Por Dora Iakova, Alfred Kammer y James Roaf
La semana pasada, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó una ambiciosa propuesta. De aquí a 2030, el objetivo de la Unión Europea será reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en por lo menos un 55% por debajo de los niveles de 1990. Y este es solo un objetivo intermedio. El objetivo último es que la UE alcance la neutralidad climática de aquí a 2050, como se señala en el Pacto Verde Europeo.
Si bien estos objetivos son en sí ambiciosos, también son realistas y alcanzables. La mitigación del cambio climático no es un lujo, sino una necesidad si queremos evitar una crisis climática. Para limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales —un nivel considerado como relativamente seguro por los expertos climáticos—, el mundo entero tendría que alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050, y la UE va a la cabeza.
El camino por recorrer
Implementar esta importante reducción de las emisiones no será fácil. Requerirá un gran cambio en la estructura de la economía europea para que recurra más a energías renovables y alcance una mayor eficiencia energética.
Dos nuevos trabajos del FMI sugieren que un paquete de políticas diseñadas minuciosamente permitiría a la UE alcanzar los objetivos de emisión y, al mismo tiempo, mantener un crecimiento dinámico. Si se llevan a cabo con una secuencia adecuada, estas políticas también podrían respaldar la recuperación económica tras la recesión derivada de la COVID-19.
Una estrategia de crecimiento respetuosa con el clima
La movilización de recursos públicos sin precedentes que se llevó a cabo para combatir la crisis, tanto a nivel de los países como de la UE, deberá utilizarse para construir una economía que sea sostenible y más resiliente.
Dar prioridad a las inversiones en tecnologías verdes y digitales conduciría a un crecimiento generador de empleo en la UE a corto plazo. A medida que se afiance la recuperación, el aumento progresivo de los precios del carbono proporcionaría ingresos muy necesarios y, al mismo tiempo, aumentaría los incentivos para invertir en tecnologías limpias y en eficiencia energética.
La estrategia debe incluir los siguientes elementos.
Un aumento gradual del precio del carbono. Un precio del carbono que abarque todas las emisiones y aumente progresivamente con el tiempo es el mecanismo más eficiente para que los hogares y las empresas ajusten su comportamiento y reduzcan sus emisiones de manera eficaz en función de los costos. La fijación de precios del carbono proporciona incentivos tanto para reducir el consumo de energía como para cambiar a fuentes de energía más limpias.
El Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la UE ha conseguido controlar las emisiones con éxito. Pero su cobertura, que actualmente se limita al sector eléctrico y a las grandes industrias, debería ampliarse a todos los sectores. La previsibilidad de las señales de precios puede fortalecerse con el establecimiento de un precio mínimo de los permisos de emisión que aumente de forma progresiva. Actualmente, los bajos precios de las materias primas también ofrecen una buena oportunidad para eliminar gradualmente las exenciones fiscales y los subsidios a los combustibles fósiles.
Utilizar los ingresos de la fijación de precios del carbono para respaldar el crecimiento sostenible. Estos ingresos pueden utilizarse para reducir (o evitar el aumento) impuestos sobre el trabajo y otros impuestos que provocan distorsiones, estimular las inversiones productivas verdes y dar apoyo a quienes se vean afectados por la transición verde. Nuestro estudio muestra que con un uso eficiente de los recursos, los costos económicos de las políticas climáticas son muy bajos incluso a corto plazo. A largo plazo, los beneficios económicos y para la salud, en términos de una menor contaminación, una mejor calidad del aire y los daños medioambientales que se evitan, superan ampliamente los costos a corto plazo. En pocas palabras, el costo de la inacción es mucho mayor que el costo de la acción.
Apoyar inversiones verdes y políticas focalizadas que no sean de precios. La fijación de precios del carbono por sí misma no es suficiente para descarbonizar con rapidez algunos sectores, como el transporte o los edificios. Es fundamental aplicar políticas complementarias que aborden obstáculos específicos, entre otros, las restricciones de financiamiento, los mercados incompletos y la disponibilidad de bienes públicos. Por ejemplo, los gobiernos pueden dirigir el gasto de capital hacia infraestructuras de red, incluidas redes de suministro eléctrico y estaciones de carga para vehículos eléctricos, que apoyen la electrificación y una producción más limpia de energía. También podrían respaldar el fomento de innovaciones en tecnologías emergentes, tales como la producción de hidrógeno y nuevos métodos de captura y almacenamiento de carbono. Podrían aliviarse las restricciones de financiamiento de personas y empresas, por ejemplo, mediante un financiamiento de bajo costo para la renovación de edificios en forma energéticamente eficiente. Otras políticas que no sean de precios, como son las tasas ambientales (una escala progresiva de derechos y descuentos sobre productos vinculados a sus tasas de emisión), las normas y las regulaciones, también tienen un importante papel que desempeñar en ámbitos concretos.
Velar por una transición justa. Debe darse apoyo a los hogares y los trabajadores más perjudicados por el abandono de las actividades con altas emisiones de carbono. Para que la transformación verde tenga éxito, debe ser justa y equitativa. Este apoyo puede incluir transferencias directas a hogares de bajo ingreso y, para los trabajadores, capacitación y asistencia en la colocación laboral. A medida que la UE amplíe la cobertura de precios del carbono a más sectores, los Estados miembros de bajo ingreso más afectados por el aumento de precios de las emisiones también necesitarán apoyo.
Evitar la «fuga de carbono» mediante la cooperación a escala mundial. La UE representa solo el 10% de las emisiones mundiales y no puede frenar el calentamiento global por sí sola. El acuerdo sobre un precio mínimo del carbono entre los principales países emisores sería la mejor manera de reducir las emisiones mundiales y evitar la «fuga de carbono» (el desplazamiento de la producción con altas emisiones de carbono a países con menores precios del carbono). A falta de dicho acuerdo, podría evitarse la fuga con la aplicación de los mismos precios del carbono a los mismos productos con independencia de dónde se produzcan.
Los esfuerzos de recuperación de la crisis actual ofrecen la oportunidad para acelerar la transición hacia una economía más verde, sostenible y más justa. La UE está aprovechando esta oportunidad y estamos convencidos de que puede lograr sus objetivos y demostrar al mundo los beneficios de cambiar a un modelo económico con bajas emisiones de carbono.