La recuperación mundial continúa pero se enfrenta a múltiples dificultades al comienzo del tercer año de la pandemia. La rápida propagación de la variante ómicron ha llevado a muchos países a reimponer restricciones a la movilidad y agudizado la escasez de mano de obra. Los trastornos del suministro aún lastran la actividad y están empujando la inflación al alza, acrecentando las presiones generadas por una vigorosa demanda y los elevados precios de los alimentos y la energía. Además, como consecuencia de los niveles históricos de deuda y del avance de la inflación, muchos países tienen problemas para hacer frente a las renovadas perturbaciones.
Con todo, algunos retos podrían resultar más transitorios. La nueva variante parece producir una enfermedad menos grave que la variante delta, y se prevé que la escalada récord de infecciones perderá ímpetu con relativa rapidez. Por lo tanto, la última edición de Perspectivas de la economía mundial del FMI prevé que, si bien la variante ómicron lastrará la actividad del primer trimestre de 2022, ese efecto comenzará a desvanecerse a partir del segundo trimestre.
Las proyecciones apuntan a otros problemas y giros de las políticas que influirán más en las perspectivas. Para este año, proyectamos un crecimiento mundial de 4,4% —0,5 puntos porcentuales menos que en el pronóstico anterior— principalmente debido a rebajas del desempeño de Estados Unidos y China. En el caso de Estados Unidos, eso se debe a una menor probabilidad de aprobación del programa fiscal conocido como Build Back Better, el repliegue anticipado de la política monetaria extraordinariamente acomodaticia y las persistentes perturbaciones del suministro. En el caso de China, la razón radica en la contracción ininterrumpida del sector inmobiliario y el hecho de que la recuperación del consumo privado ha defraudado las expectativas. Los trastornos del suministro han llevado a recortar las proyecciones para otros países, como Alemania. Se prevé que el crecimiento mundial disminuirá a 3,8% en 2023. Esa cifra es 0,2 puntos porcentuales más alta que el pronóstico de octubre último y refleja más que nada un repunte después de que desaparezcan los actuales lastres del crecimiento.
Hemos revisado al alza el pronóstico de la inflación en 2022 en las economías tanto avanzadas como de mercados emergentes y en desarrollo, y entendemos que las elevadas presiones de los precios persistirán. Se presume —sobre la base de las expectativas de mejora de la oferta que manifiesta la industria— que los desequilibrios entre oferta y demanda se corregirán a lo largo de 2022, a medida que la demanda se aleje poco a poco de los bienes y se reoriente hacia los servicios, y que se vayan retirando las extraordinarias políticas de apoyo. Además, se prevé que los precios de la energía y de los alimentos subirán a un ritmo menos intenso en 2022, de acuerdo con los mercados de futuros. Suponiendo que las expectativas de inflación se mantengan ancladas, cabría esperar una moderación de la inflación en 2023.
Aun si las reactivaciones continúan, persiste una preocupante divergencia de las perspectivas de los distintos países. En tanto que se proyecta que las economías avanzadas retomarán la tendencia previa a la pandemia este año, varias economías de mercados emergentes y en desarrollo sufrirían significativas pérdidas del producto a mediano plazo. Según las estimaciones, en 2021 había alrededor de 70 millones más de personas indigentes que lo que medían las tendencias antes de la pandemia, lo cual significa que la lucha contra la pobreza retrocedió varios años.
Los pronósticos están sujetos a una pronunciada incertidumbre y, en general, los riesgos se inclinan a la baja. La aparición de variantes más letales podría prolongar la crisis. La estrategia de cero casos de COVID que ha adoptado China podría exacerbar los trastornos en el suministro mundial, y si las tensiones financieras que afectan al sector inmobiliario del país se trasladan a la economía en general, las ramificaciones serían amplias. Un alza sorpresiva de la inflación estadounidense podría encontrar respuesta en una fuerte restrictividad de la política monetaria de la Reserva Federal y un drástico endurecimiento de las condiciones financieras mundiales. La agudización de las tensiones geopolíticas y los disturbios sociales también plantean riesgos para las perspectivas.
Esfuerzos mundiales
Para hacer frente a muchas de las dificultades que enfrenta la economía mundial, es vital romper las tenazas de la pandemia. Eso requerirá una campaña mundial para generalizar la inmunización, las pruebas de detección y el acceso a terapias, incluidos los flamantes medicamentos antivirales. En este momento, apenas 4% de la población de los países de bajo ingreso está completamente vacunada, frente a 70% en los países de ingreso alto. Además de garantizar un suministro previsible de vacunas para los países en desarrollo de bajo ingreso, se debería brindar asistencia para estimular la capacidad de absorción y mejorar la infraestructura sanitaria. Es urgente cerrar el déficit de $23.400 millones en el financiamiento del Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (ACT, por sus siglas en inglés) y promover las transferencias de tecnología para acelerar la diversificación de la producción mundial de herramientas médicas críticas, sobre todo en África.
