitio en Internet, www.imf.org, convencerá a cualquier escéptico. Creemos firmemente que la disponibilidad de información puntual y detallada puede prevenir la acumulación de problemas al obligar a los gobiernos a adoptar medidas apropiadas en el momento oportuno. Por supuesto, ello sólo dará resultados si los responsables de la formulación de políticas y el público toman la información con seriedad y la utilizan en sus análisis. También creemos firmemente que el mejoramiento de la información y de las normas deberían beneficiar —y ayudar a integrar— a los países pobres, tanto como a los ricos.

El tema de esta conferencia guarda una estrecha relación con esta cuestión, ya que la revolución de la tecnología de la información ha revolucionado las comunicaciones. El desafío consiste ahora en lograr que toda la información con que se cuenta tenga utilidad. Hasta hace unos 15 años, el FMI era la principal, si no la única, fuente de información sobre la economía de muchos países. Teníamos la tarea de producir información, almacenar un gran volumen de datos y hacer que éstos fueran compatibles en el tiempo y entre los países. Si bien aún desempeñamos esta tarea para algunos países, nuestras actividades se han desplazado cada vez más hacia la formulación de normas y códigos aplicables a la información que recopilan los propios países. Esta actividad incluye la acumulación, en un formato uniforme, de datos puntuales e integrales provenientes de países de todo el mundo.

En lo que atañe a otros aspectos del programa de reforma, sin embargo, la mayor parte de nuestra labor aún está pendiente, principalmente en lo que respecta al papel del sector privado en la prevención y la resolución de crisis. No obstante incluso en este terreno ya se están formulando algunos principios. El Director Gerente, Horst Köhler, ha manifestado que propicia una "participación constructiva", es decir, la cooperación entre los países prestatarios, el sector privado y el sector oficial internacional, tanto en los períodos de calma como en las crisis. Como parte de esta estrategia, prevé la creación de un Grupo Consultivo sobre los Mercados de Capital, en el que participarán representantes del sector financiero privado.

Mayor énfasis en la reducción de la pobreza

¿Qué significa para los pobres este impulso en favor de un entorno económico mundial más seguro? Significa que la comunidad internacional está procurando asegurar que todos participen en los beneficios de la globalización. Significa que estamos procurando un crecimiento incluyente, y no sólo un crecimiento para la élite. Significa que el FMI, en estrecha colaboración con el Banco Mundial, las Naciones Unidas y otras instituciones, continuará asignando especial prioridad a la reducción de la pobreza. En este aspecto quisiera destacar que la pobreza es un fenómeno multidimensional, que abarca no sólo la falta de un ingreso suficiente, sino también la falta de acceso a servicios sociales básicos y la exclusión social en general.

Actualmente comprendemos mejor los complejos vínculos entre crecimiento y pobreza. Desde hace mucho sabemos que las políticas macroeconómicas sólidas y las reformas estructurales que favorecen el crecimiento benefician a los pobres, ya que el crecimiento constituye la vía más importante para reducir la pobreza —un aspecto en el que no puedo dejar de insistir— así como una fuente clave de financiamiento sostenido para atender gastos sociales adecuadamente orientados.

Pero hoy se acepta más fácilmente que la relación de causalidad también actúa en el sentido inverso. La lucha contra la pobreza y la equidad social pueden respaldar las medidas, como la inversión en educación primaria y salud básica, que estimulan el potencial de los pobres para contribuir al producto, lo cual ayuda a su vez a acelerar el crecimiento económico. Si no se reduce la pobreza, es difícil mantener políticas macroeconómicas y reformas estructurales adecuadas durante un período suficiente para erradicar la inflación y aumentar el crecimiento, y es improbable que persista el apoyo político. En consecuencia, lo que se necesita es un círculo virtuoso de alivio de la pobreza, crecimiento económico sostenido, mayor ahorro e inversión y creciente productividad.

Esto no se logra de la noche a la mañana, pero puede alcanzarse en un período razonablemente corto. Permítanme citar un ejemplo relativo a mi país: en unos 10 años la pobreza se redujo extraordinariamente en Chile, del 45% de la población en 1987 al 23% en 1998. Esto se logró en un entorno de pujante crecimiento económico y mayor estabilidad de precios, que permitió un aumento de los salarios reales superior al 3% anual y una rápida expansión del empleo. Se destinó un mayor volumen de recursos a gastos sociales cuidadosamente orientados, y la apertura económica expuso a los sectores protegidos e ineficientes a la competencia y la movilidad.

