Vientos de cambio: Razones para una nueva moneda digital
14 de noviembre de 2018
TEXTO PREPARADO PARA LA INTERVENCIÓN
Introducción
Distinguidos invitados, señoras y señores, buenos días, y gracias por la oportunidad de participar en este importante evento.
En Singapur suele haber mucho viento. Los vientos aquí traen cambios y oportunidades. Históricamente han llevado los buques a buen puerto para reabastecerse mientras esperaban que pasara el monsón, que cambiaran las estaciones.
El antiguo filósofo griego Heráclito de Efeso escribió: "El cambio es la única constante".
Y Singapur lo sabe. Todos lo sabemos Y ese es el verdadero espíritu del Festival de Tecnofinanzas: abrir puertas al nuevo futuro digital, izar las velas para aprovechar los vientos de cambio.
Sin embargo, el cambio puede parecer intimidante, desestabilizador, incluso amenazante, especialmente el cambio tecnológico, que altera los hábitos, los trabajos y las interacciones sociales.
La clave está en aprovechar los beneficios y al mismo tiempo controlar los riesgos.
En lo que a tecnofinanzas se refiere, Singapur ha demostrado una extraordinaria visión si pensamos en el tubo de ensayo regulatorio que ha creado, en el que se ponen a prueba nuevas ideas. Pensemos en su laboratorio de innovación tecnofinanciera y en la colaboración que ha establecido con los principales bancos centrales en materia de pagos transfronterizos.
En este contexto, esta mañana quisiera hacer tres cosas:
- Primero, enmarcar este tema en términos de la naturaleza cambiante del dinero y de la revolución tecnofinanciera.
- Segundo, evaluar el papel de los bancos centrales en este nuevo panorama financiero, especialmente en lo que se refiere al suministro de monedas digitales.
- Tercero, analizar algunos aspectos desfavorables y considerar cómo reducir a un mínimo su impacto.
1. La naturaleza cambiante del dinero y la revolución tecnofinanciera
Comenzaré por el gran tema del día: la naturaleza cambiante del dinero.
Cuando el comercio era local y estaba centralizado en la plaza del pueblo, el dinero materializado en piezas de moneda metálica era suficiente y también era eficiente.
Las transacciones se liquidaban mediante el traspaso de monedas de una mano a otra. Mientras las monedas fueran válidas —según se determinara observándolas, raspándolas o incluso mordiéndolas— no importaba de qué manos provenían.
Pero cuando el comercio se trasladó a los buques, como los que recalan en Singapur, y comenzó a cubrir distancias cada vez mayores, acarrear monedas resultó caro, arriesgado y engorroso.
El papel moneda chino, creado en el siglo IX, ayudó, pero no fue suficiente. La innovación dio paso a las "letras de cambio", piezas de papel que permitían a los comerciantes que tenían una cuenta bancaria en su ciudad de origen retirar dinero de un banco en el lugar de destino.
Los árabes las llamaron Sakks, el origen de nuestra palabra actual "cheque". Estos cheques, y los bancos que los negociaban, se esparcieron por todo el mundo, promovidos por los banqueros italianos y los mercaderes del Renacimiento. Otros ejemplos son los Shansi chinos, y las letras Hundi de India.
De pronto ya no importaba quién fuera la otra parte de la transacción. ¿Era el comerciante persa el propietario legítimo de la letra? ¿Era fiable la letra? ¿La aceptaría el banco de Shanxi? La confianza pasó a ser esencial, y el Estado se convirtió en el garante de esa confianza, asegurando la liquidez y proporcionando supervisión.
¿Por qué es pertinente este breve relato histórico? Porque la revolución tecnofinanciera cuestiona las dos formas del dinero que acabo de mencionar: las monedas y los depósitos en bancos comerciales. Y cuestiona el papel del Estado como proveedor de dinero.
Estamos en una encrucijada histórica. Ustedes —jóvenes valientes y emprendedores congregados hoy aquí— no solo están inventando servicios; pueden estar reinventando la historia. Y todos estamos en un proceso de adaptación.
Soplan nuevos vientos, los vientos de la digitalización. En este nuevo mundo podemos reunirnos en cualquier parte, en cualquier momento. Hemos recreado la plaza del mercado, en forma virtual, en nuestros teléfonos inteligentes. Intercambiamos información, servicios, incluso emoticonos entre colegas o entre conocidos, instantáneamente, persona a persona.
Navegamos en un mar de información, en el cual los datos son el "nuevo oro", a pesar de las crecientes preocupaciones en torno a la privacidad y la ciberseguridad. Un mundo en el que los mileniales, con su teléfono en la mano, están reinventando la forma en que funciona nuestra economía.
Y esta es la clave: la propia noción de dinero está cambiando. Esperamos que sea más cómodo y fácil de usar, y tal vez incluso que su apariencia no sea tan seria.
