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Retomar la senda de las emisiones netas cero: Tres prioridades fundamentales para la COP27

Si no actuamos ya, la devastación y la destrucción del cambio climático no harán sino empeorar

Este mismo año hemos sido testigos de los efectos cada vez más devastadores del cambio climático, tragedias humanas y turbulencias económicas con los tifones en Bangladesh, las inundaciones sin precedentes en Pakistán, las olas de calor en Europa, los incendios forestales en América del Norte, los ríos secos en China y las sequías en África.

Esta situación empeorará si no actuamos.

Si continúa el cambio climático, los científicos predicen desastres aún más devastadores y perturbaciones a largo plazo en los patrones climáticos que destruirían vidas y medios de subsistencia y trastocarían las sociedades. Podrían producirse migraciones masivas. Además, si no se consigue situar las emisiones en la trayectoria adecuada de aquí a 2030, el calentamiento global se haría permanente por encima de 2 oC y existiría el riesgo de que se alcanzaran puntos de inflexión catastróficos, en los que el cambio climático pase a autoperpetuarse.

Si actuamos ahora, no solo podría evitarse lo peor, sino que también podríamos elegir un futuro mejor. La transformación verde, si se realiza de forma adecuada, significará un planeta más limpio, con menos contaminación, economías más resilientes y personas más sanas.

Llegar a esto exige medidas en tres frentes: políticas firmes para alcanzar emisiones netas cero de aquí a 2050, medidas decididas para adaptarse al calentamiento global que ya es permanente, y respaldo financiero sólido para ayudar a los países vulnerables a costear estos esfuerzos.

Emisiones netas cero para 2050

En primer lugar, es vital limitar los nuevos aumentos de la temperatura a menos de entre 1,5 °C y 2 °C.  Para conseguirlo de aquí a 2050, se necesita reducir las emisiones en25‑50% de aquí a 2030, en comparación con los niveles anteriores a 2019.

La buena noticia es que aproximadamente 140 países, que representan el 91% de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya han propuesto o fijado metas de emisiones netas cero para alrededor de mediados de siglo.

La mala noticia es que la retórica de las emisiones netas cero no iguala la realidad.

En realidad, lograr emisiones netas cero de aquí a 2050 supone que la mayoría de los países deben hacer aún más para fortalecer sus metas de reducción de emisiones, en especial las grandes economías.

Y en el terreno de la política la brecha es incluso mayor. Un nuevo análisis del FMI de las políticas climáticas actuales a escala mundial muestra que solo lograrían una reducción del 11%. La diferencia entre esta cifra y lo que se necesita es enorme, equivalente a más de cinco veces las emisiones anuales actuales de la Unión Europea.

Necesitamos desesperadamente que la aplicación de las políticas se ponga al día.

Esto exigirá una combinación de incentivos que empuje a las empresas y los hogares a priorizar las tecnologías y los productos limpios en todas sus decisiones.

La combinación ideal de medidas incluiría la tarificación del carbono, también la reducción de los subsidios a los combustibles fósiles, junto con medidas alternativas que puedan lograr resultados equivalentes, tales como tasas ambientales y regulaciones. Para complementar las políticas nacionales, alcanzar un acuerdo sobre un precio mínimo internacional del carbono sería una forma de impulsar la acción: exigir a los grandes emisores un precio mínimo de USD 25-75 por tonelada de carbono, dependiendo del nivel de ingreso nacional. Y, con políticas alternativas, esto no quiere decir impuestos per se. Sería colaborativo, pragmático y equitativo.

Por supuesto, el programa general debería incluir medidas para reducir el metano. Reducir a la mitad estas emisiones en la próxima década evitaría un aumento estimado de 0,3 oC de la temperatura mundial promedio de aquí a 2040, y contribuiría a evitar puntos de inflexión.

También es fundamental incluir incentivos para inversiones privadas en tecnologías en energía de bajas emisiones de carbono, inversiones públicas en infraestructuras verdes que fomenten el crecimiento y apoyo para los hogares vulnerables.

El nuevo análisis del FMI contiene proyecciones alentadoras de un programa equitativo de medidas que contendría el calentamiento global en 2 oC. Estimamos que el costo neto de cambiar a tecnologías limpias —teniendo en cuenta los ahorros conseguidos al evitar inversiones innecesarias en combustibles fósiles— sería de aproximadamente 0,5% del producto interno bruto mundial en 2030. Esta cifra es minúscula en comparación con los devastadores costos de un cambio climático no controlado.