¿A qué podemos aspirar a escala mundial? En la cumbre de las Naciones Unidas celebrada en 1995 en Copenhague, los países se comprometieron formalmente a reducir a la mitad la proporción de la población que vive en la extrema pobreza antes del año 2015. Es una meta ambiciosa en la que ya se han logrado importantes avances. Sin embargo, mientras que algunas regiones, como Asia oriental y el Pacífico probablemente alcancen estas metas, otras —entre las que se incluyen África y vastos sectores de América Latina y el Caribe— van muy a la zaga.

Nuestra mayor esperanza ahora reside en un nuevo enfoque para reducir la pobreza, respaldado por la comunidad internacional en septiembre del año pasado, que se basa en la adopción de buenas prácticas por los propios países y por los organismos donantes. La principal innovación es que los programas se preparan sobre la base de estrategias integrales de lucha contra la pobreza formuladas por el gobierno de cada país, con la intervención de una amplia gama de sectores interesados, entre los que se incluyen la sociedad civil y la comunidad de donantes. Se hace hincapié en la identificación de los países con los programas, la transparencia, el buen gobierno y la rendición de cuentas.

Evidentemente se trata de un esfuerzo mancomunado, en el que los países interesados tienen la iniciativa mientras que cada uno de los demás participantes desempeña una función vital pero especializada. El Banco Mundial, junto con los bancos regionales de desarrollo y los organismos de las Naciones Unidas, asume la función principal en las conversaciones con las autoridades sobre el diseño de las medidas orientadas a combatir la pobreza, incluidas las redes de protección social que resguardan a los sectores pobres y vulnerables. Al FMI le corresponde respaldar las políticas económicas que crean un entorno conducente a un crecimiento sostenible e incluyente. Nuestro principal instrumento es el nuevo servicio financiero de carácter concesionario, el servicio para el crecimiento y la lucha contra la pobreza (SCLP o PRGF), que remplazó al servicio reforzado de ajuste estructural (SRAE o ESAF).

Mayor alivio de la deuda

Otro componente importante de este nuevo enfoque es el mayor esfuerzo en pro de la reducción de la deuda, acordada por la comunidad internacional en septiembre del año pasado, que tiene por objeto ofrecer a los países pobres muy endeudados un alivio de la deuda más profundo, rápido y amplio. Esta iniciativa abarca actualmente unos 36 países, la mayor parte de ellos situados en África, en lugar de los 29 comprendidos inicialmente. Como resultado de esta iniciativa, la carga de la deuda externa se reducirá, en términos globales, en casi dos tercios de su valor actual.

¿Por qué este proceso de alivio de la deuda no avanza más rápidamente? ¿Se debe a que el FMI y el Banco Mundial insisten en aplicar condiciones rígidas o irrazonables? Consideremos algunos de los primeros casos en los que no hemos podido avanzar con la rapidez esperada. Los retrasos se han debido a conflictos armados, disturbios civiles, problemas de gobernabilidad y serias desviaciones en los programas económicos, sociales y estructurales, y no a la imposición de "condiciones rígidas o irrazonables". La iniciativa sólo puede contribuir a reducir la pobreza y promover el crecimiento si se dan las condiciones propicias al uso eficaz de los recursos suplementarios y al avance del programa de desarrollo de cada país.

El FMI y el Banco Mundial están resueltos a hacer todo lo posible para acelerar el proceso. En concreto, recientemente hemos creado un Comité Conjunto de Coordinación, cuya misión es velar por que estos programas se desarrollen de manera más oportuna y eficaz. Sin embargo, un alivio de la deuda más generoso trae consigo mayores necesidades de financiamiento. Para los acreedores multilaterales, el financiamiento necesario ascenderá a unos US$14.000 millones en 1999 en valores netos actualizados. Aún no se dispone de todo este financiamiento; de hecho, todavía hay un déficit —excluidos el FMI y el Banco Mundial— de unos US$5.500 millones. ¡No podría insistir demasiado en la urgencia de que los países desarrollados cumplan los compromisos asumidos!

* * *

Aunemos esfuerzos y aprovechemos las inmensas oportunidades que nos ofrece este período de mayor estabilidad y de relativa calma económica. Es el momento de encarar de lleno los aspectos más difíciles de la reforma, que están demostrando ser tan importantes en una era de mercados globalizados. Decididamente la globalización no será un fenómeno pasajero. En definitiva, nuestra meta es lograr con ella mejores condiciones de vida, erradicar la pobreza y asegurar una distribución más amplia de la prosperidad mundial. Para alcanzar esta meta debemos garantizar que todas las naciones estén plenamente conectadas a la economía internacional: ¡No hay un minuto que perder!





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