[caption id="" align="alignnone" width="1024"] (foto: (PHOTO: ZELJKOSANTRAC/ISTOCK BY GETTY IMAGES)[/caption]
Por Robert Gregory, Huidan Lin y Martin Mühleisen
Ante la incertidumbre sin precedentes y el grave impacto económico desencadenado por la COVID-19, el FMI continúa adaptando sus préstamos.
Al mismo tiempo, busca Por establecer metas realistas, mantener la credibilidad de los programas y fomentar la identificación de los países con los programas.
Hasta la fecha, el FMI ha proporcionado asistencia financiera, principalmente a través de sus instrumentos de créditos de emergencia y préstamos precautorios, a aproximadamente 80 países.
Además, más de 30 países han expresado su interés en programas respaldados por el FMI para reconstruir sus redes de seguridad financiera y hacer frente a las consecuencias inmediatas de la pandemia.
Para ayudar a los países miembros a enfrentarse a esta pandemia, única en un siglo, los programas de préstamos del FMI se están adaptando —mediante la innovación y el aumento de la flexibilidad— a medida que los países pasan de la fase inicial de contención a la estabilización y, eventualmente, a la recuperación.
Objetivo a corto plazo: la estabilización macroeconómica
Los programas respaldados por el FMI a corto plazo se centran principalmente en estabilizar la economía. Esto incluye el establecimiento de prioridades de gasto (por ejemplo, en salud y otros gastos sociales, así como apoyo a la liquidez y a los ingresos para las empresas y los hogares más afectados). La política monetaria debe ser lo más acomodaticia posible y, al mismo tiempo, ser consciente de los riesgos de inflación, y la política del sector financiero debe tratar de evitar una contracción del crédito mientras mantiene la solidez de los balances.
Sin embargo, es posible que las políticas convencionales por sí solas no sean suficientes. En algunas circunstancias, se podrían considerar medidas adicionales. Por ejemplo, podría utilizarse plenamente la flexibilidad incorporada en el marco regulatorio existente, y quizás exista mayor margen para el uso de políticas monetarias no convencionales. Sin embargo, algunas otras medidas —como el financiamiento monetario del presupuesto— podrían correr el riesgo de socavar los progresos logrados con tanto esfuerzo en materia de formulación de políticas y fortalecimiento institucional, sentar precedentes perjudiciales y serían difíciles de revertir.
Durante la actual crisis, el monitoreo de los programas del FMI (incluido el financiamiento de emergencia) se ha centrado más en la calidad y las medidas de gobernanza del gasto, que en condiciones específicas y cuantificables que tradicionalmente se vinculan a los préstamos del FMI, como por ejemplo el endeudamiento del gobierno central.
La razón de ello es sencilla. La incertidumbre sin precedentes provocada por la pandemia significa que es más difícil planificar las políticas económicas y que los objetivos corren el riesgo de quedarse rápidamente obsoletos.
Es probable que esta tendencia continúe mientras dure la pandemia, hasta que pueda establecerse una visión más segura de las perspectivas económicas y las condiciones de financiamiento. Pese a que mientras tanto se está realizando una evaluación más holística de las políticas, los países deberán demostrar que los recursos del FMI se están empleando adecuadamente.
Gestionar la incertidumbre
Al mismo tiempo, las autoridades económicas de los países deberán seguir actuando con agilidad para responder a los shocks económicos y hacer frente a riesgos futuros. Esto hace que las conversaciones periódicas entre las autoridades de los países y el personal técnico del FMI sobre escenarios adversos y respuestas adecuadas de política económica cobren más importancia, tanto en el marco de los programas como de la supervisión.
Con el aumento de los niveles de deuda, son más los países con probabilidades de ser vulnerables a situaciones críticas causadas por el sobreendeudamiento. Cuando la sostenibilidad de la deuda de un país es incierta, prorrogar el vencimiento de las obligaciones de deuda pública puede contribuir a determinar la línea de acción futura, hasta que exista cierta claridad sobre la necesidad y alcance de un posible tratamiento de la deuda más delante.
Esta medida implica costos —como reducciones de las calificaciones crediticias y, posiblemente, la declaración de un evento crediticio— pero, al final, los inversionistas pueden beneficiarse de la resolución de los problemas subyacentes que condujeron a la pérdida del acceso a los mercados.
Al liberar recursos críticos y reducir la presión sobre las reservas externas, la prórroga de los vencimientos también puede contribuir a reducir la necesidad de austeridad y endurecimiento de la política monetaria, que pueden intensificar el daño económico.
Por último, es posible que, aunque sean capaces de gestionar la pandemia y sus repercusiones económicas sin recurrir a financiamiento del FMI, muchos países quieran contar con una protección frente a shocks imprevistos. Para ellos, los instrumentos de préstamos precautorios del FMI son una opción atractiva que puede facilitar el acceso a los mercados con menores costos. Estos instrumentos podrían relajarse de forma gradual a medida que mejoran las condiciones; por ejemplo, los países con Líneas de Crédito Flexibles podrían realizar una transición hacia Líneas de Liquidez a Corto Plazo.
Respaldar ajustes estructurales ante una “nueva normalidad”
A medida que la incertidumbre se reduzca, la concesión de préstamos del FMI cambiará de forma progresiva y reflejará la necesidad de brindar apoyo a los países para que restablezcan el margen de maniobra de la política económica y reduzcan las vulnerabilidades de la deuda.
Para la mayoría de los países, la economía tras la pandemia será diferente de la que existía antes. A medida que la recuperación se afiance y los efectos de la crisis sean más claros, los programas del FMI deberán desviar la atención hacia reformas que impulsen el crecimiento y brindar así asistencia a sus miembros para que logren una recuperación fuerte y sostenible tras la crisis.
Por ejemplo, las reformas para que los empleados comiencen y abandonen empleos con facilidad son menos críticas para contener el virus y estabilizar la economía, pero podrían ser importantes para ajustarse a una nueva normalidad, ya que posiblemente las economías experimenten cambios estructurales significativos, teniendo que gestionar tecnologías digitales y los efectos del cambio climático.
Como resultado, el FMI continuará su colaboración con otras instituciones financieras internacionales para implementar políticas estructurales. Estas políticas incluyen la salud, la gestión de la deuda y la protección social, la mejora de la gobernanza de los préstamos, así como pasos para mejorar la resiliencia a futuros riesgos sanitarios y climáticos.
Esta crisis ha puesto a prueba hasta el extremo la resiliencia y la agilidad de los gobiernos y los bancos centrales. El FMI está comprometido, junto con otros organismos socios, a igualar estos esfuerzos a nivel internacional. A este respecto, la ejecución eficiente de los instrumentos de préstamos del FMI continuará siendo una parte integral.