Una historia de esperanza y oportunidad para la próxima generación
13 de octubre de 2023
Introducción
Monsieur Kabbaj Conseiller du Roi, Monsieur le Premier Ministre Akhannouch, Presidente Marchenko, Presidente Banga, Gobernadores, Ministros, distinguidos invitados.
Mesdames et messieurs, bonjour. ¡Salaam alaykum!
Quisiera empezar expresando mis sinceras condolencias a todos los afectados por los devastadores desastres que se han producido recientemente, también aquí en Marruecos, y a quienes sufren por las guerras y los conflictos en todo el mundo.
Hacemos votos por la paz.
Quiero también felicitar a nuestros anfitriones, Su Majestad el Rey Mohammed VI, el Gobierno y el pueblo del Reino de Marruecos, por enseñar al mundo el verdadero significado de la valentía y la resiliencia, y también por su excepcional cultura, su hospitalidad y su amabilidad.
Marrakech representa el regreso de nuestras Reuniones Anuales al mundo árabe al cabo de 20 años, y la primera vez en 50 años que las reuniones se celebran en el continente africano.
La historia de los últimos 50 años
Ya en 1973, nuestro anfitrión en Nairobi, el presidente Kenyatta, se refirió a la necesidad de encontrar un remedio “al mal de la inflación y la inestabilidad que había aquejado al mundo”.
Eso nos suena, ¿verdad? Hoy nos enfrentamos a retos muy parecidos. Sin embargo, en muchos otros sentidos, nuestro mundo moderno es radicalmente distinto.
Es un mundo más grande. Somos muchos más: la población ha aumentado a más del doble, pasando de 4.000 millones a 8.000 millones.
Es un mundo más rico. Desde 1973 el PIB mundial ha aumentado a más del doble.
Es un mundo más diverso. Existen muchos más países, y el número de miembros del FMI ha pasado de 125 en 1973 a 190 en la actualidad.
Se han producido avances impresionantes en ámbitos como la salud, la educación y la tecnología.
Sucesos asombrosos ...pero de los que no todos se han beneficiado.
Aunque la integración económica mundial ha ayudado a miles de millones de personas a mejorar su situación económica, su salud y su productividad, para un número excesivo de personas ha llevado aparejados trastornos, pobreza y desigualdad.
El camino hacia el progreso ha sido duro para demasiadas personas.
Hemos vivido períodos de turbulencias: los shocks del petróleo de la década de 1970, la crisis de la deuda latinoamericana, la crisis financiera asiática y la crisis financiera mundial.
Tan solo en los últimos tres años, hemos sido testigos de una pandemia mundial, una guerra en Europa y una crisis del costo de vida.
Los últimos 50 años narran una historia de progreso extraordinario pero interrumpido. Y también de enormes cambios en la economía mundial. ¿Cuál será la historia de los próximos 50?
La historia de los próximos 50 años
No tengo una bola de cristal, pero, a modo de experimento, se me ocurrió preguntar... ¡nada menos que a la inteligencia artificial! cómo podría ser el mundo en 2073.
Y aquí tienen una predicción:
En 2073, podríamos tener una economía mundial floreciente y sostenible, impulsada por la energía renovable y los sectores basados en la inteligencia artificial. La exploración espacial podría abrir nuevas fronteras económicas, al tiempo que la mayor conectividad mundial dará nueva forma a las dinámicas de trabajo. Es posible que el uso de monedas digitales se haya generalizado y estas sustituyan a los sistemas financieros tradicionales. Esa era podría venir marcada por una sanidad revolucionaria y la fusión cultural, con esfuerzos dirigidos a la inclusión económica. La visión engloba el progreso tecnológico, la conciencia ambiental y un mundo conectado y equitativo. Recuerde que todo esto son especulaciones. La realidad siempre encuentra la manera de sorprendernos.
Creo que no es descabellado decir que habrá sorpresas.
La principal pregunta es cómo lograremos aprovechar las ventajas de la transformación y gestionar los riesgos que traerá consigo.
El punto de partida no es sencillo.
Un punto de partida complicado
Como indicamos al presentar el informe Perspectivas de la economía mundial hace unos días, aunque el mundo ha hecho gala de una extraordinaria resiliencia, la recuperación tras los shocks de los últimos años es lenta y desigual.
Lenta, porque la tasa de crecimiento actual de 3% se sitúa claramente por debajo de la media de las dos décadas anteriores a la pandemia, y el crecimiento previsto a mediano plazo es también el más débil de las últimas décadas.
Desigual, porque las "secuelas" económicas de los shocks recientes son inmensamente distintas de unos países a otros, y los países de mercados emergentes y en desarrollo son, sin duda, los más afectados.
