La paradoja de las monedas estables

Eswar Prasad

Diciembre de 2025

foto: Chantal Jahchan

Las monedas estables podrían concentrar el poder financiero y reforzar la estructura actual del sistema monetario internacional

Los primeros revolucionarios del mundo cripto aspiraban a poner fin al férreo control que los bancos centrales y los grandes prestamistas comerciales ejercían sobre la intermediación financiera. La gran ambición del criptoactivo original, el bitcoin, y de la tecnología de cadena de bloques que lo sustenta, era eliminar a los intermediarios y conectar directamente a las partes que realizan transacciones.

La tecnología pretendía democratizar las finanzas al ofrecer un acceso sencillo a una amplia gama de servicios bancarios y financieros a personas de todos los niveles de ingreso. Nuevos proveedores insurgentes aprovecharían esta tecnología para ofrecer servicios financieros competitivos —incluidos productos personalizados para la gestión del ahorro, el crédito y el riesgo— sin necesidad de montar costosas redes físicas. Todo esto debía relegar a las viejas instituciones financieras, que habían perdido la confianza del público tras la crisis financiera mundial, y sustituirlas por un nuevo orden financiero. En este mundo feliz de finanzas descentralizadas, la competencia y la innovación prosperarían en beneficio tanto de los consumidores como de las empresas.

Pero la revolución pronto se desvirtuó. Los criptoactivos descentralizados como el bitcoin, básicamente creados y gestionados por algoritmos, resultaron inviables como medios de pago. Su valor volátil y su incapacidad para procesar grandes volúmenes de transacciones a bajo costo los hicieron poco prácticos para el uso cotidiano y frustraron su propósito original. Más bien, el bitcoin y las demás criptomonedas se han convertido en lo que nunca se pretendió que fueran: activos financieros especulativos.

Las monedas estables surgieron para llenar ese vacío al servir como medios de pago más confiables. Emplean la misma tecnología de cadena de bloques que el bitcoin, pero mantienen un valor estable al estar respaldadas por reservas en monedas de bancos centrales o por bonos soberanos en una relación de uno a uno.

Las monedas estables están facilitando las finanzas descentralizadas, pese a representar la antítesis de la descentralización, pues no se sustentan en una confianza descentralizada arbitrada a través de código informático, sino en la confianza depositada en las instituciones que las emiten. Su gobernanza tampoco es descentralizada, con base en las reglas que definan los usuarios por consenso público; más bien es la empresa emisora la que decide quién puede utilizarlas y de qué manera. Las transacciones con monedas estables se registran en libros digitales gestionados por una red descentralizada de nodos informáticos, como en el caso del bitcoin, pero es el emisor —no un algoritmo— quien valida esas transacciones.

Ruta de pago

Quizá los objetivos de mayor alcance sean más importantes. Las monedas estables aún podrían servir como vía de acceso a los pagos digitales y a las finanzas descentralizadas para personas de todos los niveles de ingreso. También podrían recortar los privilegios que los bancos comerciales tradicionales han disfrutado durante tanto tiempo y propiciar en ciertos aspectos la igualdad de condiciones entre países ricos y pobres. Incluso un país pequeño podría beneficiarse de un acceso más sencillo a las finanzas globales mediante su integración en sistemas de pago con menos fricciones.

De hecho, las monedas estables han contribuido a reducir costos y fricciones en los pagos, especialmente en las operaciones transfronterizas. Los trabajadores migrantes pueden enviar remesas a sus países de origen de manera mucho más sencilla y económica que antes. Importadores y exportadores pueden completar transacciones con contrapartes extranjeras prácticamente al instante, sin tener que esperar varios días.

Sin embargo, más allá del ámbito de los pagos, las finanzas descentralizadas se han transformado en terreno abonado para la ingeniería financiera que ha generado productos complejos de dudoso valor más allá del puramente especulativo. Las finanzas descentralizadas han aportado muy poco a los hogares más vulnerables, e incluso podrían perjudicar a los inversionistas —menos sofisticados— del ámbito minorista, que se ven atraídos por la promesa de rendimientos extraordinarios sin comprender adecuadamente los riesgos.

Cambios en el entorno regulatorio

La reciente legislación estadounidense, que autoriza a diversas empresas a emitir su propia moneda estable, ¿favorecerá una mayor competencia y servirá para contener a los emisores menos confiables? En 2019, Meta intentó crear su propia moneda estable, llamada Libra y posteriormente renombrada Diem, pero el proyecto se frenó debido a la fuerte oposición de los organismos de regulación financiera, que temían que una moneda estable de ese tipo pudiera socavar el papel del dinero emitido por los bancos centrales.

Un giro en el clima regulatorio en Washington, de la mano de un nuevo gobierno favorable a los criptoactivos, ha abierto ahora de par en par la puerta a los emisores privados de monedas estables. Las monedas estables emitidas por grandes empresas estadounidenses como Amazon y Meta, respaldadas por sus voluminosos balances, podrían desplazar a otros emisores. Acuñar monedas estables reforzaría aún más el poder de estas empresas, lo que resultaría en una mayor concentración, no en más competencia.

