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El comercio internacional puede favorecer a las mujeres, sobre todo en economías en desarrollo, pero sus beneficios pasan por adoptar medidas de políticas firmes

La igualdad de género no es solo un derecho fundamental, sino también un imperativo económico. Una cantidad de estudios considerable demuestra que, desde el punto de vista de la economía, tiene sentido que la sociedad aproveche al máximo las habilidades y el trabajo de toda la población, y no solo de la mitad de esta. En términos económicos, también es de sentido común que hombres y mujeres reciban beneficios acordes. En las economías en desarrollo, los argumentos económicos en favor de la igualdad de género son todavía más convincentes, por dos razones: la desigualdad entre hombres y mujeres es más elevada, y los beneficios potenciales de reducir la brecha de género son mayores.

Pero ¿qué pueden hacer las economías en desarrollo para fomentar la igualdad de género? Una vía prometedora es la del comercio internacional. Nuestros estudios demuestran que el comercio tiene el potencial de aumentar significativamente la función de las mujeres en la economía, ampliar su acceso a capacidades y educación, y reducir la desigualdad. Los países abiertos al comercio internacional suelen crecer más rápido, innovar más, mejorar su productividad y proporcionar ingresos más altos y más oportunidades a sus ciudadanos.

Con el fin de ayudar al mundo en desarrollo a cerrar la brecha de género y cosechar los frutos de una mayor igualdad y más oportunidades para las mujeres, economistas como nosotras nos esforzamos por entender mejor los vínculos entre igualdad de género y comercio, así como la manera en que la política comercial afecta de forma distinta a hombres y mujeres. Esta línea de investigación viene enfrentando un problema central: la escasez de datos, desagregados por sexo, sobre el tipo de productos consumidos por mujeres, la profesión de estas y los sectores en los que trabajan.

¿Cómo repercute el comercio en las mujeres?

Un reciente informe del Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio sobre mujeres y comercio pretende cerrar esta brecha de conocimiento. A partir de nuevos análisis y nuevos datos desagregados por sexo, el informe busca profundizar el conocimiento de la relación bidireccional entre comercio e igualdad de género, e identificar una serie de oportunidades para que las mujeres se beneficien del comercio. El documento proporciona también un marco para identificar los diversos canales por los que el comercio afecta a las mujeres en cuanto trabajadoras, tanto en el hogar como en el trabajo, como consumidoras, y como responsables de tomar decisiones.

El informe confirma que el comercio beneficia a las mujeres en varios sentidos.

Las empresas exportadoras emplean a más mujeres. En las economías en desarrollo, las mujeres representan el 33% de la fuerza laboral de las empresas exportadoras, mientras que en las no exportadoras el porcentaje es de solo el 24%. Para las mujeres son igualmente ventajosas las empresas que forman parte de las cadenas internacionales de valor o cuentan con inversionistas extranjeros, las cuales dan empleo a un 11% a 12% más de mujeres que otras empresas (gráfico 1).

Rocha Chart 1 

El comercio hace subir los salarios de las mujeres y puede ayudar a reducir la desigualdad económica. La participación de las mujeres en los salarios totales va en aumento, tanto porque las empresas exportadoras pagan salarios mejores como porque contratan a más mujeres. Duplicar el valor de las exportaciones en el sector industrial de un país se traduciría en un incremento de la participación salarial femenina media de 24% a aproximadamente 30%. En África, un comercio más libre contribuiría a cerrar la brecha salarial, en especial la de las trabajadoras calificadas. En un análisis del Banco Mundial sobre el posible impacto de la Zona de Libre Comercio Continental Africana, los modelos indican que, en 2035, los salarios de la mano de obra femenina calificada y no calificada podrían ser un 4% y un 3,7% superiores (respecto del escenario base), respectivamente, mientras que el incremento registrado por los trabajadores masculinos en todos los niveles de calificación sería del 3,2%.