Tras un prolongado período de "convergencia" económica, ha surgido una peligrosa divergencia entre países y regiones. Agravada por la fragmentación, el cambio climático y la fragilidad, que han dejado a muchos países en un punto crítico.
Esto es especialmente cierto aquí, en el continente africano, que alberga a la población más joven del mundo. En los próximos 50 años será esencial progresar en el cierre de la brecha de ingreso con las economías más avanzadas y en la generación de crecimiento con abundante empleo.
Escribir una historia mejor para los próximos 50 años.
Así pues, en este momento de “incertidumbre radical”, ¿cuáles son las “medidas infalibles” que nos ayudarán a escribir una historia más feliz para los próximos 50 años?
Las clasificaré en dos grupos: la inversión en sólidos fundamentos económicos y la inversión en cooperación internacional.
Ambas están recogidas en los Principios de Marrakech que anunciamos a principios de esta semana junto con el Banco Mundial y el gobierno de Marruecos.
Me voy a referir, en primer lugar, a la inversión en sólidos fundamentos económicos
En un contexto caracterizado por perspectivas de crecimiento débil a mediano plazo, resulta esencial implementar políticas y reformas adecuadas. Aquí en Marruecos, en las zonas devastadas por el terremoto, los edificios con los cimientos más firmes y una estructura sólida fueron los que mejor absorbieron las sacudidas.
La moraleja es que —incluso si afrontan entornos económicos muy diferentes— las autoridades tienen que construir cimientos económicos firmes mediante políticas sólidas.
¿Qué significa?
La estabilidad de precios es fundamental. Es un prerrequisito para el crecimiento y protege a las personas, en especial a los pobres. Así que la lucha contra la inflación continúa siendo primordial.
También lo es salvaguardar la estabilidad financiera. No hay duda de que estamos ante una era de tasas de interés más altas por más tiempo, pero un endurecimiento brusco de las condiciones financieras podría golpear a los mercados, los bancos y las entidades no bancarias. La supervisión estricta es esencial.
Una política fiscal prudente es ahora más importante que nunca. ¿Por qué? Porque la deuda y los déficits se sitúan muy por encima de los niveles observados antes de la pandemia. Ha llegado la hora de restablecer el margen de maniobra fiscal. Para lograrlo, los gobiernos tienen que tomar decisiones difíciles, pero pueden hacerlo si establecen prioridades de gasto y se dotan de marcos fiscales a mediano plazo creíbles.
Para complementar estas políticas fundamentales, las reformas transformacionales también son cruciales para fomentar el crecimiento a mediano plazo.
Me refiero a una mejora de la gobernanza que ayude a combatir la corrupción. A una simplificación de la normativa, para que crear una empresa y llevar un negocio sea más fácil. A reformas que den impulso al comercio y mejoren el acceso al capital. Y a una mayor participación en la fuerza laboral, en especial por parte de las mujeres.
La combinación correcta de reformas podría incrementar los niveles del producto en hasta un 8% en cuatro años.
La inversión más rentable es la que se hace en las personas: en especial la educación para preparar a los jóvenes —sobre todo los que están aquí mismo en África— para los empleos de mañana.
¿De dónde provendrá el dinero para estas inversiones? Si tuviera una varita mágica, la usaría para trasladar más capital del mundo rico —donde la población está envejeciendo— al mundo de los jóvenes.
Pero no tengo una varita mágica.
La buena noticia es que la movilización de recursos internos tiene un enorme potencial. Nuestra investigación muestra que solo con reformas impositivas se podría lograr un incremento del ingreso de hasta 5% del PIB en los mercados emergentes y de hasta 9% en los países de ingreso bajo. El FMI está dando prioridad a su labor en este ámbito.
Obviamente, el financiamiento externo también sigue siendo crítico. Las economías avanzadas tienen una responsabilidad compartida, que también es un interés común, de apoyar a los países emergentes y en desarrollo.
Esto me lleva a la segunda prioridad general: la inversión en cooperación internacional.
Una historia de crecimiento inclusivo y sostenible para los próximos 50 años solo es posible si trabajamos codo con codo, como he dicho, en el espíritu de los Principios de Marrakech.
El clima y el comercio son ejemplos claros.
Quisiera destacar otros dos ámbitos de importancia para la cooperación internacional en los que el FMI ya está trabajando activamente.
