Navegar en un mundo más frágil
6 de octubre de 2022
1 . Introducción:
Gracias, Presidente DeGioia, y gracias también a los miembros del claustro, ilustres invitados y amigos, y todos los Hoyas presentes en esta sala y repartidos por el mundo.
Nos encontramos aquí, en Gaston Hall, delante de un cuadro de Atenea, la diosa griega de la sabiduría, un buen punto de partida para los temas que voy a tratar. Nuestra economía mundial se parece a un barco en aguas agitadas. Necesitamos toda la sabiduría que podamos reunir para estabilizarlo y sortear lo que está por venir.
En menos de tres años no hemos hecho sino afrontar un shock tras otro.
Primero, la COVID. Luego, la invasión rusa de Ucrania, y catástrofes climáticas en todos los continentes.
Estos shocks han infligido un daño inconmensurable a la vida de las personas. Su efecto conjunto impulsa el incremento de precios a escala mundial, en especial de los alimentos y la energía, y provoca una crisis del costo de vida.
Lidiar con estos shocks es más difícil a causa de la fragmentación geopolítica.
Asistimos a una transformación radical de la economía mundial:
- De un mundo relativamente previsible, con un marco basado en reglas para la cooperación económica mundial, tasas de interés reducidas y escasa inflación...
- a un mundo más frágil, con más incertidumbre, mayor volatilidad económica, confrontaciones geopolíticas y desastres naturales cada vez más frecuentes y devastadoras, un mundo en que cualquier país puede verse desestabilizado más a menudo y con mayor facilidad.
¿Qué podemos hacer para evitar que este período de fragilidad elevada se convierta en una "nueva normalidad" peligrosa?
Ante todo, debemos estabilizar la economía mundial, abordando los retos más inmediatos.
Además, mientras intentamos resolver las crisis de hoy, debemos revitalizar la cooperación mundial y transformar nuestra economía con el fin de desarrollar la resiliencia a los shocks del futuro.
Por esta razón, desde el FMI instamos a que se adopten medidas en forma temprana y conjunta para replantear la situación y reconsiderar la aplicación de una nueva forma de pensar, más proactiva y precautoria que en el pasado. También reclamamos una mayor voluntad para actuar de forma inmediata y conjunta.
Este será el eje central de las Reuniones Anuales con los 190 países miembros la semana próxima.
- Perspectivas más sombrías
Primero quisiera señalar la urgencia de estabilizar la economía ante las ensombrecidas perspectivas de la economía mundial.
En octubre pasado, pronosticamos que la recuperación de la profunda crisis de la COVID sería sólida. En 2021, el crecimiento mundial alcanzó 6,1%, y la mayoría de los economistas, también los del FMI, pensaban que la recuperación continuaría y la inflación se desvanecería rápidamente, sobre todo porque se esperaba que las vacunas ayudasen a aplacar las perturbaciones por el lado de la oferta y permitirían el repunte de la producción.
Sin embargo, no fue así. Múltiples shocks, entre ellos una guerra sin sentido, cambiaron por completo el panorama económico. La inflación, lejos de ser transitoria, se ha vuelto más persistente.
Los elevados precios de la energía y los alimentos, el endurecimiento de las condiciones financieras y las prolongadas limitaciones de la oferta desaceleraron el crecimiento. La desaceleración afecta a todas las principales economías del mundo: la zona del euro se ha visto gravemente afectada por la reducción del suministro de gas procedente de Rusia; China sufre perturbaciones relacionadas con la pandemia y enfrenta la caída del mercado inmobiliario, y Estados Unidos está perdiendo dinamismo, ya que la inflación reduce el ingreso disponible y la demanda de consumo, y las elevadas tasas de interés inciden negativamente en la inversión.
Esto, a su vez, afecta a los países emergentes y en desarrollo, que deben hacer frente a un descenso de la demanda de las exportaciones; además, muchos de ellos tienen graves problemas por la subida de los precios de los alimentos y la energía.
Hemos revisado a la baja tres veces ya nuestras proyecciones de crecimiento, hasta solo 3,2% en 2022 y 2,9% en 2023. Como verán en el informe Perspectivas de la economía mundial, que se actualizará la semana próxima, volveremos a revisar a la baja el crecimiento para el año que viene.
Asimismo, señalaremos que los riesgos de recesión están aumentando. Según nuestras estimaciones, en países que representan aproximadamente una tercera parte de la economía mundial, se registrarán un mínimo de dos trimestres consecutivos de contracción este año o el año que viene. Además, incluso aunque el crecimiento sea positivo, parecerá una recesión debido a la disminución de los ingresos reales y al aumento de los precios.