A nivel nacional, las políticas deberían seguir estando adaptadas a las circunstancias de cada país, incluidos el grado de la recuperación y de las presiones inflacionarias subyacentes y el margen de maniobra para la aplicación de políticas. La política fiscal y la monetaria deberían estar coordinadas para alcanzar las metas económicas. Dado el nivel de incertidumbre, las políticas también deberían seguir siendo ágiles y adaptarse a los datos económicos que vayan llegando.
Dado que en muchas economías las políticas tienen menos margen de maniobra y que en otras se encuentra en marcha una recuperación vigorosa, las proyecciones apuntan a una disminución de los déficits fiscales en la mayoría de los países este año. La prioridad fiscal debería seguir siendo el sector de la salud y, donde sean necesarias, las transferencias deberían estar focalizadas efectivamente en los sectores más afectados de la población. Todas las iniciativas tendrán que encuadrarse en marcos fiscales a mediano plazo que tracen una trayectoria creíble para asegurar que la deuda pública siga siendo sostenible.
La política monetaria se encuentra en una coyuntura crítica en la mayor parte de los países. En los casos en que la inflación se ha generalizado a la par de una vigorosa reactivación, como en Estados Unidos, o en que existe el peligro de que se enraíce una inflación elevada, como en algunas economías de mercados emergentes y en desarrollo y en algunas economías avanzadas, correspondería retirar la extraordinaria política monetaria de apoyo. Varios bancos centrales ya han comenzado a incrementar las tasas de intereses para adelantarse a las presiones de los precios. Es crítico comunicar bien la transición de la política hacia una orientación más restrictiva a fin de evitar reacciones desordenadas en los mercados. En las economías donde las presiones inflacionarias se mantienen atenuadas y la recuperación no ha llegado a término, la política monetaria puede seguir siendo acomodaticia.
A medida que la política monetaria se vaya endureciendo a nivel más amplio este año, las economías tendrán que adaptarse a un entorno mundial caracterizado por tasas de interés más altas. Las economías de mercados emergentes y en desarrollo con un elevado endeudamiento en moneda extranjera y necesidades de financiamiento externo deberían prepararse para la posibilidad de turbulencia en los mercados financieros, prolongando en la medida de lo posible los vencimientos de las deudas y conteniendo los descalces de monedas. La flexibilidad cambiaria puede ayudar con el ajuste macroeconómico necesario. En algunos casos, la intervención en el mercado de cambios y las medidas transitorias de gestión de los flujos de capital pueden hacerse necesarias a fin de que la política monetaria pueda centrarse en las condiciones internas.
Ante el avance de las tasas de interés, los países de bajo ingreso, 60% de los cuales ya se encuentran en situación crítica por sobreendeudamiento o corren un gran riesgo de caer en ella, tendrán crecientes dificultades para atender el servicio de sus deudas. El Marco Común del G-20 debe ser modificado para acelerar las reestructuraciones de las deudas, y los acreedores privados y del G-20 deberían suspender el servicio de la deuda mientras se negocian las reestructuraciones.
Al comienzo del tercer año de la pandemia, se han perdido 5,5 millones de vidas en el mundo entero, y las pérdidas económicas se aproximarían a USD 13,8 billones hasta fines de 2024, en relación con los pronósticos previos a la pandemia. Estas cifras habrían sido mucho peores sin la extraordinaria labor desplegada por científicos y la comunidad médica, y las rápidas y contundentes políticas de respuesta lanzadas a nivel internacional.
Sin embargo, queda mucho por hacer para contener las pérdidas y reducir las amplias disparidades en las perspectivas de recuperación de los países. Se necesitan iniciativas para revertir las profundas pérdidas de aprendizaje que han sufrido los niños, especialmente en los países en desarrollo. En promedio, los alumnos de países de ingreso mediano y bajo experimentaron 93 días más de cierres escolares a escala nacional que los de países de alto ingreso. En cuanto al clima, es necesario redoblar los esfuerzos por alcanzar cero de emisiones netas de dióxido de carbono para 2050, con mecanismos de tarifación del carbono, inversión en infraestructuras verdes, subvenciones para la investigación e iniciativas de financiamiento que les permitan a todos los países invertir en medidas de adaptación y mitigación del cambio climático.
Los dos últimos años reafirman que esta crisis y la recuperación en curso son como ninguna otra. Las autoridades deben vigilar de cerca un amplio abanico de datos económicos nuevos, prepararse para eventualidades y aprestarse a comunicar los cambios de las políticas y ponerlos en práctica sin gran antelación. A su vez, la cooperación internacional decisiva y eficaz debería asegurar que este sea el año en que el mundo escapa a las garras de la pandemia.