El comercio crea empleo de mayor calidad para las mujeres. Tanto en las economías desarrolladas como en las de mercados emergentes, los trabajadores tienen mayor probabilidad de desempeñarse en empleos formales, con mejores prestaciones, capacitación y seguridad laboral si trabajan en sectores con mayor actividad comercial o más integrados en las cadenas internacionales de valor. Este efecto es mayor en el caso de las mujeres que en el caso de los hombres. Nuestro estudio revela que 13% de las mujeres empleadas en sectores altamente integrados tienen un trabajo informal, mientas que en sectores menos integrados el porcentaje alcanza 20%. En el caso de los hombres, la probabilidad de tener un empleo informal es de 9,5% en sectores menos integrados y cae hasta 5,0% en los más integrados.

La apertura comercial puede incrementar el ingreso y el consumo de las mujeres. Eliminar los aranceles de importación genera un aumento del ingreso real medio de los hogares encabezados por mujeres respecto de los encabezados por hombres en más del 75% de las 54 economías en desarrollo analizadas. En promedio, el incremento del ingreso real conseguido con la eliminación de los aranceles de importación sería 2,5% superior en los hogares encabezados por mujeres respecto de los encabezados por hombres. En países como Burkina Faso y Camerún, este incremento equivale al gasto anual en educación o salud.

Por tanto, abrirse al comercio resulta beneficioso para las mujeres de economías en desarrollo porque amplía el número de sectores en los que estas se emplean, reduce los precios de los productos que consumen y permite el crecimiento de las empresas más productivas. Asimismo, el aumento de la competencia generado por el comercio también hace que resulte más costoso discriminar a las mujeres, con lo cual se reduce la brecha salarial y se mejoran las condiciones del trabajo femenino.

Los beneficios del comercio

Tres tendencias mundiales brindan grandes y nuevas oportunidades para que las mujeres aumenten su representación en el comercio del siglo XXI y accedan mejor a sus beneficios: la ampliación del comercio de servicios, el crecimiento de las cadenas internacionales de valor y el auge del comercio digital.

La actividad económica mundial se está desplazando hacia los servicios que emplean a una mayor proporción de mujeres que sectores como la agricultura o las manufacturas. Además, el comercio de servicios se está expandiendo a un ritmo superior al de productos, lo cual brinda mayores oportunidades comerciales a las mujeres. Hoy día, los servicios son el sector que genera más empleo, y lo hacen en una fase más temprana del proceso de desarrollo (Ghani y O’Connell, 2014; Rodrik, 2016). Según las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo, en 2000, el 46% de los trabajadores del sector de servicios eran mujeres; en 2020, el porcentaje había aumentado hasta aproximadamente el 58%.

Las cadenas internacionales de valor crean mejor empleo e incrementan las oportunidades de ingreso de las mujeres en toda la economía. Consiguen mejorar la conexión de las micro y pequeñas empresas y de las pequeñas explotaciones agrícolas lideradas por mujeres con los mercados internacionales. Las mujeres que trabajan en cadenas internacionales de valor tienen una probabilidad 10 puntos porcentuales superior de pertenecer al sector formal que las mujeres que se desempeñan en sectores no muy integrados en estas redes.

El crecimiento de los servicios digitales también es una oportunidad para las mujeres de economías en desarrollo. Las tecnologías digitales les permiten superar restricciones tales como un acceso limitado al financiamiento y la educación, o limitaciones de movilidad y flexibilidad. Con el paso del tiempo, tanto en las economías desarrolladas como en las economías en desarrollo, las plataformas digitales han sido testigos de un fuerte incremento del número de empresas propiedad de mujeres. Por ejemplo, aproximadamente la mitad de los emprendedores de las plataformas de Alibaba son mujeres, aunque estas solo representan una cuarta parte del número total de empresarios en China. Además, el crecimiento del comercio en línea de servicios educativos y de salud amplía el acceso de las mujeres a estos servicios y les ofrece mejores oportunidades de empleo en sectores en los que sufren menos discriminación.