Esperamos que esté integrado con las redes sociales, disponible en cualquier momento para usarlo por internet o personalmente, entre otras cosas para hacer micropagos. Y por supuesto esperamos que sea barato y seguro, y que esté protegido de maniobras delictivas y de ojos curiosos.
¿Qué función seguirá cumpliendo el efectivo en este mundo digital? En algunas tiendas ya se ven carteles que dicen: no se acepta efectivo, y no solo en Escandinavia, que está a la vanguardia en la creación de un mundo en que no es necesario usar efectivo. También en varios otros países se está reduciendo la demanda de efectivo, como se analiza en un estudio reciente del FMI. ¿Quiénes intercambiarán aún papel moneda dentro de 10, 20, 30 años?
También se sienten presiones para reemplazar los depósitos bancarios por nuevas formas de dinero.
Pensemos en los nuevos proveedores de pagos especializados que ofrecen modalidades de dinero electrónico, desde AliPay y WeChat en China, a PayTM en India y M-Pesa en Kenya. Estas formas de dinero están pensadas teniendo en mente la economía digital. Responden a lo que la gente demanda y a lo que la economía requiere.
E incluso criptomonedas como el bitcoin, el ethereum y el ripple están tratando de ganarse un lugar en el mundo que opera sin efectivo, reinventándose constantemente con la mira puesta en ofrecer un valor más estable y un método más rápido y seguro de liquidar las transacciones.
2. Razones para que los bancos centrales creen monedas digitales
Quisiera referirme ahora al segundo tema: el papel del Estado —de los bancos centrales— en este nuevo panorama monetario.
Algunos proponen que el Estado debería desaparecer de la escena.
Quienes proveen dinero electrónico sostienen que ellos son menos riesgosos que los bancos, porque no prestan dinero. En cambio, mantienen los fondos de sus clientes en cuentas de custodia y sencillamente liquidan los pagos dentro de su red digital.
Por su parte, las criptomonedas buscan cimentar la confianza en la tecnología. En la medida en que sean transparentes, y utilicen inteligentemente la tecnología, es posible que confiemos en sus servicios.
Aun así, no estoy totalmente convencida. Regular correctamente a estas entidades seguirá siendo un pilar de la confianza.
¿Debemos ir más allá? Fuera de la regulación, ¿debería el Estado seguir siendo parte activa en el mercado de dinero? ¿Debería cubrir el vacío que deja el abandono del efectivo?
Para ser más específica: ¿deberían los bancos centrales emitir una nueva forma de dinero digital? ¿Una moneda respaldada por el Estado, o tal vez una cuenta abierta directamente en el banco central, disponible para que los particulares y las empresas realicen pagos minoristas? Es cierto que los depósitos que hacemos en bancos comerciales ya son digitales. Pero una moneda digital sería un pasivo del Estado, como lo es hoy el efectivo, no de una empresa privada.
Esto no es ciencia ficción. Ya hay varios bancos centrales en todo el mundo que están considerando estas ideas seriamente; por ejemplo, en Canadá, China, Suecia y Uruguay. Están abriendo las puertas de par en par al cambio y pensando en ideas nuevas, como de hecho también lo está haciendo el FMI.
Hoy publicamos un nuevo estudio [1] sobre las ventajas y desventajas de una moneda digital del banco central, a la que me referiré como "moneda digital" en adelante. Este estudio, que se centra en los efectos internos de la moneda digital, y no en sus efectos transfronterizos, puede consultarse en el sitio web del FMI.
Creo que debemos considerar la posibilidad de emitir dinero digital. El Estado puede tener una función que cumplir en la emisión de moneda en la economía digital.
Esta moneda podría cumplir objetivos de política pública, por ejemplo en materia de: i) inclusión financiera, ii) seguridad y protección de los consumidores y iii) privacidad en los pagos, algo que el sector privado no puede garantizar.
a) Inclusión financiera
Quisiera comenzar con la inclusión financiera, con respecto a la cual la moneda digital representa una gran promesa, gracias a su capacidad para llegar a personas y empresas de regiones remotas y marginadas. Sabemos que los bancos no están exactamente desesperados por prestar servicios a la población pobre y rural.
Esto es crucial, porque es probable que el uso de efectivo ya no sea una opción allí. Si la mayoría de la gente adopta formas de dinero digitales, se degradará la infraestructura que respalda el uso de efectivo, y quienes estén en la periferia quedarán a la zaga.
¿Se podría subvencionar el uso de efectivo en esas zonas? Pero eso significa que la vida económica en la periferia quedaría desconectada del centro.