En términos generales, esperamos una pérdida de producto mundial de aproximadamente USD 4 billones entre ahora y 2026. Esto equivale al tamaño de la economía alemana y supone un duro revés para la economía mundial.
Además, es más probable que vaya a peor que a mejor. La incertidumbre sigue siendo sumamente alta en un contexto de guerra y pandemia. Podrían producirse incluso más shocks económicos. Los riesgos para la estabilidad financiera están en alza: la revaloración rápida y desordenada de los activos podría verse ampliada por vulnerabilidades existentes, como el elevado nivel de deuda soberana y los problemas de liquidez en segmentos clave del mercado financiero.
- Estabilización
Así pues, ¿de qué modo pueden las autoridades estabilizar la economía? Nos centramos en tres prioridades:
En primer lugar, no aflojar hasta conseguir reducir la inflación.
Un paso en falso en la aplicación de políticas puede pagarse muy caro.
Un endurecimiento insuficiente haría que la inflación se desancle y arraigue, y esto obligaría a situar las tasas de interés en niveles mucho más altos y sostenidos en el futuro, causando enormes daños al crecimiento y a las personas.
Por otro lado, endurecer la política monetaria en exceso y con demasiada rapidez —y hacerlo de forma sincronizada en distintos países— podría empujar a muchas economías a una recesión prolongada.
De momento, la subida de las tasas de interés está enfriando ligeramente la demanda interna, incluidos los mercados inmobiliarios. No obstante, la inflación sigue siendo persistentemente elevada y de base amplia, lo que significa que los bancos centrales deben seguir respondiendo. Ante este telón de fondo, lo que hay que hacer es actuar de forma decidida, incluso mientras la economía se desacelera inevitablemente. No es tarea fácil, y causará sufrimiento a corto plazo. No obstante, la clave es evitarnos a todos un sufrimiento mucho mayor y duradero.
La segunda prioridad inmediata es aplicar una política fiscal responsable, que proteja a los grupos vulnerables sin avivar la inflación.
Ante la gravedad de la crisis del costo de la vida, los gobiernos deben desplegar medidas fiscales no meramente temporales, sino también focalizadas con enorme precisión en los hogares de más bajo ingreso.
Allí donde probablemente persistan los elevados precios de la energía, los gobiernos podrían proporcionar ayudas directas a familias de ingresos medianos y bajos, y reducir al mínimo el uso de los controles de precios. Sabemos que regular los precios durante un largo período de tiempo es costoso, y poco eficaz.
Es esencial evitar un apoyo fiscal indiscriminado, puesto que si se hace sobre una base amplia, el impulso que daría a la demanda complicaría todavía más la lucha contra la inflación. Dicho de otra forma: si la política monetaria está apretando el freno, no puede ser que la política fiscal apriete el acelerador. De ser así, el camino sería muy duro y peligroso.
Nuestra tercera prioridad son las iniciativas conjuntas de apoyo a las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
La mayor fortaleza del dólar, los elevados costos de financiamiento y las salidas de capital propinan un golpe triple a muchas economías de mercados emergentes y en desarrollo. La probabilidad de que los mercados emergentes registren salidas de inversiones de cartera en los próximos tres trimestres ha aumentado hasta 40%, lo cual podría plantear serias dificultades a los países con importantes necesidades de financiamiento externo.
Mantener la flexibilidad cambiaria tendrá efectos positivos, pero los países también se verían beneficiados por un planteamiento más proactivo y la adopción de medidas precautorias antes de que estalle una crisis. En este sentido, el Marco Integrado de Políticas del FMI puede ayudar a calibrar la mejor combinación de políticas posible, con el apoyo de nuestros instrumentos de préstamos precautorios.
En un entorno tal, muchos países necesitan también ayuda para lidiar con la deuda, impulsada al alza por la crisis de la COVID. Este problema es particularmente complejo en el mundo en desarrollo. Más de una cuarta parte de las economías emergentes han incumplido los pagos o han tenido bonos operando en niveles que denotan tensión, y más del 60% de los países de bajo ingreso se encuentran en una situación crítica por sobreendeudamiento o corren un gran riesgo de caer en ella.
Esto eleva el riesgo de que la crisis de la deuda empeore en estos países, causando daños a la población, y al crecimiento y la estabilidad financiera mundiales.