Políticas de reequilibrio

No obstante, estas tendencias no bastan para cerrar la brecha de género. Las economías en desarrollo deben reformar profundamente sus políticas para ayudar a las mujeres a superar la discriminación. Las autoridades económicas deben ajustar las políticas arancelarias que perjudican a las mujeres. Los sectores mayoritariamente femeninos —alimentos y bebidas, ropa y complementos— suelen estar sometidos a mayores aranceles sobre insumos (gráfico 2). Por consiguiente, las mujeres productoras pagan más por sus insumos y sufren mayores restricciones a las exportaciones que los hombres. En India, este “arancel rosa” equivale a 6 puntos porcentuales (Mendoza, Nayyar y Piermartini, 2018).

Rocha Chart 2

La cooperación internacional en ámbitos específicos —por ejemplo, políticas comerciales para cerrar la brecha de género arancelaria y la facilitación del comercio para simplificar los requisitos legales para que las mercancías puedan cruzar la frontera— permitiría avanzar hacia la igualdad de género sin medidas dirigidas específicamente a las mujeres. Otra forma de maximizar los beneficios del comercio para las mujeres es adoptar políticas que mejoren el acceso a la educación, los recursos financieros, las tecnologías digitales y la información. Tales políticas deberán estar bien diseñadas y coordinadas, y complementarse para eliminar los obstáculos específicos que afrontan las mujeres (como la falta de tiempo y la poca movilidad geográfica por las tareas adicionales que les impone la sociedad por su función en el seno de la familia).

Pandemia y tensiones geopolíticas

Las recomendaciones del informe son una guía fundamental para las autoridades económicas mientras los países se recuperan de las perturbaciones económicas causadas por la pandemia y enfrentan las consecuencias de las tensiones geopolíticas, entre ellas, la guerra en Ucrania. En 2020, la crisis provocada por la pandemia destruyó 4,2% del empleo femenino del mundo (se perdieron 54 millones de puestos de trabajo), mientras que el empleo masculino cayó un 3% (se perdieron 60 millones de puestos de trabajo). Las mujeres perdieron también ingresos por valor de USD 800.000 millones, una cifra que no tiene en cuenta los salarios perdidos en el sector informal, en el cual las mujeres suelen estar sobrerrepresentadas. La pandemia tuvo repercusiones desmesuradas en sectores que suelen emplear a más mujeres, y estas fueron las más afectadas por los cierres de escuelas y servicios de guardería, debido a sus mayores responsabilidades como cuidadoras familiares (Landivar et al., 2020), si bien el teletrabajo ha aliviado esta carga. El aumento de la inversión en tecnologías digitales, impulsado por la pandemia, brindará nuevas oportunidades para que las mujeres se beneficien del comercio.

El reciente incremento de las presiones proteccionistas, la reconfiguración de la cadena internacional de valor y las tensiones geopolíticas amenazan con revertir los avances logrados en materia de igualdad de género. El comercio abierto será imprescindible para diseñar una recuperación económica con perspectiva de género.

Pese a que, en términos generales, el comercio ha repercutido positivamente en las mujeres y tiene el potencial de seguir brindando oportunidades, las perturbaciones relacionadas con estos intercambios afectarán a algunos sectores y trabajadores cuando las ventajas comparativas cambien. La adopción de políticas del mercado laboral complementarias ayudaría a las mujeres de economías en desarrollo a adquirir nuevas capacidades o trasladarse a los lugares que ofrecen mejores oportunidades de empleo. Antes de elaborar tales políticas, los gobiernos necesitarán realizar estudios adicionales sobre el impacto del comercio en las mujeres. Y esta clase de análisis requerirá, a su vez, de más datos desagregados por género.

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NADIA ROCHA es Economista Principal en la Práctica Global de Macroeconomía, Comercio e Inversión del Banco Mundial.

ROBERTA PIERMARTINI es Jefa de la Sección de Análisis de Costos del Comercio en la Organización Mundial del Comercio.

Las opiniones expresadas en artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.