Por supuesto, ofrecer una moneda digital no es necesariamente la única respuesta. También los gobiernos podrían alentar soluciones del sector privado, suministrando financiamiento y mejorando la infraestructura.
b) Seguridad y protección del consumidor
La segunda ventaja del dinero digital se relaciona con la seguridad y la protección de los consumidores. Realmente este argumento es el de David contra Goliat. En los viejos tiempos, las monedas y billetes pueden haber ocupado la posición dominante en las grandes empresas de pagos mundiales; bancos, cámaras de compensación y operadores de redes. Sencillamente ofreciendo una alternativa de bajo costo y amplia disponibilidad.
Si ya no existiera el efectivo, se concentraría demasiado poder en unos pocos y enormes proveedores privados de servicios de pagos. Después de todo, los pagos se prestan naturalmente a los monopolios: cuanto mayor es el número de personas que usan el servicio, menor el costo y mayor la utilidad del servicio.
Para empezar, las empresas privadas podrían no invertir lo suficiente en seguridad en la medida en que no miden el costo total que tendría para la sociedad una interrupción en la cadena de pagos. También puede haber menos resiliencia: si la cadena de pagos solo tiene unos pocos eslabones, el sistema puede paralizarse si uno de los eslabones se quiebra. Pensemos en un ciberataque, un fallo técnico, una quiebra, o el retiro de una empresa del mercado local.
La regulación puede no ser suficiente para neutralizar estas desventajas. Una moneda digital podría ofrecer ventajas, como medio de pago de resguardo. Y podría alentar la competencia al ofrecer una modalidad alternativa eficiente y de bajo costo, como lo hizo su abuelo, el antiguo y fiable billete de papel.
c) Privacidad
La tercera ventaja de una moneda digital que quisiera destacar tiene que ver con la privacidad. El efectivo permite, por supuesto, que los pagos sean anónimos. Hay razones legítimas para que queramos usar efectivo a fin de proteger nuestra privacidad: para evitar exponernos a piratas informáticos y a la extracción de datos sobre nuestro perfil de consumo, para citar algunas.
Consideremos un ejemplo sencillo. Imaginemos que la gente que compra pizza y cerveza tiene un mayor grado de morosidad en el pago de sus hipotecas que los ciudadanos que compran brócoli orgánico y agua mineral. ¿Qué podemos hacer si se nos antoja comer pizza con cerveza pero no queremos que ello afecte nuestra calificación crediticia? Hoy, pagamos con billetes. ¿Y mañana? ¿Habrá un sistema de pagos privado que nos empuje a comprar brócoli?
¿Acudirán los bancos centrales al rescate y ofrecerán una moneda digital totalmente anónima? Decididamente no hacerlo sería facilitarles las cosas a los delincuentes.
3. Desventajas de las monedas digitales de los bancos
Esto me lleva al tercer tema que quería abordar: las posibles desventajas de la moneda digital. Las obvias son los riesgos para la integridad financiera y la estabilidad financiera. Pero también quisiera resaltar los riesgos de frenar la innovación, la última cosa que ustedes querrían.
Lo que quiero decir es que debemos enfrentar estos riesgos de manera creativa. ¿Cómo podríamos atenuar esos riesgos diseñando la moneda digital con ideas nuevas y criterio innovador? La tecnología nos ofrece una enorme variedad de posibilidades para hacerlo.
a) Riesgos para la integridad financiera
Volvamos a considerar la disyuntiva entre privacidad e integridad financiera. ¿Podríamos llegar a un equilibrio?
Los bancos centrales podrían diseñar la moneda digital de modo tal que la identidad de los usuarios se autentique mediante procedimientos de debida diligencia con respecto a los clientes, y las transacciones se registren. Pero no se daría a conocer la identidad de los contratantes ni a terceros ni a los gobiernos, a menos que la ley exija lo contrario. Así, cuando compro mi pizza y mi cerveza, el supermercado, su banco y los especialistas en marketing no sabrían quién soy. Tampoco lo sabría el Estado, por lo menos en principio.
De todos modos, detrás del telón de fondo, se aplicarían los controles para prevenir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Si surgiera una sospecha, sería posible correr el velo del anonimato e investigar.
En comparación con el uso de efectivo, este diseño sería bueno para los usuarios, malo para los delincuentes, y mejor para el Estado. Por supuesto, sigue habiendo desafíos. Mi objetivo a esta altura es alentarlos a explorar.
b) Riesgos para la estabilidad financiera
El segundo riesgo está relacionado con la estabilidad financiera. Las monedas digitales podrían exacerbar la presión sobre los depósitos bancarios, como vimos antes.
Si las monedas digitales son suficientemente similares a los depósitos en bancos comerciales —porque son muy seguras, pueden mantenerse sin límite, permiten hacer pagos de cualquier monto, y tal vez ofrezcan un interés—, ¿cuál sería entonces la razón para mantener una cuenta bancaria?