Para reducir el riesgo de que se produzcan crisis de endeudamiento, los grandes acreedores, como China y el sector privado, tienen la responsabilidad de actuar. El propósito del Marco Común del G-20 es brindar apoyo a la resolución de la deuda en países de ingreso bajo. De todos modos, este proceso debe ser más rápido y previsible.
- Revitalizar y transformar
Estas medidas inmediatas son indispensables, pero no bastarán para revitalizar la economía mundial y desarrollar la resiliencia en tiempos de mayor fragilidad.
Para ello, se requieren reformas transformadoras, y respaldar a nuestros países miembros en sus esfuerzos es uno de los ejes principales de la labor del FMI.
Fijémonos en las finanzas públicas. Los países pueden utilizar marcos fiscales a mediano plazo para dotar de mayor sostenibilidad a sus finanzas y ampliar el espacio disponible en sus presupuestos. Este margen de maniobra fiscal puede emplearse para invertir en las personas y en mejorar la productividad de la economía, en salud, educación y el refuerzo de las redes de protección social. También lo es la infraestructura digital, para abrir las puertas a la innovación y a servicios públicos digitales de vanguardia más transparentes y eficientes.
Asimismo, pensemos en cómo podemos utilizar las políticas inteligentes en las que hemos estado trabajando —por ejemplo, de capacitación y preparación de la fuerza de trabajo para el mundo digital— para ayudar a las personas a incorporarse y permanecer en la fuerza laboral, en especial las mujeres y los jóvenes. Esta es una de las lecciones positivas que podemos extraer de la pandemia, para crear oportunidades duraderas capaces de reducir la desigualdad y promover un crecimiento más duradero a largo plazo.
Evidentemente, las causas más profundas de la fragilidad mundial solo pueden abordarse mediante la acción conjunta de los países.
Esto significa hacer frente a los aterradores efectos de la fragmentación. Permítanme poner algunos ejemplos de los ámbitos en los que es vital reforzar la cooperación internacional:
Debemos redoblar esfuerzos para hacer frente a la grave inseguridad alimentaria, que actualmente afecta a una cantidad de gente asombrosa: 345 millones de personas. Para ayudar, el FMI ha creado una nueva "ventanilla para shocks alimentarios", integrada en nuestro financiamiento de emergencia, para ayudar a los países más afectados por los shocks de los términos de intercambio.
Asimismo, debemos reforzar la cooperación para hacer frente a la amenaza existencial a la humanidad: el cambio climático. Podemos sobrevivir a la inflación, podemos sobrevivir a la recesión, pero no podemos sobrevivir a una crisis climática sin tregua. El mes que viene se celebra la COP27 y tenemos que aprovecharla para adoptar medidas más resolutivas.
Para respaldar la transición a economías más verdes y sostenibles, hemos creado nuestro primer instrumento de préstamo a largo plazo, el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad. Disponemos ya de USD 40.000 millones en compromisos, y nuestro objetivo es conseguir un múltiple de este monto a través de inversiones privadas, algo esencial para reunir los billones de dólares necesarios para la adaptación y la mitigación.
A través del asesoramiento sobre políticas, el FMI ayuda a sus países miembros a definir la respuesta adecuada a varias crisis. A través de nuestras iniciativas de fortalecimiento de las capacidades, en los tres últimos años hemos respaldado a 174 países en ámbitos esenciales: desde la movilización de recursos internos hasta la ayuda en materia de gestión de la sostenibilidad de la deuda y la inversión pública.
Asimismo, nuestro apoyo financiero nos permite ayudar a los países a conservar el acceso a la liquidez. Desde el inicio de la pandemia, hemos proporcionado USD 258.000 millones a 93 países. Desde la invasión rusa de Ucrania, hemos proporcionado respaldo a 16 países por cerca de USD 90.000 millones. A estos hay que sumarle la asignación histórica de DEG por USD 650.000 millones concretada el año pasado.
En un mundo más propenso a los shocks, el FMI ha dado un paso adelante, y les prometo que lo seguiremos haciendo.
- Conclusión
Quisiera concluir con una referencia a Atenea.
Atenea era también la patrona de las hilanderas. Para abrirnos camino en este período de fragilidad histórica, debemos hilar un nuevo tejido económico y social, más fuerte y resiliente a las tensiones que enfrenta el mundo hoy en día.
Podemos hacerlo: trabajando juntos, conseguimos superar los peores momentos de la crisis de la COVID. Trabajando juntos, podemos construir un futuro mejor y más próspero para todos.
Muchas gracias.
Departamento de Comunicaciones del FMI
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