Los grandes bancos comerciales también están incorporando algunos aspectos de las nuevas tecnologías a fin de mejorar la eficiencia operativa y, al mismo tiempo, ampliar su alcance. Por ejemplo, convertir los depósitos bancarios en tókenes digitales permite negociarlos en cadenas de bloques. Asimismo, no es difícil imaginar que, con el tiempo, los grandes bancos comiencen a emitir sus propias monedas estables. Todo esto reduciría las ventajas de los bancos más pequeños —como los prestamistas regionales y comunitarios— y consolidaría el poder de los más grandes.

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Hegemonía internacional

También es probable que las monedas estables afiancen la estructura actual del sistema monetario internacional. Las monedas estables respaldadas por el dólar son las más demandadas y utilizadas en todo el mundo, y podrían terminar reforzando indirectamente la hegemonía del dólar en el sistema internacional de pagos en detrimento de posibles competidores. Sin ir más lejos, Circle —la empresa que emite la segunda moneda estable más popular, el USDC— ha registrado muy poca demanda de sus otras monedas estables vinculadas a divisas importantes como el euro y el yen.

Incluso los principales bancos centrales se están poniendo nerviosos. El temor a que las monedas estables respaldadas por el dólar puedan utilizarse para pagos transfronterizos ha puesto al Banco Central Europeo a trabajar en la emisión de una versión digital del euro. El sistema de pagos de la zona del euro sigue fragmentado internamente y, si bien es posible transferir fondos de un banco en Grecia a otro en Alemania, efectuar un pago en un país de la zona del euro con cargo a una cuenta bancaria radicada en otro país todavía dista de ser un proceso ágil e integrado.

Las monedas estables representan una amenaza existencial para las monedas de las economías más pequeñas. En algunos rincones del mundo en desarrollo, es probable que la población confíe más en monedas estables emitidas por empresas reconocidas, como Amazon o Meta, que en las monedas locales, aquejadas por episodios de alta inflación y la volatilidad del tipo de cambio. Incluso en una economía bien gestionada y con un banco central confiable, podría resultar difícil resistir la tentación de recurrir a las monedas estables, que facilitan los pagos tanto internos como internacionales y cuyo valor está vinculado a la principal moneda de referencia internacional.

Muchas ineficiencias

¿Por qué han ganado tanto terreno las monedas estables en tan poco tiempo? En parte esto puede atribuirse a los altos costos, los procesos largos, los procedimientos engorrosos y otras ineficiencias que siguen afectando los pagos internacionales e incluso los nacionales en muchos países. Algunos países están considerando emitir sus propias monedas estables para evitar que las monedas estables respaldadas por el dólar desplacen a sus monedas locales. Sin embargo, es poco probable que esa estrategia tenga éxito, y sería mejor que resolvieran los problemas de sus sistemas de pago internos y colaboraran con otros países para eliminar fricciones en los pagos internacionales.

Las monedas estables parecen seguras, pero plantean diversos riesgos. Uno es la posibilidad de que faciliten actividades financieras ilícitas, complicando así la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Otro es que amenazan la integridad de los sistemas de pago al crear un conjunto disperso de sistemas gestionados por empresas privadas.

Cómo abordar los problemas

La solución parece evidente: una regulación eficaz que reduzca los riesgos, deje espacio para la innovación financiera y garantice una competencia equitativa limitando la concentración excesiva del poder económico en manos de unas pocas empresas. Dado que Internet no conoce fronteras, regular las monedas estables únicamente en el ámbito nacional será menos eficaz que adoptar un enfoque cooperativo que involucre a todos los países. 

Por desgracia, este resultado es poco probable en un momento en el que la cooperación internacional es escasa y cada país defiende y promueve contra viento y marea sus propios intereses. Incluso grandes potencias económicas, como Estados Unidos y la zona del euro, avanzan por caminos distintos en materia de regulación de criptoactivos. Aun con una estrategia más coordinada, es improbable que las economías más pequeñas tengan voz en la mesa de negociación. Estos países —con sistemas financieros más frágiles y capacidades regulatorias limitadas, y que dependen mucho más de una regulación sólida— podrían quedar sujetos a reglas que no responden a sus preocupaciones y que les sean impuestas por las economías más grandes.

Las monedas estables están resultando útiles para dejar al descubierto las ineficiencias que persisten en los sistemas financieros existentes y mostrar cómo las tecnologías innovadoras pueden contribuir a resolver esos problemas. Sin embargo, también podrían conducir a un mundo donde el poder esté aún más concentrado, lo que a su vez podría dar lugar a un nuevo orden financiero, y no uno de innovación floreciente, mayor competencia y una distribución más equitativa del poder financiero, como pretendían los pioneros de los criptoactivos, sino uno de mayor inestabilidad.

ESWAR PRASAD es profesor de Economía de la Universidad de Cornell, investigador principal de la Institución Brookings y autor de El futuro del dinero. Su último libro, The Doom Loop: Why the World Economic Order Is Spiraling into Disorder, se publicará en febrero de 2026

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.