El primero es la deuda. Más de la mitad de los países en desarrollo de ingreso bajo siguen sobreendeudados o expuestos a un alto riesgo de sobreendeudamiento, y en aproximadamente una quinta parte de las economías emergentes los diferenciales denotan probabilidades de incumplimiento. El Marco Común del G20 para el tratamiento de la deuda está empezando a facilitar la reestructuración de la deuda, aunque lentamente. Y la más reciente Mesa Redonda Mundial sobre la Deuda Soberana —establecida por la presidencia india del G20, el FMI y el Banco Mundial— está reuniendo a todos los acreedores y prestatarios pertinentes y ofrece señales prometedoras.
El segundo es la red mundial de seguridad financiera, la ayuda vital para tantos países en sus momentos de necesidad. El eje vertebrador de esa red es el FMI: nuestra función como “asegurador de los no asegurados” ha sido prominente en los últimos tres años.
¿Qué hemos hecho?
Desde el inicio de la pandemia, hemos proporcionado alrededor de 1 billón de dólares en liquidez y financiamiento. Estos recursos provinieron de la asignación de DEG equivalente a 650.000 millones de dólares y de 320.000 millones de dólares en préstamos a 96 países, entre ellos 56 países de ingreso bajo.
¿Cómo lo hemos hecho?
Primero, activamos nuestro programa para brindar alivio de la deuda directo a los países miembros más pobres.
Después, movilizamos —en tiempo récord— financiamiento de emergencia durante la pandemia.
Pero siguieron produciéndose shocks, y nuestros miembros nos pidieron programas económicos propiamente dichos.
Adaptamos nuestro apoyo a los países miembros más sólidos con líneas de crédito precautorio, que ofrecen un colchón adicional ante los shocks.
Pusimos en marcha nuestro instrumento más reciente, el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad (FFRS), que, por primera vez en la historia de la institución, proporciona recursos asequibles a largo plazo a países de ingreso bajo y mediano en situación vulnerable. Tan solo un año después de que entrara en funcionamiento, tenemos 11 países que están aprovechando la ayuda del instrumento para adaptarse y desarrollar resiliencia, en especial frente al cambio climático.
Además, hemos trabajado con los países miembros más fuertes económicamente para canalizar una proporción significativa de sus DEG a países más vulnerables. Hasta el momento esta iniciativa ha generado alrededor de 100.000 millones de dólares en nuevo financiamiento a través de nuestros fondos fiduciarios, en particular el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza (FFCLP) y el FFRS.
Por tanto, el FMI ha dado una respuesta ágil y sin precedentes a los shocks de los últimos tiempos. Sin embargo, los países afrontarán probablemente crisis mayores y más complejas en el futuro, por lo que, para que el FMI pueda seguir llevando a cabo su función en el centro de la red mundial de seguridad financiera, es urgente reforzar la institución de dos maneras.
Primero, incrementando nuestros recursos permanentes procedentes de las cuotas, lo que potenciará nuestra capacidad para ayudar a los países miembros con menos reservas financieras.
Segundo, reponiendo las subvenciones que permiten al FFCLP ofrecer préstamos con tasa de interés cero a los países miembros más pobres.
Al mismo tiempo, debemos seguir trabajando para adaptar nuestra estructura de gobierno para que refleje mejor nuestra composición y los cambios dinámicos en la economía mundial. La posibilidad de incorporar un tercer representante de África a nuestro Directorio Ejecutivo es un paso en la dirección correcta que acogemos con satisfacción.
Espero que nuestros miembros apoyen estos esfuerzos.
Conclusión: Encontrar la llave para los próximos 50 años
La fortaleza del FMI reside fundamentalmente en la confianza que nuestros 190 miembros depositan en nosotros.
El extraordinario personal de la institución trabaja incansablemente, día y noche, en la oficina y desde casa, para ser merecedores de esa confianza. Estoy absolutamente orgullosa de todos ellos, y quiero darles las gracias.
También me gustaría expresar mi profundo agradecimiento a mis estimados colegas en el equipo de la gerencia. Y a los miembros del Directorio Ejecutivo, que desempeñan un papel tan importante en la orientación de la institución.
Nos beneficiamos enormemente de nuestra asociación con nuestra institución hermana, el Banco Mundial, y quisiera a gradecer a Ajay y al personal del Banco por ese apoyo.
Todos juntos, trabajamos arduamente para garantizar que en el futuro el FMI siga siendo una institución eficaz y que responde.
Quiero concluir citando unos versos de un poema Malhun que leí durante mi visita al Museo de la Plaza JAMAA EL-FEENA:
“Ve a contemplar la muralla de Marrakech la Roja.
Tu corazón encontrará paz
y no habrá ninguna puerta para la que no encuentres la llave".
Nuestras reuniones en Marrakech, la ciudad roja, me dejan convencida de que, juntos, abriremos la puerta de las oportunidades para la próxima generación.
Merci. Shukran.