Pero, cuanto más esperemos, mucho más costoso y perturbador será realizar este cambio. 

Necesidad urgente de adaptación

Pero las medidas de mitigación no son suficientes. Con cierto calentamiento global que ya es permanente, personas y economías de todas partes del mundo pagan el precio todos los días. 

Y, mientras que son las economías más grandes del mundo las que más contribuyen y deben lograr la reducción más importante de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, las economías más pequeñas son las que sufren los mayores costos y afrontan la factura más grande para la adaptación.

En África, una sola sequía puede disminuir el potencial de crecimiento económico a mediano plazo de un país en 1 punto porcentual, y generar así una pérdida de ingresos públicos equivalente a una décima parte del presupuesto en educación.

Esto subraya la importancia de realizar amplias inversiones en resiliencia, desde infraestructuras y redes de protección social a sistemas de alerta anticipada y una agricultura inteligente desde el punto de vista del clima. De hecho, para aproximadamente 50 economías en desarrollo y de bajo ingreso, el FMI estima que los costos anuales de adaptación superarán el 1% del PIB en los próximos 10 años.

En muchos casos, estos países han agotado el espacio fiscal tras casi tres años de crisis, desde la pandemia hasta la inflación desenfrenada. Necesitan con urgencia apoyo técnico y financiero internacional para desarrollar resiliencia y volver a sus trayectorias de desarrollo.

Financiamiento climático: ahora es el momento de innovar

También es vital realizar más esfuerzos en materia de financiamiento climático. Las economías avanzadas deben cumplir o superar el compromiso de USD 100.000 millones en financiamiento climático para los países en desarrollo, en particular por razones de equidad.

Pero el dinero público por sí solo no es suficiente; se necesitan enfoques innovadores y nuevas políticas que incentiven a los inversionistas privados a realizar más esfuerzos. Después de todo, la transformación verde conlleva grandes oportunidades de inversiones en infraestructura, energía y otras oportunidades.

Debe comenzarse con el fortalecimiento de la gobernanza y la integración de consideraciones climáticas en la inversión pública y la gestión financiera que puedan contribuir a explotar nuevas fuentes de financiamiento.

También serán importantes los instrumentos financieros ya probados, como los fondos de inversión cerrados que pueden reunir activos de mercados emergentes para aumentar la escala y diversificar los riesgos. Asimismo, los donantes o bancos multilaterales de desarrollo deben realizar más esfuerzos para incentivar la entrada de inversionistas institucionales; por ejemplo, proporcionando capital, que actualmente constituye solo un pequeño porcentaje de sus compromisos.

Un nuevo ámbito prometedor consiste en liberar capital de fondos de pensiones, compañías de seguros y otros inversionistas a largo plazo que gestionan, de forma colectiva, más de USD 100 billones en activos.

Otra consideración es que disponer de mejores datos facilita las decisiones y la inversión. Es por ello que el FMI y otras entidades internacionales se encuentran en proceso de normalizar información comparable de alta calidad para los inversionistas, armonizar la divulgación de información climática y alinear el financiamiento con los objetivos climáticos.

El papel del FMI

El FMI reconoce la importancia crítica de la transformación verde, así que hemos reforzado nuestros esfuerzos en este tema, entre otras cosas, mediante nuestras asociaciones con el Banco Mundial, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, la Red para la Ecologización del Sistema Financiero y otras organizaciones.

Ya estamos incorporando consideraciones climáticas en todos los aspectos de nuestro trabajo. Este trabajo incluye la supervisión económica y financiera, la gestión de datos y el fortalecimiento de las capacidades, junto con el trabajo analítico. Y nuestra primera herramienta de financiamiento a largo plazo, el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, dispone ahora de más de USD 40.000 millones en compromisos de financiamiento, junto con tres acuerdos a nivel del personal técnico con Barbados, Costa Rica y Rwanda.

El apoyo a este instrumento demuestra el poder perdurable de la cooperación para superar los retos mundiales.

Si no actuamos ahora, la devastación y la destrucción del cambio climático —así como la amenaza a nuestra propia existencia— no harán sino empeorar.

Pero, si trabajamos juntos —y con más tesón y dinamismo— aún es posible conseguir un futuro más verde, más sano y más resiliente.