Pero los bancos no son meros observadores pasivos. Pueden competir con tasas de intereses más altas y mejores servicios.
¿Y qué hay del riesgo de pánico bancario? Claro que existe. Pero consideremos que la gente corre a retirar sus fondos cuando cree que el dinero de las cuentas se devuelve al primero que llega hasta que se termina. En cambio, la moneda digital, dado que puede distribuirse con mucha más facilidad que el efectivo, podría dar seguridad ¡aun a los que prefieren quedarse apoltronados en su sofá!
Además, si los depositantes corren a refugiarse en activos externos, también le darán la espalda a la moneda digital. Y en muchos países ya existen activos líquidos y seguros en que refugiarse. Pensemos por ejemplo en fondos de inversión constituidos solamente por bonos públicos. Por lo tanto, todavía está por verse si las monedas digitales realmente alterarán la estabilidad financiera.
c) Riesgos para la innovación
Si la moneda digital gana demasiada popularidad, paradójicamente podría frenar la innovación. ¿Qué función tendrán ustedes si el banco central ofrece una solución integral, desde una billetera digital, hasta monedas y servicios de liquidación?
¿Qué pasaría si, en cambio, los bancos centrales se asociaran con el sector privado —con bancos y otras instituciones financieras— y dijeran: ustedes interactúan con el cliente, administran su riqueza, les ofrecen intereses, asesoramiento, préstamos. Pero cuando se trata de celebrar una transacción, nosotros nos hacemos cargo.
Esta asociación podría adoptar diversas formas. Los bancos y otras instituciones financieras, incluidas las empresas de innovación tecnofinanciera, podrían administrar la moneda digital. De manera muy parecida a la forma en que los bancos distribuyen actualmente el efectivo.
O bien, los particulares podrían mantener cuentas de depósito ordinarias en instituciones financieras, pero las transacciones se liquidarían en última instancia en moneda digital entre las empresas. Esto es similar a lo que ocurre hoy, pero en décimas de segundo. Y prácticamente sin costo alguno. Y en cualquier momento.
La ventaja es clara. El pago sería inmediato, seguro, barato y, potencialmente, semianónimo. Tal como queríamos. Y los bancos centrales mantendrían su impronta en la cadena de pagos. Además, ofrecerían condiciones de competencia más equitativas y una plataforma para la innovación. Por su parte, el banco, o el empresario, habrá permitido que el usuario realizara la transacción de manera sencillísima, valiéndose de las últimas tecnologías.
Dicho de otro modo: el banco central se concentra en su ventaja comparativa —la liquidación final— y las instituciones financieras y las empresas de innovación tecnológica disponen de mayor libertad para concentrarse en lo que saben hacer mejor: interactuar con los clientes e innovar. Este es un ejemplo de primer orden de colaboración entre el sector público y el sector privado.
Conclusión
En síntesis, esta mañana he tratado de evaluar las razones que justifican el dinero digital.
Las razones están dadas por las nuevas características que se exigen del dinero, en continua evolución, y por los objetivos esenciales de política pública. Mi mensaje es que, si bien los fundamentos para emitir una moneda digital no son universales, debemos investigar la posibilidad seria, cuidadosa y creativamente.
Desde un punto de vista más fundamental, las razones están dadas por los cambios: la necesidad de estar abiertos al cambio, abrazar el cambio, orientar el cambio.
La tecnología cambiará, y también nosotros debemos cambiar, para no ser la última hoja que queda en la rama seca cuando todas las otras hojas se han ido con el viento.
En el mundo de las tecnofinanzas, necesitamos orientar el cambio para que sea justo, seguro, eficiente y dinámico. Ese es el objetivo de la Agenda de Bali de Tecnofinanzas que el Banco Mundial y el FMI lanzaron en octubre.
Cuando se aceleren los vientos de cambio, ¿quién nos orientará en nuestra travesía? Los capitanes navegaron por los estrechos de Singapur guiándose por la estrella del Norte.
¿Y hoy? ¿y mañana?
Sugiero que sigamos a una joven. Una mujer joven y sin miedos. Si tienen suerte, es posible que la conozcan personalmente en el distrito financiero de Nueva York.
Es audaz y valiente. Y tiene confianza. Mira hacia adelante, hacia el futuro, con coraje y determinación, un futuro que ella misma definirá, con los ojos bien abiertos, con decisión y constancia.
La oigo decir: Naveguemos hacia adelante. No tengo miedo. Yo, no tengo miedo.
Muchas gracias.
[1] El estudio de la serie Documentos de Análisis del Personal Técnico del FMI, titulado “Casting Light on Central Bank Digital Currency”, se publicó hoy en nuestro sitio web.
Departamento de Comunicaciones del FMI
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